Un ruido intenso sentenciando que el crecimiento económico español es fake, un trampantojo que oculta una realidad de declive infernal, está permeando la sociedad. Es el equivalente, en el terreno de la economía, del que en el ámbito político descalifica la democracia por las malas artes de Pedro Sánchez. Su Gobierno estaría laminando la división de poderes –cuestiona las decisiones judiciales, utiliza la Fiscalía, burla al Congreso– de la misma manera que presenta una falsa realidad económica, penetrando incluso en los organismos económicos que deberían ser independientes; el último ejemplo, el Instituto Nacional de Estadística (INE). Chavismo político, económico y también estadístico.
La economía española estaría creciendo solo porque aumenta la población y, en este caso, exclusivamente por la vía de una inmigración descontrolada, en gran medida gracias a la permisividad del sanchismo en el control de las fronteras. A cada dato positivo de la economía se le contrapone un análisis que lo convierte en una mala noticia.
Si crece es por la inmigración y el aumento del gasto público. Si hay récord de empleo y este es indefinido, se trata de ocupaciones de poco valor añadido que además ocultan una precariedad que no detectan las estadísticas. La productividad apenas sube y sigue a la cola de Europa, entre otras cosas porque las empresas desconfían y no invierten. Los salarios apenas han subido y están estancados desde hace lustros. La renta por habitante no mejora.
La subida de la vivienda se come cualquier posible incremento de los ingresos, especialmente en el caso de los más jóvenes. Estos últimos, además, son los paganos del mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones, otra noticia susceptible de generar optimismo que han convertido en apocalíptica. Las pensiones suben porque lo hacen las cotizaciones de los jóvenes y se dispara la deuda pública. Como que el crecimiento de la economía se basa en buena medida sobre el gasto público, el endeudamiento de las administraciones está fuera de control... Inacabable. Es lo que pasa cuando la propaganda domina análisis y opiniones.
En el edificio Estel, la farmacéutica Astra-Zeneca tiene un centro de innovación
Los servicios de más valor añadido crecen con más fuerza que los vinculados al turismo y la hostelería
No se trata de ocultar que la economía española tiene muchos problemas, y algunos de reciente creación, como la nueva crisis de acceso a la vivienda, de la que el actual Gobierno tiene la principal responsabilidad por falta de previsión. Pero una gran mayoría de esos problemas no se han creado desde el 2018, una gran parte los arrastra desde hace muchas décadas, por lo menos desde el Plan de Estabilización de 1959, por no ir más allá. Hay que contextualizar los datos de acuerdo al momento y la tendencia que apuntan; plantear dilemas absolutos convierte los problemas en irresolubles.
La inmigración. Parecería que se trata de un fenómeno desconocido hasta la moción de censura que acabó con Mariano Rajoy. Sin embargo, según los datos de Fedea, “entre 1998 y 2008 la población inmigrante pasó de 1,6 a 6 millones”. Un aumento espectacular, la base del llamado milagro económico de Rodrigo Rato, el caído en desgracia vicepresidente económico de José María Aznar, que también se prolongó durante el mandato del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, hasta el estallido de la burbuja. Subida muy superior a la registrada desde el 2018 a la actualidad, cuando algunos aparecen haberse enterado de que hay inmigrantes.
Sobre las críticas al modelo de bajo valor añadido, pertinentes también –aunque conviene no olvidar que es uno de los problemas históricos y estructurales de la economía española– las últimas estadísticas apuntan cambios. Por ejemplo, el crecimiento de los servicios no vinculados directamente al turismo y la hostelería, como los dirigidos a las empresas, la investigación, la logística y las finanzas. Han crecido un 21% en el último lustro, “más del doble que el conjunto de sectores productivos”, según explicaba en El País Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas. En parte reflejan que el tirón de la economía eleva la cualificación del empleo y, con ella, del nivel salarial. Madrid, su crecimiento y especialización en esas áreas, se explica en parte por esta vía. Y por ello, en el periodo más reciente, el crecimiento de la productividad española se ha colocado algo por encima de la media europea, pese a que su nivel sigue rezagado.
En cuanto a los niveles de renta y consumo per cápita, tan bajos hasta ahora, empiezan a despegar, con los salarios apuntando hacia sustanciales, aunque aún insuficientes, subidas. Consumo e inversión, la gran sorpresa, explican el crecimiento español de los últimos trimestres. El primero, ciertamente, por el aumento poblacional, pero también porque una parte de la sociedad ha empezado a gastar más tras años de obsesión por la reducción de la deuda. De la segunda, como apunta Oriol Aspachs, director de economía española de CaixaBank Research, “destaca la aceleración del crecimiento de la llamada inversión en activos fijos inmateriales, un 40% por encima de los registros del 2019”, síntoma del incremento de la productividad y del cambio del modelo de crecimiento.
La propaganda convierte cada dato económico positivo en el anuncio del apocalipsis
Idea que comparte Miguel Cardoso, BBVA Research, quien en un artículo en Expansión ponderaba que la inmigración “explica alrededor de la mitad del avance reciente del PIB”, pero también reconoce que el “segundo de los motores de la economía española es la mejora de la productividad total”.
Y las pensiones. Uno de los asuntos más controvertidos y en el que varios organismos internacionales han emitido opiniones que divergen de las del Gobierno español. Pero, puestos a contextualizar, recordemos que los funestos augurios sobre el sistema español de pensiones hace décadas que vienen siendo “exagerados”, como dijo Mark Twain acerca de las noticias sobre su muerte. Así que mejor dejar la propaganda para mejor ocasión y exponer los hechos de manera crítica pero tal vez con menos sesgo.