En torno al IVA turístico

Opinión

La propuesta del catedrático Josep Oliver, en la reciente jornada anual del Col·legi d’Economistes, de dejar de subvencionar al sector del turismo a través del IVA reducido fue recibida con posiciones radicalmente enfrentadas si bien, al cabo de pocas horas, la discusión quedaba aparcada al considerar empresarios y sindicatos que haría tambalear un sector tan fundamental como el turismo. Sin embargo, el fondo de la cuestión apunta a una de las mayores debilidades de nuestra economía, que no acabamos de abordar. Mantengamos el IVA reducido, pero abramos un debate sereno e informado acerca de la conveniencia de seguir apostando por determinadas actividades que poco o nada aportan al conjunto de la economía y que requieren de una inmigración masiva.

En unas circunstancias en que no se encuentra personal y con una demografía a la baja, la prioridad no puede ser el seguir creando aún más empleo precario; aquel que, por su escasa retribución, no garantiza llegar a fin de mes y que, por su estacionalidad, absorbe muchos recursos públicos durante los meses en que el trabajador no está ocupado. Además, entre otras externalidades negativas, la llegada masiva de inmigrantes para trabajar en sectores de bajo valor añadido y vivir en condiciones de hacinamiento genera un rechazo de los autóctonos que alimenta el discurso xenófobo, da alas al radicalismo político y acaba por deteriorar la convivencia. Recordemos el episodio de Torre Pacheco este pasado verano y la que se avecina en las próximas elecciones municipales, que pueden suponer una eclosión de la extrema derecha.

La prioridad no puede ser el seguir creando aún más empleo precario

La economía española, con una de las tasas de ocupación más elevadas que podamos recordar, necesita de una fuerte reconversión del trabajo, aparcando el apoyo a aquellas actividades que no generan empleo de una mínima calidad y orientando los recursos públicos hacia aquellas que sí generan riqueza y cohesionan la sociedad.

Entre estos sectores de futuro se sitúa claramente el turismo, una especie de bendición para la economía española desde hace muchas décadas. Pero no se puede hablar del turismo como un todo homogéneo, pues las diferencias en el seno del sector son enormes: desde las compañías que generan buenos empleos a lo largo de todo el año a actividades de temporada con bajos salarios, precariedad y necesidad de subvención, directa o indirecta, del sector público. Una dinámica que también se reproduce, a menudo con aún con mayor intensidad, en determinados ámbitos de la agricultura y los servicios.

En este momento de transformación productiva acelerada, el tejido empresarial español reúne todas las condiciones para un gran salto adelante soportado especialmente en ese denso entramado de pymes competitivas que, pese a todo en contra, se han situado en este mundo global y competitivo. Aprovechemos la señal de alerta y pongámonos a decidir qué país queremos a medio y largo plazo.

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