Desde que apareció la inteligencia artificial generativa, muchas personas se preguntan qué vamos a hacer los humanos cuando las máquinas lo hagan todo. Por primera vez, una herramienta tecnológica entra en un terreno que considerábamos exclusivamente nuestro: pensar, escribir, analizar, imaginar. Ya no solo se mecaniza la tarea. Se mecaniza lo mental. Estamos sobrecogidos.
Pero hay que precisar. La IA trabaja con datos preexistentes. No crea desde la nada. Calcula, combina, predice. Sus algoritmos se entrenan con lo que ya hemos dicho, escrito, inventado los humanos. Y todo lo hace a partir de probabilidades. La inteligencia artificial no es inteligencia. Es capacidad computacional, pero a lo bestia. La IA jamás habría inventado el cubismo o el jazz.
En el centro
Con cada avance no desaparece el trabajo, sino una forma de trabajar; la IA dará más tiempo a lo que solo pueden hacer los humanos
Puede simular creatividad, pero no vivirla. No tiene experiencias. No tiene emociones. No tiene conciencia del contexto ni sentido del propósito. Y eso, en todo proceso creativo, es esencial. Crear no es solo combinar ideas. Es intuir, decidir, resignificar. Es saber cuándo romper una regla, cuándo arriesgar, cuándo ceder. Y eso lo hace el ser humano. En el arte, en la ciencia, en la empresa. La IA puede asistir. Pero no reemplazar lo esencialmente humano.
Cada vez que la tecnología ha dado un salto, ha pasado algo parecido. Cuando aparecieron los electrodomésticos, se dijo que trabajaríamos solo dos o tres días a la semana. Que las máquinas nos liberarían tiempo y tendríamos más ocio. Pero no. Las lavadoras, aspiradores y batidoras liberaron tiempo, sí. Pero lo usamos para otras cosas. Para producir. Y terminamos trabajando igual o más. Pero lo hicimos para crear más valor. Con los ordenadores ocurrió lo mismo. Se decía que desaparecerían muchas profesiones, como los contables y administrativos. Pero no desaparecieron. Cambiaron. Los balances ya no se hacían a mano, ni los mayores. Los cuadros de cuentas eran automáticos. Se liberó tiempo para nuevas áreas: análisis financiero, auditoría, estrategia fiscal.
Con cada avance, lo que desaparece no es el trabajo, sino una forma de trabajar. Lo que hace la IA es dejar más espacio para lo que solo puede hacer un ser humano. Por eso creo que, lejos de sustituirnos, esta tecnología va a ponernos aún más en el centro.
La IA es un cambio enorme. Pero la historia demuestra que cuando una herramienta nos libera de tareas, no nos empobrece. Nos obliga a elevarnos. Y eso, si sabemos hacerlo, es un progreso. Va a haber, sin duda, una reconversión. Afectará a industrias, profesiones, modelos edu- cativos. Pero si lo gestionamos con inteligencia, saldremos reforzados. Yo espero que el mundo sea mejor con inteligencia artificial que sin ella. El proceso hasta llegar ahí es la incógnita. Toda reconversión supone, al inicio, damnificados.
Y aquí los habrá. Claro que los habrá. Pero así evoluciona nuestra especie. Y así seguirá evolucionando. Lo que viene es muy fuerte: una gran revolución educativa, social y organizativa.