La inmediata y rotunda negativa del ministro de Industria y Turismo parece que ha abortado el necesario debate sobre la fiscalidad turística que empezó el catedrático Josep Oliver. El ministro Hereu respondió que no se tenía que subir el IVA en el sector –sobre todo alojamiento y restauración, que pagan un IVA reducido del 10%–, sino que con la tasa turística ya era suficiente. Una tasa que para todo el mundo es un impuesto local, pero que aquí fue el conseller Mas-Collell, en plena crisis de las finanzas autonómicas, quien tuvo que implantarla. Ningún ayuntamiento, empezando por el Barcelona que Hereu presidió durante cuatro años, se había atrevido. Ahora, además de Catalunya, la única comunidad que la aplica son las Baleares.
Oliver no se refería solo al IVA, sino que hablaba de otros impuestos que hacen especialmente atractiva España para los turistas, como los del alcohol y el tabaco –que generan un turismo transfronterizo específico–, además de la falta de peajes en las autopistas o el favorable tratamiento a los trabajadores de temporada del sector. Todavía habría que añadir otros, como el IVA cero de las agencias de viaje –que también utilizan a los turistas para las excursiones– o el escandaloso cero del IVA y de ningún otro impuesto especial sobre el queroseno de la aviación. Ahora que el ministro Puente quiere aumentar la velocidad del AVE para que el tren sustituya los vuelos aéreos, podría simplemente gravar el queroseno de los aviones con el IVA y otros impuestos especiales similares al resto de combustibles fósiles. Así, estos perderían competitividad y no habría que gastarse el dinero –que podría destinar a Rodalies– en la alta velocidad todavía más rápida.
Progresivo
Subir el IVA a un punto por año sería asumible y dejaríamos de tratar el turismo como una planta de invernadero
Hace pocos días, un destacado hotelero, en una jornada con el ministro y el presidente de la Generalitat, se quejaba del aumento de la tasa turística en Catalunya y decía que si había que financiar servicios, que se hiciera con otros impuestos, como el IVA. Igual no fue un lapsus y se apuntaba al aumento del IVA turístico... El hotelero remarcaba que en un sector que va bien, no hay que tocar nada. Cierto. Va tan bien que no tiene sentido que tenga una fiscalidad mucho más favorable que la gran mayoría de productos y servicios, como si fuera un sector emergente o que hay que proteger especialmente. Este era precisamente el concepto del franquismo, a quien el turismo contribuyó a sacar del aislamiento y a ingresar divisas. Sí que son once puntos de diferencia con el IVA estándar, pero no hay que subirlos de golpe. Progresivamente, a un punto por año, el impacto sería fácilmente asumible y dejaríamos de tratar las actividades turísticas como una planta de invernadero. Un punto más de IVA anual –que podría destinarse a las comunidades autónomas, ahora que se negocia la financiación– ayudaría a compensar la desmesurada especialización turística de nuestra economía, que compite con precios que solo son posibles para los bajos salarios –que solo aceptan trabajadores inmigrantes– y para una fiscalidad que hay que normalizar.