“La grande y ardiente tierra del Alentejo”. Así tituló José Saramago el capítulo sobre esta región en su Viaje a Portugal . Narra un periplo por un terreno de profunda autenticidad, pero sediento. Rescata la ciclópea construcción del acueducto de Elvas. Confiesa que “con el calor, el viajero pierde un poco el dominio de las palabras”. Describe que “los lechos de los ríos son piedras requemadas al sol. Se llega a dudar de que alguna vez estas torrenteras lleven agua,tan lejos de la que están ahora, e incluso del agua como simple promesa”.
“En Reguengos de Monsaraz no vale la pena detenerse”, proclamó esta figura egregia de las letras ibéricas. Fue en otro tiempo, antes del prodigio económico, social y paisajístico que supuso la conclusión en 2002 de la presa de Alqueva en el Guadiana, ese río caprichoso que se le aparecía a Saramago en ocasiones como una corriente brava y en otras, tan escasa que no lograba reconocerlo. El embalse ha generado uno de los mayores lagos artificiales de Europa, de 250 kilómetros cuadrados de superficie, 35 de ellos en territorio español.
La vieja aldea de la Luz fue demolida para evitar el dolor de ver las ruinas en las sequías
La presa enmendó a Saramago, porque ahora sí que vale la pena parar en Reguengos, donde se halla uno de los embarcaderos para surcar las aguas de este alargado mar interior, de más de 1.000 kilómetros de costa, ideal para el baño durante buena parte del año y para todo tipo de actividades acuáticas.
“Nací en el secano”, explica el patrón de la lancha, tras zarpar. Hace escala en la isla Dourada, llamada así por los destellos de la pirita de su fondo. La tierra arcillosa invita a embadurnas y relajarse. Y por la noche es posible efectuar un crucero inolvidable bajo las estrellas, lejos de toda contaminación lumínica.
El embalse impulsó a la agroindustria y alienta un prometedor futuro de despegue turístico
La singladura acaba en la Luz, un pueblo con tan premonitorio nombre que quedó sumergido por el embalse. Se trata de las heridas sobre el territorio que, sin remisión, dejan intervenciones de esta magnitud y necesidad social. Los psicólogos y antropólogos contratados por la Empresa de Desarrollo e Infraestructuras de Alqueva (EDIA), 100% pública, aconsejaron una actuación pionera en Portugal, la demolición de la vieja aldea, reconstruida, a imagen y semejanza de la original, en las inmediaciones. Se trataba de evitar el sufrimiento que para los lugareños supone ver emerger en períodos de sequía las ruinas de su antiguo hogar perdido.
También se creó el Museo de la Luz, que no va de electricidad. Está dedicado a la memoria del pueblo sumergido. Cuenta con una maqueta del núcleo original, toda una joya sociológica alentejana. Forma parte de las múltiples iniciativas, al igual por ejemplo que el Museo del Madroño, ideadas para reforzar el atractivo turístico, que con una robusta base gastronómica, resulta inherente a estos parajes magnéticos, transmisores de paz interior.
El de Alqueva es uno de los mayores lagos artificiales de Europa, con 250 km cuadrados de superficie
El embalse costó 2.500 millones de euros. En 2023 el Estado portugués ya había recuperado lo invertido en 1,2 veces vía impuestos, procedentes sobre todo del avance de la agroindustria, gracias al plan de regadíos, que impulsó desde los olivares hasta los rebaños de vacas, con sus respectivas cadenas transformadoras. Y contribuyó al desarrollo del ya afamado sector vitivinícola del Alentejo. “Producimos, además de las denominaciones de nuestra zona, albariño. Había quien decía que era una locura pero lo logramos”, presumen en la bodega Herdade do Sobroso.
No provocó el utópico milagro demográfico, pero Alqueva aseguró el abastecimiento de agua en un bajo Alentejo otrora sometido a frecuentes restricciones y ya ha repercutido con intensidad en los sectores productivos, con la generación de energía no sólo hidráulica sino también fotovoltaica. Como indica José Santos, presidente de la Agencia de Promoción Turística del Alentejo, existen grandes potencialidades para aprovechar en mayor medida el turismo sostenible. Espera que en un trienio se produzca un salto adelante en este ámbito, al ampliar la oferta de alojamientos.
En su libro, Saramago se recrea en su recorrido por el castillo de la evocadora a Vila Viçosa. Las antiguas fortalezas defensivas fronterizas conforman hoy una parte de la vanguardia del ejército de encantos múltiples del Bajo Alentejo, inmerso ya en una nueva era, la húmeda.
