Oliver Blume (Braunschweig, Alemania, 1968) es, sobre el papel y en la práctica, el consejero delegado idóneo para liderar el Grupo Volkswagen. Es una suerte de “yerno perfecto” para la primera automovilística de Europa, que necesita mano de hierro en guante de seda para atravesar tanto la gran crisis que vive el sector de la automoción en el Viejo Continente como la suya propia, la mayor que atraviesa el grupo desde el dieselgate , con los beneficios en caída, los márgenes reducidos en Europa por las inversiones y la reducción de emisiones y la sombra de China al fondo.
OLIVER BLUME
Así es que el grupo acaba de renovar al alemán en su puesto hasta 2030 pero con una condición: no más relaciones paralelas. Blume era, a la vez, consejero delegado de Porsche y del grupo Volkswagen. Para mantenerse al frente de la matriz, se le exige ahora exclusividad y el directivo dejará la gerencia de Porsche en 2026.
Criado en la casa VW, de su paso por Seat habla un perfecto castellano y mantiene casa en Barcelona
Blume es, ante todo, un ingeniero. Su modo de hablar es medido, preciso, como quien ajusta una pieza. Es un ejecutivo discreto, poco dado a las entrevistas y con un perfil público más bien bajo. Contrasta en modos y maneras con su antecesor, Herbert Diess, un ejecutivo más expansivo, amante de los titulares, y visionario, responsable del vuelco eléctrico de la automovilística, pero también de graves choques con los sindicatos y con el Estado de Baja Sajonia, segundo accionista de la compañía.
Criado en la casa VW, lo que suma puntos, Blume comenzó su carrera en Audi en 1994, donde comenzó como aprendiz y fue desarrollando distintos puestos. Entre 2004 y 2009, trabajó en Seat, en Barcelona, donde asumió labores de planificación y pilotaje industrial. De su paso por Martorell, le queda la capacidad de expresarse perfectamente en castellano y una casa que mantiene en la zona de Barcelona. Tiene muy buena relación, según fuentes cercanas, con el actual consejero delegado de Seat, Markus Haupt, a la sazón un perfil muy de su estilo industrial y discreto frente a sus más expansivos predecesores. Es corredor de maratones y aficionado a la música clásica, rasgos que reflejan su carácter disciplinado y metódico.
Llegó a la dirección de Porsche en 2015 y su liderazgo, en el que tiene muy presentes el trabajo en equipo y la precisión, fue clave para la modernización de la marca antes de su salida a bolsa en septiembre de 2022. Bajo su mandato, Porsche batió récords de rentabilidad, amplió su capacidad industrial e impulsó la electrificación con el lanzamiento del Taycan, primer deportivo 100% eléctrico. Pero Blume no lo apostó todo a este caballo. Optó por mantener los motores de combustión mientras el mercado asumía la transición, aunque marcó el objetivo de que el 80% de las ventas sean eléctricas en 2030.
Este éxito le llevó al despacho principal del grupo donde su primer reto, heredado, fue hacer frente a la negociación colectiva de miles de despidos. La automovilística se enfrentaba, por primera vez en su historia, a cierres de plantas en Alemania. Blume, a base de reuniones de un altísimo nivel de confidencialidad, logró un acuerdo de rebaja salarial para 120.000 trabajadores y 35.000 bajas voluntarias, que evitaron despidos y cierres.
Firmó la paz social pero su empresa está lejos de lograrla. Su principal escollo está en China, uno de sus mercados prioritarios y una mina de oro durante décadas, donde sus ventas caen a doble dígito. Mientras, en Europa, un mercado más que maduro, las ventas se mantienen pero los márgenes se erosionan a más velocidad. Los resultados de 2024 condensan bien esa tensión. Aunque el grupo mantiene un volumen de más de nueve millones de vehículos vendidos, el beneficio neto se redujo un 30,6%, hasta 12.394 millones de euros. Las inversiones en electrificación y digitalización superaron los 20.000 millones anuales. Blume debe demostrar así que puede transformar el gigante. Su tarea consiste en reconectar la tradición industrial alemana con las nuevas reglas de la movilidad global: eficiencia, software, electrificación y flexibilidad. En sus propias palabras, “Volkswagen tiene la responsabilidad de liderar el cambio, no de sufrirlo”. Pero liderar el cambio significa enfrentarse a todo lo que la hizo grande.

