Elon Musk hizo una aparición sorpresa en la ceremonia de reapertura de la catedral de Notre Dame. Compartió su experiencia en directo en X con un vídeo de la cubierta de bóveda con la leyenda “Magnificat Cathedrale”.
Entre los asistentes estaban el presidente electo Donald Trump, los primeros mandatarios Emmanuel Macron, Volodimir Zelensky y los príncipes Guillermo de Inglaterra y Alberto de Mónaco. En otras épocas éstos habrían acaparado toda la atención de las cámaras y de la prensa rosa; en la nuestra, fue Musk quien acaparó foco, selfies y tuits. La nueva realeza es tecnológica, y todo gracias a X.

El empresario Elon Musk junto al presidente electo Donald Trump
Durante el boom de Internet a finales de los 90, Musk cofundó X.com que evolucionó a PayPal y vendió a eBay por 1.500 millones de dólares. Con los beneficios lanzó proyectos tan ambiciosos como SpaceX en 2002 –viajes espaciales más eficientes y la colonización de Marte– y compró Tesla en 2004. Amplió su influencia con SolarCity en 2006, promoviendo soluciones de energía solar y se aventuró con conceptos futuristas como Hyperloop para el transporte de alta velocidad, Neuralink para interfaces cerebro-ordenador y The Boring Company en 2016 para la innovación en infraestructuras. En veinte años el informático visionario se había convertido en Tony Stark, el tecnólogo multimillonario de Marvel y el hombre de hierro. Era el Musk icono pop.
Musk adquirió Twitter en el 2022 por 44.000 millones de dólares; ganaba el control de un importante canal de comunicación global. Es el inicio de su cambio de empresario tecnológico en una figura influyente en la política y los medios. Inicialmente alineado con los demócratas, Musk ha abrazado cada vez más las políticas de la ultraderecha, hasta apoyar financieramente la candidatura de Donald Trump. Su influencia se extiende globalmente; se ha relacionado con líderes políticos de 13 países. Las fluidas comunicaciones de Musk con Vladimir Putin han hecho saltar todas las alarmas sobre los riesgos de la injerencia del poder corporativo en la diplomacia internacional. Esta evolución ha posicionado a Musk como un líder polarizador con influencia sobre las conversaciones y la política globales, una especie de Dr. No de James Bond con quien también comparte el interés en los cohetes. Larga vida a Elon I de Trumpelonia.