A España le va bien la libertad. En el terreno económico especialmente. Así se pone de manifiesto estos últimos 50 años. Desde la muerte de Francisco Franco en 1975 a la actualidad, la renta per cápita ha pasado de 15.077 a 36.190 euros en términos homogéneos teniendo en cuenta la inflación. Es decir, la riqueza por habitante se ha duplicado con holgura. Y eso que la población se ha incrementado en 14 millones de habitantes; la mitad, inmigrantes extranjeros. No hay duda: se trata del periodo de mayor prosperidad de la historia de España. En medio siglo se ha pasado de una economía intermedia baja a ser la cuarta de la Unión Europea y la duodécima a nivel global en producto interior bruto (PIB).
España perdió empleo durante buena parte de la década posterior a 1975, cuando murió Franco. La crisis económica provocada por el crack petrolero de 1973 hundió la economía y se llevó por delante lo que había conseguido el desarrollismo de 1959, donde se crecía al 7% anual. Se pasó del pleno empleo a una tasa de paro del 8,5%. La inflación se disparó al 15%; los salarios se desplomaron; la peseta se devaluó; las tasas de pobreza alcanzaron limites insoportables y los emigrantes españoles tuvieron que regresar con una mano delante y otras detrás. Los años de la transición de la dictadura a la democracia fueron realmente muy duros. Pero la apuesta por la democracia era tan sólida que la población aceptó los sacrificios. Adolfo Suárez encargó a su vicepresidente económico, el profesor Enrique Fuentes Quintana, un plan de ajuste, los llamados Pactos de la Moncloa. La izquierda garantizó la paz social a cambio de mayor libertad. Aquel fue el andamiaje que permitió elaborar y aprobar la Constitución de 1978.
Pactos de la Moncloa
Fueron el andamiaje que permitió elaborar y aprobar la Constitución de 1978. Desde entonces la política económica española se ha basado en la ortodoxia de las cuentas públicas
Desde entonces, toda la política económica española ha sido continuista y ha estado basada en la ortodoxia de las cuentas públicas. Felipe González nombró a Miguel Boyer y a Carlos Solchaga, a quienes les dio todo su apoyo para hacer las reformas necesarias y tener bajo control la inflación, el paro, el déficit y la deuda pública. Esto permitió la entrada de España en las Comunidad Económica Europea (CEE).
José María Aznar encargó a Rodrigo Rato y a Cristóbal Montoro el saneamiento de las cuentas del Estado, la liberalización de la economía, la privatización del sector publico empresarial y el control de la inflación que eran los requisitos para entrar en la UE del euro.
José Luis Rodríguez Zapatero mantuvo la ortodoxia económica gracias a su vicepresidente Pedro Solbes hasta que en el 2009 estalló la gran crisis hipotecaria y tuvo que dimitir. Fue sustituido por Elena Salgado. Su nombramiento coincidió con una fase inicial de políticas más expansivas, seguida poco después por un giro muy fuerte de ajuste fiscal.
Mariano Rajoy nombró a Cristóbal Montoro y a Luis de Guindos para evitar el crack financiero de España. Fueron obligados por la UE a volver a los ajustes para sanear la economía para salir de la crisis. Lo consiguieron, pero se quemaron políticamente.
Pedro Sánchez se tuvo que enfrentar a la recesión por la pandemia y a la ola inflacionista a raíz de la guerra de Ucrania. Las gestionó Nadia Calviño y se superaron por los fondos europeos. Desde el 2023 la sustituyó Carlos Cuerpo. María Jesús Montero, médica de profesión y con experiencia en gestión autonómica, es la ministra de Hacienda. No hay que abandonar el rigor económico y las reformas estructurales que han caracterizado medio siglo de democracia.