Laurent Bataille se ha dado su primer gran baño de masas como vicepresidente ejecutivo de Operaciones para Europa de Schneider Electric, cargo al que accedió a principios de octubre. Lo hizo ante los más de 5.000 asistentes del Congreso de Innovación que la multinacional francesa ha celebrado en Copenhague los días 22 y 23 de octubre donde compartió con clientes, proveedores e instituciones sus últimas tecnologías aplicables a la construcción de centros de datos, control de redes eléctricas y gestión digital de edificios entre otras.
En esta entrevista, Bataille desgrana sus retos personales para el nuevo cargo al tiempo que analiza el impacto geoestratégico y empresarial de lo que él denomina la doble transición, digital y energética, a la que se enfrenta su compañía, Europa y el planeta en general e invita a dejar de debatir si una energía es mejor que otra y cambiar los usos.
Acaba de ser nombrado máximo responsable de Operaciones de Europa de la compañía. ¿Cuáles son sus principales retos?
Comencé mi carrera en consultoría, aunque soy ingeniero de formación, y hace ya 21 años me uní a Schneider Electric. He trabajado en Francia, Estados Unidos y Canadá, sobre todo en áreas de tecnología y digitalización. En 2021 regresé a Francia para dirigir la organización del país, una experiencia clave por su peso industrial e innovador dentro del grupo.
Desde octubre tengo el honor de liderar la región de Europa. En Schneider Electric hemos decidido unificar la gestión europea porque creemos que, en el contexto actual, tener una voz común nos hace más fuertes. Uno de los retos de mi nuevo rol es identificar las fortalezas de todos y cada uno de nuestros países en Europa para ver cómo podemos aprender más unos de otros. Cada país tiene sus propias fortalezas. Por ejemplo, el Reino Unido en servicios digitales o Francia en infraestructura de carga de vehículos eléctricos. Mi objetivo es aprovechar ese conocimiento para acelerar la innovación y el crecimiento en toda Europa, especialmente en eficiencia energética, electrificación y fábricas basadas en inteligencia artificial. Eso nos permitirá competir mejor con el resto del mundo.
El foco debe ponerse en el lado de la demanda energética
¿Qué tecnologías cree que serán las más estratégicas para conseguir este desafío?
Es una pregunta compleja, pero si hablamos de lo que realmente está transformando la economía, hay dos grandes transiciones en marcha: la digital y la energética y ambas están profundamente conectadas. Cuando digitalizamos edificios hacemos más fácil su uso, pero además mejoramos su gestión energética y logramos ahorros de energía de entre el 15% y el 20%.
El transporte, los edificios y la industria son los tres grandes frentes. En transporte, la tecnología del vehículo eléctrico ya está madura; en los edificios, debemos sustituir calefacciones de gas o gasóleo por sistemas eléctricos; y en la industria, hay que facilitar inversiones que permitan electrificar procesos de alta temperatura. En resumen, el foco debe ponerse en el lado de la demanda: ahí es donde la tecnología puede marcar la diferencia.
En Schneider Electric trabajamos sobre todo en el lado de la demanda energética —la distribución y el uso de la energía—, no en la producción. Creo que ahí está el verdadero reto: cambiar cómo usamos la energía. Los debates suelen centrarse en si apostar por un tipo de energía que sea mejor que otra: la solar, la eólica, la nuclear..., pero el progreso real vendrá de transformar los usos: adoptar más bombas de calor, acelerar la movilidad eléctrica o electrificar la calefacción de los edificios.
¿No cree que es un riesgo electrificarlo todo? Eso nos hace dependientes de una única fuente de energía, la electricidad, y las redes que la soportan no están dimensionadas para todo lo que puede venir.
Es cierto que si triplicamos el consumo eléctrico de nuestras economías, el impacto sobre la infraestructura será enorme. Pero no podemos quedarnos esperando a que todo esté preparado para empezar a electrificar. En cualquier transición tecnológica, la demanda es la que impulsa el cambio: cuando crece, envía una señal clara a los gobiernos y a los inversores para que aceleren el desarrollo de la infraestructura.
No tiene sentido esperar a tener estaciones de carga en cada esquina antes de que la gente compre vehículos eléctricos. Cuando aparece la demanda, la inversión llega. Por eso es tan importante combinar las señales políticas con los incentivos adecuados. En Francia, por ejemplo, una pequeña exención fiscal para que las empresas electrifiquen sus flotas ha tenido un gran impacto, porque es más fácil cambiar el comportamiento de las compañías —que toman decisiones racionales— que el de millones de individuos. Si queremos avanzar rápido en bombas de calor o movilidad eléctrica, debemos empezar por incentivar el cambio en las empresas. Así sus trabajadores verán los beneficios y buscarán el cambio personal.
Debemos empezar por incentivar el cambio en las empresas
Más allá de la electrificación, hay algo igual de esencial: la eficiencia energética. Tenemos tecnologías maduras que no siempre utilizamos. Todo edificio debería contar con un sistema de gestión y control para evitar despilfarros, porque hoy se pierde cerca del 30% de la energía en los edificios. Antes de producir más, debemos aprender a usar mejor lo que ya tenemos.
La Unión Europea ha pasado de estar centrada en el reto de la sostenibilidad ha considerar prioritarias la seguridad y la competitividad industrial. ¿Va a adaptarse Schneider Electric a ese cambio de directrices europeas?
En realidad, no estoy seguro de que cambie tanto el panorama porque somos Europa. Mientras que Estados Unidos tiene mucho gas y petróleo y puede tener la tentación de utilizarlo más, Europa no tiene esos recursos. Si el objetivo es ser competitivos, el camino es la electrificación. En Europa tenemos un coste del gas que es cinco veces mayor que en EE. UU..Porque no tenemos gas y tenemos que pagárselo a alguien que está obteniendo un margen. La electricidad es lo contrario. En España, por ejemplo, se produce con energía solar y es una de las más baratas del planeta. Si electrificamos a gran escala, no tendremos que pagar intermediarios y nuestros costes, como mínimo, se igualán con los que tienen otros países. No hay desventaja en la electricidad en Europa frente al resto del mundo. Así que se trata realmente de redistribuir las cartas para que Europa vaya a toda velocidad en la electrificación.
¿Está Europa preparada para seguir el ritmo de los avances tecnológicos y competir con China y EE. UU.?
Europa tuvo hace años la intuición de que la descarbonización y la electrificación eran el futuro, pero no ha actuado al respecto. China lo ha entendido muy bien y va a toda velocidad en ese proceso, viéndolo como una ventaja competitiva. Europa debe tomar conciencia de quela electrificación ya no la debemos hacer solo por el planeta, también la necesitamos por la competitividad y la seguridad energética de Europa.
Europa, necesita pensar un poco menos en el planeta y pensar más en Europa
Creo que hasta cierto punto, en Europa, necesita pensar un poco menos en el planeta y pensar más en Europa. Nos gusta pensar en el mundo y en cómo lo descarbonizamos. Pero deberíamos centrarnos en cómo protegemos nuestras propias industrias e industrias incipientes. ¿Cómo integramos nuestros mercados? Decimos: “Oh, este es un mercado único de 450 millones de consumidores”. Pero eso no es cierto hoy. No lo es ni en el lado financiero, ni en el lado energético, ni en el lado de la fabricación. Nuestras normas son diferentes. Cuando decidimos algo a nivel europeo, hay que esperar a su transposición a 27 legislaciones diferentes. Así que esa complejidad nos está ralentizando.
Vamos a dejar de pensar y repensar y repensar y pasemos a la acción como ya nos dijo Draghi con su informe hace un año. Dejemos de volver a diagnosticar todos los días y seamos prácticos. No necesitamos un plan de 40 años. Implantemos bonificaciones a los vehículos eléctricos y las bombas de calor en cada uno de nuestros países. Si luego la dirección necesita ser cambiada o corregida, lo haremos. Mi recomendación es poner los pies en la tierra e impulsar la acción para avanzar como lo hacen China y EE.UU.
Me gustaría centrarme en la Inteligencia Artificial. Llevamos todo el congreso escuchando hablar de la IA como si fuera la nueva fiebre del oro. ¿Existe un riesgo de que se repita con la IA lo ocurrido con el hidrógeno verde, y que nos encontremos con una explosión de proyectos que se frenen o no se concreten?
La diferencia muy, muy grande entre el hidrógeno y la IA es que el hidrógeno generó mucho entusiasmo como promesa de futuro. Europa pensó que si apostaba por él y se posicionaba primero obtendría una ventaja competitiva. La IA es en realidad un movimiento planetario, global. Es muy impresionante ver a los adolescentes que ya no buscan información en Google, sino utilizando Gemini o ChatGPT, a veces incluso para resolver sus ejercicios de matemáticas. El impacto de esto todavía es difícil de medir. Pero está claro que estamos ante algo grande, quizá mucho más grande que internet.
¿Son las empresas capaces de medir el impacto económico de esa tecnología?
La IA tiene impactos muy buenos para las empresas, como es el caso de Schneider Electric. A nosotros, como a otras muchas empresas, nos permite acelerar la creación de software y mejorar nuestros productos y servicios, como puede ser la gestión de un problema en una turbina eólica, por ejemplo. Pero son impactos más cualitativos que cuantitativos. Esto es muy complicado todavía de calcular.
Pese a ello, Schneider Electric está apostando muy fuerte por la construcción de centros de datos. ¿Por qué?
Es muy visible que todo el mundo está utilizando la IA y eso invita cada vez a más usuarios que necesitan más capacidad de computación para jugar en línea, streaming, etc. Vemos una demanda cada vez más robusta de centros de datos porque la demanda de IA se ha disparado.
EE.UU soporta en estos momentos la mayor demanda de IA con mucha diferencia debido a que muchas empresas tecnológicas son estadounidenses. Al desplegar nuevos tipos de fábricas de IA, lo están haciendo cerca de sus equipos de ingeniería para probar diferentes arquitecturas, etc. Pero se han topado con una gran limitación: la disponibilidad de energía. Por eso esas grandes tecnológicas dieron el salto a Europa. A los países con mucha abundancia de energía asequible y renovable como los nórdicos, Iberia (España y Portugal) o Francia que tiene exceso de generación eléctrica.
Hasta ahora, Europa es bastante marginal en su cuota de infraestructura de computación en el mundo. Tiene menos del 5% de la infraestructura de computación del mundo, muy por debajo de su peso en el PIB mundial. Las posibilidades que tenemos en este ámbito son muy importantes. El negocio será mayor que el de la nube para alojar datos. Ahora los centros de datos deben responder a la mayor demanda de capacidad de computación. La IA no es estática, no es alojar un dato, sino combinarlos a muy altas velocidades. Eso necesita muchas infraestucturas y mucha energía. Compañías como la nuestra tienen capacidad para poner en marcha esos centros de datos de la forma más eficiente posible en este momento.
