EE.UU. Hunde el pacto marítimo

Sector marítimo

Washington fuerza el aplazamiento de un año del acuerdo global de descarbonización en la OMI

AME2407. CIUDAD DE PANAMÁ (PANAMÁ), 27/10/2025.- Un buque portacontenedor llega al puerto de Balboa este lunes, en Ciudad de Panamá (Panamá). El Canal de Panamá anunció que prevé adjudicar a finales de 2026 la concesión para desarrollar dos nuevos puertos, uno a cada lado de la vía, y que estos estén operativos a inicios de 2029, unos proyectos con una inversión de unos 2.600 millones de dólares. EFE/ Carlos Lemos

El transporte marítimo, responsable de alrededor del 3% de las emisiones globales

Carlos Lemos / EFE

La gobernanza climática del transporte marítimo internacional atraviesa su mayor crisis en décadas. La suspensión, por un año, de la adopción del IMO net-zero framework –el primer texto global que combinaba límites obligatorios de emisiones y un sistema de fijación de precios del CO₂ para buques con un volumen de más de 5.000 GT ( gross tonnage )– no solo ha paralizado el ritmo regulatorio: ha evidenciado lo frágiles que son los acuerdos internacionales en un sector que depende de reglas comunes. Sobre todo cuando hay alguien en desacuerdo y ese alguien tiene tanto peso como Estados Unidos. La presión ejercida por Washington en la reunión extraordinaria de la Organización Marítima Internacional (OMI) celebrada en Londres a mediados de octubre dio al traste con un acuerdo que la industria consideraba esencial para ofrecer seguridad jurídica a sus inversiones futuras. La agenda climática regresiva impulsada por Donald Trump, que calificó el acuerdo sobre las emisiones marítimas de “estafa”, ha hecho mella.

“En 28 años, no he vivido una reunión de este género en la OMI. No era una reunión clásica”, lamentaba el secretario general de la OMI, Arsenio Domínguez, en el marco de la COP30 celebrada en Brasil. Domínguez reconoce el carácter inédito y políticamente tenso de la sesión de Londres, marcada por advertencias y presiones diplomáticas que traspasaron los límites habituales de un organismo técnico. “Las relaciones geopolíticas en el mundo hoy son diferentes de lo que eran en el pasado, y todos lo sabemos”, añadía, subrayando que el clima político internacio- nal se ha convertido en un factor determinante incluso en ámbitos tradicionalmente gobernados por consensos profesionales.

El proyecto limita las emisiones y fija precios del CO2 para buques de más de 5.000 GT

El frenazo ha desconcertado a una industria que confiaba en el Net-zero framework para disponer de una hoja de ruta clara en plena transición energética. El sector esperaba un marco capaz de garan­tizar previsibilidad regulatoria, orientar inversiones en combustibles alternativos y permitir un avance ordenado hacia el objetivo adoptado en el 2023: descarbonizar el transporte marítimo hacia el 2050. La suspensión, coinciden varias patronales, introduce un año de incertidumbre en un momento crítico para la modernización de la flota y la planificación de nuevas tecnologías.

Una de las voces más contundentes ha sido la de CESA, la asociación europea de astilleros, que lamentó que la decisión deje al sector “en duda durante al menos un año” y retrase la creación de un “terreno de juego regulatorio internacional” fundamental para acometer inversiones de largo plazo. En un comunicado, CESA recordó que la industria necesita “claridad oportuna” para acelerar la transición y evitar que el retraso regulatorio se traduzca en desventajas competitivas para los armadores que ya han iniciado cambios tecnológicos.

Año de descarbonización del sector El objetivo de la OMI sigue siendo el mismo pese a la pausa de un año

Pese a la tensión, el secretario general de la OMI no da por muerto el proyecto. “El acuerdo no está en absoluto cerrado. El proceso continuará”, insistía Domínguez desde Brasil, apuntando también a la necesidad de integrar las preocupaciones de Estados Unidos mediante conversaciones bilaterales y multilaterales antes de la próxima sesión, confiando en que ese diálogo permita recuperar el impulso regulatorio.

La cuestión de fondo permanece intacta: el transporte marítimo, responsable de alrededor del 3% de las emisiones globales, necesita un marco robusto para cumplir con el objetivo del 2050. El aplazamiento del que debía ser el instrumento regulatorio más ambicioso hasta la fecha supone un revés temporal, pero no altera la hoja de ruta climática adoptada por los estados miembros. Domínguez lo resume así: “Nuestro objetivo –que adoptamos todos en el 2023– es descarbonizar el sector alrededor del 2050. Lo mantenemos, independientemente de la situación actual”. Una postura que mantienen también desde los principales astilleros y puertos europeos como el de Barcelona, donde los procesos de descarbonización están ya presupuestados y en marcha.

De todos modos, la OMI afronta ahora un año decisivo para recomponer consensos, acercar posiciones y tratar de rebajar la tensión generada por la maniobra estado­unidense. Y con el desafío de encontrar un equilibrio entre la ambición climática y las dinámicas políticas que rodean al sector.

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