‘Higiene’ en la gestión pública

‘Higiene’ en la gestión pública
Catedrático de Economía de la UPF

Para los que defendemos la intervención pública en áreas en las cuales sabemos que el mercado no funciona, o no lo hace como la sociedad desea, hay cosas que hacen daño. Nos contrarían en la pretensión de recuperar bienestar social cuando la gestión pública, que se hace en nombre de este, lo empeora en lugar de mejorarlo. Así, me causa estupor ver el elevado absentismo de nuestros trabajadores públicos. En muchas de las organizaciones que conozco, este supera de largo el 10%. Una media anual que aumenta en determinados periodos, que ya pueden pensar cuáles son. Imaginen las disrupciones que generan las bajas, o los permisos por asuntos propios , en centros sociales, sanitarios y educativos. Estos a menudo tienen un efecto multiplicativo con afectación a otros trabajadores del centro, en la medida en que en la organización hace falta el trabajo en equipo. El responsable asistencial de la organización tiene que responder así al día a día sin estrés a las diferentes contingencias, confrontando la presión asistencial. En la sanidad, o en los servicios sociales, el paciente espera . En las escuelas se llama a un sustituto en el tiempo posible, activando la bolsa pertinente. Pero con qué cara algunos de aquellos trabajadores públicos titulares de la plaza cogen bajas a veces por razones lo bastante espurias como, por ejemplo, por depresión –no pueden llevar más de una tarea encargada– o porque tienen que cuidar algún ancestro. Mira por dónde, a veces eso se declara justo antes de haber trabajos poco gratos como los de evaluar y corregir al alumnado. Para acabar haciéndolo un “entrante de paso” que no conoce ni el centro ni los alumnos asignados y para, después, ver cómo se reincorpora el titular, en particular si empieza un periodo de vacaciones.

Contra las bolsas de interinaje, el ministro Iceta, a requerimiento de la Unión Europea, hizo una convocatoria masiva de plazas. Entre los compromisos negociados con los sindicatos se encontraba que ninguna plaza se podía dejar vacante si había candidato. Recuerdo muy bien como en mi pueblo, a una chica que firmaba automáticamente todas las plazas que salían, se encontró con que era única candidata y fue nombrada. Cuando ocupó la plaza y vio en qué consistía, cogió una fuerte depresión, y un médico le dio la baja. Y, claro está, se buscó un sustituto interino. Ahora la plantilla pública ha aumen­ta­do con la escogida, de baja, y el interino, que hace el trabajo. ¡El mundo al revés! Titular de los medios y burla social: “Indignación en la formación profesional. ¡Una pianista gana la plaza para impartir clases de náutica en el dique del oeste!”.

No es igual trabajadores del Estado del bienestar que el bienestar de los trabajadores del Estado

Bien, alguien puede pensar que son ­temas puntuales, pero el impacto que tiene todo eso en la productividad y el buen hacer de la tarea pública es enorme. Y nos recuerda, de nuevo, que no es lo mismo hablar de los trabajadores del Estado del bienestar, que hacerlo del bienestar de los trabajadores del Estado. Para legi­timar la intervención pues, y antes de grandes palabras de reforma, por higiene democrática, son cosas que se deberían ­evitar.

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