Al menos de puertas para afuera, Trump es como si oyera llover a pesar del desmoronamiento del mercado bursátil y el estrés de los ciudadanos por la augurada subida de precios.
“La implementación de los aranceles va muy bien”, respondió cuando este jueves se disponía a viajar a Miami con motivo de la celebración de un campeonato de golf en uno de sus clubs.
“Los mercados van a experimentar un auge, las acciones van a experimentar un auge, el país experimentará un auge”, respondió a los periodistas, mientras los tres índices (Dow Jones, Nasdaq y S&P) sufrían un hundimiento profundo, el dólar se debilitaba y se acrecentaban las voces de alerta sobre una posible recesión. “El resto del mundo quiere ver, ¿hay alguna manera de que puedan llegar a un acuerdo?”, dijo. Y reiteró que llegarán de seis a siete billones, por arte de magia.
El discurso del miércoles de Trump sobre aranceles recíprocos, el mayor ataque al libre comerció que instauró Estados Unidos y que ha encumbrado al país como la nación más rica del mundo, se convirtió en una llamada al caos global con momentos de ridículo, como la imposición de tasas a una isla donde viven pingüinos, que hasta el pasado año carecía de comercio alguno con Washington.
“Hay que tener confianza en el presidente Trump, sabe lo que hace cuando transforma la economía global”, respondió en la Fox el secretario de Comercio, Howard Lutnick. “Estos aranceles estimularán a los otros países a revisar sus políticas comerciales”, insistió.
En ese momento Wall Street continuaba en su descalabro, con pérdidas de billones de dólares, los estadounidenses en general no ocultaban su preocupación por el coste que esto supondrá para ellos –de 2.500 a 3.800 dólares por hogar, según los estudios– y la empresa de automoción Stellantins (Jeep, Ram, Dodge y Chrysler) anunciaba que para temporalmente la producción en las plantas de México y Canadá. Respondió así a las cargas del 25%, vigentes desde este jueves, a los coches no fabricados en EE.UU. Por efecto directo a este freno en la producción, unos 900 trabajadores vieron sus empleos suspendidos en los estados de Indiana y Michigan.
Incluso el editorial de un aliado como The Wall Street Journal condenó al presidente. “Rehacer la economía mundial tiene grandes consecuencias y puede que no todas contribuyan a lo que Trump anuncia como una nueva edad dorada”.


