Zucman, el personaje que desata la ira en Francia

LA VENTANA INDISCRETA

Zucman, el personaje que desata la ira en Francia
Adjunto al director

Gabriel Zucman es un economista francés de 38 años que se ha convertido en el personaje más controvertido y polémico de su país a causa del gran predicamento de su propuesta de un Impuesto del 2% a los patrimonios superiores a los 100 millones de euros, complementado por uno global a los ultrarricos con fortunas de más de 1.000 millones. Se trata de una medida que, según sus defensores, permitiría reducir drásticamente el déficit público francés, pensar en iniciar la reducción de su abultada deuda pública. Y sin resquebrajar el Estado del bienestar.

La propuesta de Zucman afectaría solo a patrimonios muy elevados. Gran diferencia con la tasa española, que aplica el impuesto sobre el patrimonio a partir de cifras incomparablemente más bajas, un millón (700.000 con deducción de 300.000 por vivienda habitual). Además, la medida francesa incluye en el cálculo todas los activos empresariales y profesionales del contribuyente, algo que en España no sucede, pues excluye las participaciones en compañías de las que se reciba la mayor parte de la renta y en las que participe con más de un 5% del capital. Se ceba sobre un contribuyente que no puede escapar, como el suprerrico.

Zucman, profesor de la Escuela de economía de París y de la Universidad de Berkely y de la escuela del conocido Thomas Piketty, se ha especializado en la investigación sobre evasión fiscal y paraísos fiscales, así como sobre desigualdad. De esos trabajos acabó naciendo la propuesta que la izquierda francesa incorporó a su programa electoral. A principios de este año la Asamblea nacional la aprobó en primera lectura, con el voto de la izquierda, un sector del centro y la abstención del ultraderechista Rassemblement National de Marie Le Pen. Después, en junio, el Senado, con mayoría de centro derecha, la rechazó y la iniciativa espera varada, como una bomba de relojería que el cambio de gobierno puede hacer explotar.

Paris (France), 24/07/2024.- The highrise sky-scrapers of the financial district La Defense dominate the skyline from the Arc de Triomphe prior to the Paris 2024 Olympic Games, in Paris, France, 24 July 2024. The opening ceremony of the Paris 2024 Olympic Games will begin on 26 July with a nautical parade on the Seine river and end on the protocol stage in front of the Eiffel Tower. (Francia) EFE/EPA/MARTIN DIVISEK

Vista de La Defense, centro financiero y económico de París.

VistMARTIN DIVISEK / EFE

Por eso la presión para tasar a los superricos crecerá, pese al rechazo del populismo de derechas

El censurado ex primer ministro, François Bayrou, como era de esperar, no había incluido esa medida en su fracasado proyecto de presupuestos para el año próximo, un motivo adicional para que la izquierda votase su reprobación. Caído Bayrou, Emmanuel Macron, el presidente de la República, ha nombrado a uno de sus fieles históricos, Sébastien Lecornu, nuevo jefe de gobierno. Su problema es que debe impedir que cuaje una mayoría hóstil que le impida gobernar y como ocurrió con su antecesor acabe censurado en la Asamblea Nacional. Para ello necesita, por lo menos, la abstención socialista. Su primer secretario, Olivier Faure, exige que la tasa Zucman vaya en el presupuesto del 2026. También la marcha atrás de la reforma de las pensiones. La posible recuperación del impuesto a las grandes fortunas, derogado por Macron en su primer mandato, ha crispado el debate.

La prensa francesa se ha volcado a debatir sobre la tasa Zucman y cada día se publican diferentes pronunciamientos y análisis sobre la viabilidad y los posibles efectos de su aplicación. Los debates van desde la minuciosidad técnica a la simbología política, el efecto sobre el espíritu emprendedor o la calidad de Zucman como economista, al que se critica descarnadamente. La derecha acusa al Estado de exceso de generosidad y de despilfarro, con al extrema derecha exigiendo el fin de los programas de ayuda a los inmigrantes y recortes drásticos en los programas sociales. desde la izquierda se acusa a Macron de ser el responsable de la explosión de la deuda por las rebajas fiscales de su primer mandato. Por la izquierda se señalan las ayudas a las grandes empresas, 270.000 millones al año, según dos periodistas de Le Nouvel Observateur, diario de centroizquierda.

A priori parecería que una propuesta de este tipo, en el actual clima de revuelta fiscal de los superricos, apoyados por los movimientos populistas de derecha, con Donald Trump, el presidente de EE.UU., a la cabeza estaría condenada al fracaso. Ya se ha cargado el primer plan para imponer una tasa mínima global a las grandes compañías.

Hasta los ochenta, el impuesto sobre el patrimonio era una figura de recaudación fiscal extendida. Con el ascenso del thatcherismo y Ronald Reagan en EE.UU., el neoliberalismo, casi desapareció. Ahora, en Europa, es una especie en vías de extinción. Pero las circunstancias políticas son complejas. Por momentos parecería estar en marcha un movimiento pendular, de sentido contrario, al desplegado durante las últimas décadas.

Recortar el estado del bienestar y aumentar el gasto militar es incompatible con la democracia

La riqueza se ha concentrado desmesuradamente. Según el Financial Times, el patrimonio de Elon Musk, el hombre más rico del mundo (342.000 millones de dólares), es superior al de todos los integrantes (149) de la primera lista Forbes, publicada en 1987. Aún descontando la inflación es una desmesura. Según los estudios del equipo del mencionado Zucman, los 400 más ricos de EE.UU. pagan tan sólo un 24% de sus rentas anuales. Ejemplos chocantes de una concentración de riqueza acompañada de indulgencia fiscal que cada día que pasa resulta más insoportable para muchos sectores sociales y para los patrimonios medios, esos que no pueden huir de las legislaciones locales.

Al mismo tiempo, los Estados buscan incesantemente nuevas fuentes de ingresos con los que hacer frente a sus gastos, que crecen como consecuencia de las desigualdades y la corrosión del tejido social.Y ahora, con el añadido de los gastos extra en la industria de armamento. Aunque muchos gobiernos definen programas de reducción del gasto, el último el alemán del democristiano Friedrich Merz, la política práctica las convierte en inviables. El caso francés y su crisis política crónica, son el mejor testimonio de esas dificultades. Y hasta cierto punto, con la experiencia de la gran crisis del 2008, se podría pensar que esas propuestas de recorte de programas sociales y más gasto militar son incompatibles con la democracia. Requerirían drásticos métodos de gobierno que devolverían Europa a los lúgubres años treinta del siglo pasado.

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