¿Se puede liderar sin oficio?

Management

¿Se puede liderar sin oficio?
Oriol Montanyà
Profesor de la UPF-BSM

Cuenta la leyenda que, tras el estreno de la ópera El rapto en el serrallo , el emperador José II se acercó a Mozart para expresarle su opinión y le lanzó una ob­servación tan audaz como desafortunada: “Demasiadas notas, querido”.

El compositor, joven pero ya consciente de su talento, habría respondido con firme cortesía: “Solo las necesarias, majestad”. La anécdota, recreada en la película Amadeus ( 1984), se ha convertido en la metáfora perfecta de cuando el poder juzga lo que no comprende.

Estatua de Mozart en Salzburgo, Austria

La estatua de Mozart en Salzburgo (Austria) 

anibaltrejo / Getty Images/iStockphoto

Este dilema sobre los liderazgos sin conocimiento técnico no pertenece solo al arte. En realidad, se reaviva cada vez que un político asume una cartera alejada de su trayectoria o que un directivo desembarca en un sector ajeno. Algunos defienden que liderar es, sobre todo, un tema de estrategia, gestión de equipos e inspiración.

Pero otros sostienen que, para tomar decisiones acertadas, también se requiere un buen dominio de la materia en cuestión.

No es un debate que admita respuestas categóricas, aunque probablemente haya más argumentos para defender la conveniencia de liderar conociendo el oficio.

El primer argumento es la credibilidad con la que se accede a la responsabilidad. Cuando alguien asume un cargo avalado por el prestigio profesional en ese mismo ámbito, su autoridad moral parte de un nivel más alto.

Según la plataforma Preply la carrera más común entre los ejecutivos es Economía, con un 11,6% del total”

Las personas a las que deberá dirigir podrán discrepar de su estilo, pero difícilmente cuestionarán su competencia.

Como recuerda el doctor Alfredo Adán, que durante casi dos décadas ha dirigido el Instituto de Oftalmología del hospital Clínic de Barcelona, “si tienes que liderar médicos, ayuda ser un médico respetado”.

Otra razón es la calidad del criterio propio. Comprender el funcionamiento de la actividad que se dirige permite decidir con más fundamento y menos fe ciega, además de evitar dos riesgos frecuentes.

El primero es la dependencia excesiva de terceros que, gracias a su experiencia o a su capacidad de seducción, acaban ejerciendo un poder paralelo (y a menudo en la sombra) dentro de la organización.

El segundo riesgo, quizá más grave, es decidir sin entender las implicaciones técnicas de lo que se propone. De ahí surgen muchas promesas imposibles y no pocos equipos agotados persiguiendo objetivos inalcanzables.

Hay otra ventaja, quizá menos evidente. El conocimiento técnico ayuda a no simplificar la realidad en exceso. Cuando falta esa base, se tiende a reducir los problemas hasta que encajan en el propio esquema mental, aunque eso los deforme.

Es lo que, de algún modo, hacía el emperador José II cuando reprochaba a Mozart que su música tenía “demasiadas notas”.

Como explica el consultor Marcelo Lasagna, cuando una situación se vuelve más compleja (por factores internos o externos), no siempre puede abordarse con la simplicidad de las soluciones existentes. A veces hay que añadir complejidad.

Y liderar sabiendo también significa eso: reconocer la profundidad de las cosas y resistir la tentación de aplanarlas hasta volverlas irrelevantes.

Con todo, el conocimiento por sí solo no hace a un buen líder. Saber mucho de una materia no garantiza la sensibilidad para comprender a las personas ni la visión necesaria para orientar un proyecto.

Liderar exige también habilidades directivas y actitudes que ayuden a desarrollar el talento y a transformarlo en resultados. De hecho, la mejor combinación es la del conocimiento y la humildad, porque hay algo aún más poderoso que la competencia técnica: la capacidad de saber decir “esto no lo sé”.

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