Mientras España se debate sobre el futuro de sus nucleares, el interés por la energía atómica renace en el mundo. Más de 40 países, muchos de ellos del entorno europeo, tienen actualmente planes para reforzar su mix energético con nuevos reactores. De hecho, el último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala que actualmente hay en construcción más de 70 GW en centrales nucleares, la cifra más alta de los últimos 30 años. Las tensiones geopolíticas, la transición energética y la inteligencia artificial están promoviendo esta segunda etapa dorada para esta tecnología.
De esta forma, la potencia de energía nuclear instalada en el mundo romperá con el estancamiento de las últimas décadas y pasará de los casi 430 GW a cierre del presente ejercicio a los aproximadamente 580 GW en el 2035. Así que la nuclear crecerá “al menos un tercio en la próxima década” y se situará un 75% por encima de los niveles actuales en el 2050, según la estimación de este organismo, con el actual marco regulatorio.
El informe de la AIE explica que el sector nuclear ha presentado varios cambios internos que facilitan este renacer. “La innovación, el control de costes y una mayor visibilidad de los flujos de caja futuros son esenciales para diversificar un sector que se ha caracterizado por una alta concentración de mercado”, especifica. En este sentido, la inversión actualmente va dirigida tanto a plantas tradicionales como a la aparición de los nuevos reactores modulares de tamaño pequeño (SMR, por sus siglas en inglés).
Google, Meta, Amazon y Microsoft invierten en esta tecnología para sus centros de datos
El renovado interés por las centrales nucleares viene dado por varios motivos. El primero es mejorar la soberanía energética ante un contexto geopolítico mundial lleno de incertidumbre. La invasión rusa de Ucrania ha supuesto un golpe para el acceso al gas natural barato para la UE. Por otra parte, la inestabilidad en Oriente Medio también preocupa a los Veintisiete. Ante este escenario, hay quien ya ha pasado a la acción.
Francia es el caso más destacado. El principal productor de energía nuclear de la UE ha dado un volantazo a los planes de cierre de reactores y está impulsando una estrategia de refuerzo energético mediante reactores nucleares para garantizar su independencia. Entre otras medidas, el Gobierno que lidera Emmanuel Macron plantea mantener sus 19 centrales existentes (y 54 reactores) y construir 14 reactores de nueva generación. Esta estrategia deberá abordar el desafío de la antigüedad de sus instalaciones: un tercio de ellas lleva más de 40 años en activo.
Más allá de Francia, Polonia, Hungría, la República Checa y Suecia cuentan con planes de construcción de nuevos reactores. En países con una fuerte oposición a la energía nuclear, como Dinamarca y Alemania, el debate se ha reabierto. El caso del país nórdico es paradigmático porque plantea levantar la prohibición a la energía atómica vigente durante los últimos 40 años. Por su parte, el canciller alemán, Friedrich Merz, ha puesto sobre la mesa esta opción ante los problemas derivados de la dependencia del gas ruso, dos años después del cese de actividad del último reactor en el país.
En Europa y EE.UU. las obras suelen retrasarse ocho años y el coste más que duplica el presupuesto
Pero el gran impulsor de esta tecnología es China, que construirá la mitad de las nuevas centrales y será líder mundial en el 2030. El gigante asiático cuenta con una capacidad de 60 GW, la mayor parte en centrales con menos de 20 años de vida, y tiene más de 35 GW en desarrollo.
Además del aumento de la soberanía energética, la energía nuclear se ha convertido en un aliado para la transición energética. Los analistas del banco de inversión privada Mirabaud recuerdan que la Comisión Europea reconoció el papel de esta fuente de energía en el Pacto Verde, la estrategia para alcanzar la neutralidad climática, en el 2022. La entidad señala en un informe que este renovado interés se debe a que es una fuente baja en emisiones, comparable con las renovables.
Otro de los factores que están impulsando la energía nuclear es la carrera tecnológica de la inteligencia artificial generativa. Los centros de datos que soportan toda esta tecnología consumen grandes cantidades de energía, además de agua, y muchas compañías están tratando de asegurarse el suministro eléctrico mediante acuerdos PPA ( power purchase agreement ), tratos privados entre productores y clientes.
Hay en construcción más de 70 GW en centrales nucleares, la cifra más alta de los últimos 30 años
La aparición de proyectos de este estilo se puede ver claramente en Estados Unidos. Tras 30 años sin nuevos proyectos, recientemente se ha firmado el acuerdo de Microsoft con Constellation Energy para reiniciar la planta de Three Mile Island, conocida por haber sufrido el mayor accidente de esta energía en el país; y el de Meta con la misma compañía en Clinton (Illinois). Por otra parte, Alphabet (Google) ha sellado un acuerdo con Kairos Power para adquirir energía de sus reactores SMR a partir del 2035. Se espera que la capacidad nuclear de EE.UU. aumente un 80% en el 2050.
El informe de Mirabaud señala que la energía nuclear (que seguirá representando menos del 10% de la generación eléctrica a escala mundial en los próximos años) todavía sigue generando un fuerte rechazo tanto por seguridad (con los accidentes de Chernobyl y de Fukushima en la memoria colectiva), como por la gestión de los residuos. La entidad privada indica que “las regulaciones y los protocolos de seguridad se han vuelto más estrictos que para cualquier otro tipo de central eléctrica” y apunta que “los nuevos diseños de reactores integran ahora sistemas de seguridad avanzados destinados a minimizar los riesgos”.
El banco de inversión señala que aproximadamente el 3% de los residuos generados son altamente radiactivos y representan un desafío a largo plazo. “Estos materiales ahora pueden almacenarse en instalaciones geológicas profundas (hasta 500 metros bajo tierra), en contenedores especialmente diseñados para resistir grandes movimientos tectónicos”, apunta.
La AIE apunta a otros problemas en su reciente informe, como los retrasos y sobrecostes en la construcción. En Europa y EE.UU., el promedio de dilaciones en la obra es de ocho años, mientras que la factura ha resultado ser 2,5 veces superior a lo presupuestado inicialmente.

