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Una factura ambiental y geopolítica

Especial inteligencia artificial: medioambiente

El avance de la IA es tan imparable como su impacto en el planeta: las cifras son cada vez más preocupantes

El interior de

LV

Medio litro de agua cada 100 palabras. Este es el precio que pagamos cada vez que le pedimos a la inteligencia artificial que nos genere un texto de ese tamaño. A partir de ahí, el dispendio se multiplica de forma exponencial. Un gesto tan inocente como desbloquear el teléfono y preguntar si mañana va a llover, otros tantos litros; si esta o aquella ciudad tiene más o menos habitantes de los que pensábamos: 0,24 vatios/hora de electricidad. ¿Cuál fue el año en que nació nuestra marca de zapatillas deportivas favorita?: 0,03 gramos de dióxido de carbono emitidos.

Se requiere medio litro de agua y 0,24 vatios/hora de electricidad por cada 100 palabras de texto

Detrás de cada interacción con estas interfaces existe un sistema tan complejo como sediento que necesita de recursos contantes para seguir funcionando. Investigadores de OpenAI y la Universidad de Harvard, junto al National Bureau of Economic Research (NBER), informaron a través de un reciente estudio que alrededor del 10% de la población mundial ya utiliza a día de hoy ChatGPT, y en el pasado mes de junio se registraron más de 2.600 millones de mensajes diarios.

Las predicciones de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) no son para nada alentadoras: estiman que para el 2027 esta tecnología podría utilizar hasta 6.600 millones de metros cúbicos de agua dulce al año, lo que equivale al consumo doméstico de agua en España durante tres años seguidos. “El impacto va mucho más allá de los números. Afecta a terceros países, reabre el debate de las energías renovables y determina la geopolítica mundial mucho más de lo que imaginamos”, explica Zora Kovacic, profesora de los estudios de economía de la UOC y experta en el impacto de la IA.

Según la OCDE, en el 2027 la IA podría consumir 6.600 millones de metros cúbicos de agua dulce al año

La demanda más importante se centra en el consumo de recursos, tanto hídricos como eléctricos, para generar frío. Según Alfa Laval, especialistas en intercambiadores y equipos industriales, casi el 40% del consumo eléctrico de un centro de datos se dedica a la refrigeración de los servidores. La demanda de estos centros, según el impact fund manager de La Financière de l’Echiquier, Luc Olivier, crecerá un 20% anual de aquí al 2030.

El oro negro del siglo XXI, tal como se refiere a ellos el experto, representan ya el 2% del consumo de electricidad a nivel mundial (lo mismo que el transporte aéreo). Hagan sus cuentas.

La demanda enérgica de los centros de datos supone el 2% del consumo eléctrico mundial

Un claro ejemplo del cambio de rumbo es el de la planta Duane Arnold, una central nuclear en Iowa que se cerró en 2020 y que ahora quiere reactivar Google, junto a NextEra Energy, para proveer de energía sus centros de datos. El proyecto tendrá un coste de 1.600 millones de dólares, y sus torres volverán a humear, si todo va según lo previsto, a partir del 2029.

La noticia vino acompañada del reciente anuncio del gobierno de los Estados Unidos de un acuerdo histórico, junto a la compañía Westinghouse, para aumentar la generación de energía nuclear dedicada a la inteligencia artificial: más de 80.000 millones de dólares. La extracción de las materias primas necesarias, además, está teniendo terribles consecuencias en países como Perú y Chile, donde se está produciendo la desposesión de tierras a las comunidades locales, contaminación y fuertes sequías.

El 40% de la electricidad de los data centers se destina a trabajos de refrigeración

Ante esta situación, están surgiendo poco a poco soluciones innovadoras que pretenden afrontar los grandes retos de una industria que crece a pasos agigantados. El grupo sueco Munters, por ejemplo, ha presentado un sistema que utiliza el aire ambiente como fuente de refrigeración, reduciendo el consumo de recursos en hasta un 70% respecto a un sistema tradicional. Otro ejemplo es el Demand Flow de Siemens, que también logra prolongar la vida útil de los equipos y la demanda energética.

Según Kovacic, también investigadora de la UOC, el poder de transición verde que nos puede brindar esta tecnología es “muy marginal en comparación con el impacto que tiene en el planeta, así como los escasos avances en materia de sostenibilidad”. La experta apunta que, por ahora, falta una visión más crítica a nivel político. “Solo se habla de los beneficios y casi nada de los problemas, que se asume que acabarán solucionándose por sí solos en el futuro. Se pretende, especialmente a nivel europeo, que la digitalización nos ayude en la transición verde. Pero, por ahora, no hay muestras evidentes de ello”.

El 10% de la población mundial utiliza ChatGpt; el chatbot registró en junio de 2025 más de 2.600 millones de mensajes diarios

Reactivación de centrales nucleares, consumo de agua desorbitado, expoliación de recursos o el avivamiento de conflictos en terceros países son solo algunos de los efectos del fenómeno inteligencia artificial. La pregunta está clara: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por cada 100 palabras de respuesta?