Hay cosas que no salen en los informes de productividad ni en las memorias anuales de las empresas. Cosas pequeñas, casi invisibles, que ocurren en los pasillos, en la máquina de café o en la cocina de la oficina. Comentarios espontáneos, una risa compartida, un consejo improvisado o esa conversación sobre la serie de moda que, sin saber cómo, nos conecta. Todo eso lo estamos perdiendo cuando convertimos el trabajo en algo que solo sucede frente a una pantalla.
El teletrabajo nos da más flexibilidad, autonomía y tiempo. Pero también reduce algo esencial: la parte más humana del trabajo. El contacto. El equipo. El “vamos a por un café”. Y aunque los extremos (el presencial obligatorio o el teletrabajo permanente) han sido necesarios en distintos momentos, los datos empiezan a dibujar una realidad mucho más intermedia y equilibrada.
En Busquets Gálvez, hemos elaborado un estudio junto a varias consultoras de recursos humanos que pone cifras a esta sensación compartida. Más del 50% de los trabajadores prefiere un modelo híbrido, especialmente con uno o dos días de homeworking a la semana. Solo un 16% opta por el teletrabajo total, mientras que el 31% aún se decanta por el formato 100% presencial. La flexibilidad se ha convertido en una expectativa generalizada, pero no como una vía de escape de la oficina, sino como una manera de adaptar el trabajo a la vida sin renunciar a los vínculos que lo hacen significativo.
Una oficina moderna
Y es que el 90% de los profesionales consultados afirma que estaría encantado de trabajar presencialmente… si la oficina cumple unas mínimas condiciones de bienestar: luz natural, diseño cálido, mobiliario ergonómico, espacios comunes agradables, zonas verdes, terrazas. No se trata de lujo, sino de sentido común. La oficina, para atraer, ya no puede ser solo un lugar donde trabajar; debe ser un lugar donde apetezca estar.
Esta percepción coincide con otros informes recientes del mercado. Según el INE, el 14,6% de los trabajadores en España teletrabaja de forma habitual, una cifra muy por debajo de la media europea, que ronda el 22%. Y solo el 13% de los empleados trabaja de forma 100% remota, mientras que un 67% lo hace uno o dos días por semana (datos de Robert Walters). Las oficinas, por tanto, siguen siendo necesarias. Pero han cambiado de función: ya no son solo el centro del trabajo, sino el centro del encuentro.
Desde nuestra posición como consultora inmobiliaria, lo vemos a diario: los promotores y propietarios que han entendido este cambio están liderando el mercado. Aquellos que están invirtiendo en renovar espacios, incorporar zonas compartidas, añadir vegetación, diseñar oficinas con identidad propia... Son también los que están mejorando sus ratios de ocupación y aumentando su rentabilidad. Lo tienen claro: si el cliente entra y dice “wow”, el precio por metro cuadrado pasa a segundo plano. Antes mirábamos las oficinas de Google y creíamos que eran la excepción, pero ahora nos hemos dado cuenta de que son la norma.
Dinámicas de equipo
Pero no es solo cuestión de estética. Los equipos directivos también lo saben: una oficina bien pensada mejora el ánimo, la productividad y el sentido de pertenencia. Las mejores ideas no siempre nacen en una reunión programada, sino en una charla informal junto al microondas. Las dinámicas de equipo se fortalecen no con más “calls”, sino con más “¿tienes un minuto?” En persona. O dicho de otra manera: más ‘coffee’ y menos ‘Teams’.
Es cierto que no todas las ubicaciones juegan con las mismas cartas. En muchas zonas periféricas, la absorción de nueva oferta de oficinas se está ralentizando, no porque falte demanda, sino porque la calidad del producto no responde todavía a lo que esperan las empresas y los trabajadores y porque la cantidad y calidad de servicios en la zona no pueden competir con las zonas céntricas. Ya no basta con tener metros y plazas de garaje: hay que tener luz, alma y un diseño que ponga al usuario en el centro. ¿Os acordáis de aquellos que se reían cuando veían un futbolín o una videoconsola en una sala de descanso? Lo mismo que antes, este tipo de “chuches” ya no son la excepción, sino la norma.
El trabajo híbrido no es una concesión, es una evolución lógica. Pero para que funcione, la oficina debe competir con el hogar. No en comodidad, quizás, pero sí en conexión, en relación, en comunidad. Porque cuesta motivarse ante un Excel en solitario, pero todos nos sentimos parte de algo cuando compartimos objetivos, café y conversaciones con los nuestros.
Y así volvemos al principio: sin café, sin charla y sin equipo, el trabajo se vuelve más frío, y también más solitario. Y a la larga, menos humano.

