Entre el fuego y las brasas

Venimos diciendo que Europa afronta con dificultad el cambio de paradigma económico que vivimos. Y así, para adaptarse, los países de la UE intentan seguir la delicada senda que definen la creciente competencia y el conflicto de China y EE.UU. y las dificultades militares con Rusia.

El problema de fondo radica en una UE atrapada por decisiones previas que imposibilitan abordar adecuadamente los desafíos de hoy. Porque los instrumentos que garantizarían el futuro, lastimosamente, ni existen ni se les espera: no hay gobierno común, ni instrumentos financieros propios, ni capacidad de emisión de bonos públicos ni transferencia de recursos entre países. Nos enfrentamos a este nuevo mundo con viejas herra­mientas.

El problema de la UE es que se enfrenta al mundo de hoy con viejas herramientas

Intentos voluntariosos de acomodarse los ha habido. Y así, frente a la reversión de la globalización ( decoupling ) de Biden y Trump, o de la fragmentación económica del FMI, la Comisión Europea definió una posición intermedia, menos agresiva que la ruptura de relaciones con China, que se concretó en el de-risking de Von der Leyen del 2023: cortar lazos y vinculaciones en sectores estratégicos y reducir dependencias excesivas en el resto, aunque sin renunciar a las ventajas de la globalización. Y aunque la voluntad inicial era esta, los hechos están forzando la mano de la Comisión: crecientes aranceles y dificultades comerciales con EE.UU. y muy severa competencia china en todo tipo de sectores, desde aquellos con tecnología avanzada a otros de factura tradicional, junto a sanciones mutuas.

Cierto que los problemas con China son relevantes: prohibición de exportación a la UE de tierras raras o de los necesarios chips de Nexperia, pero no son en absoluto escasos respecto de EE.UU. Por ejemplo, estos sugieren mayores aranceles si la UE mantiene su control de las tecnológicas o, en alianza con el Gobierno de Qatar, amenazan con restringir el suministro de gas natural a la UE de mantenerse la directiva sobre sostenibilidad empresarial (Due Diligence and Corporate Sustainability Reporting Directive), que obliga a prevenir impactos sobre medio ambiente, corrupción, derechos humanos y diversidad. Además, los efectos arancelarios sobre el corazón industrial alemán comienzan a ser ya más que perceptibles. Y, y eso me parece más relevante todavía, no conocemos cuál va a ser el impacto futuro sobre la industria del automóvil europea de una América de Trump que continúa abrazando el motor de explosión y de una China claramente sesgada hacia el eléctrico. Entre esas poderosas Escila y Caribdis, ¿dónde quedamos nosotros?

Una endiablada situación, de la que somos responsables en última instancia. Porque, como el primer ministro británico lord Palmerston afirmó hace ya más de un siglo, en la geopolítica internacional no hay ni amigos ni enemigos, solo intereses. Lástima de Europa: atrapada entre el fuego y las brasas.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...