Hace aproximadamente un año especulé sobre lo que podía suceder a lo largo del 2025 en la economía y la política. Es hora de pasar cuentas. En política, afirmé que la ola derechista en Occidente tomaría más fuerza. Así ha sido, con la excepción de algún país como los Países Bajos. Lo que no anticipé, y es el hecho más remarcable del año, es que esta ola tendría una fuerza extraordinaria en los propios Estados Unidos, tanto por la hiperactividad del nuevo Gobierno como por su extremismo. El segundo mandato del presidente Trump se caracteriza por su involución democrática en el ámbito interno y por una redefinición de su política exterior. El 2025 ha supuesto un abandono del multilateralismo y una fractura, quizás irreparable, de la coalición occidental. La Administración Trump quiere una Europa subalterna y, a poder ser, dividida.
Una segunda previsión era el posible estallido de la burbuja bursátil de la inteligencia artificial (IA). Esto aún no ha sucedido, aunque hubo un conato en abril, cuando los mercados se derrumbaron en el inicio de la guerra comercial. Las bolsas siguieron luego al alza a lo largo del año, con una creciente sensación de vértigo, puesto que los síntomas de excesos se van acumulando. Las compañías vinculadas a la IA están recurriendo cada vez más al endeudamiento y a esquemas heterodoxos de participaciones y créditos cruzados. También han caído fuertemente los criptoactivos, que son, por su diseño, los valores más especulativos. Como en otros episodios de las últimas décadas, la expansión de la economía americana se alarga gracias al frágil apoyo de un nuevo ciclo financiero de deuda. Y la Reserva Federal, aunque con dudas, baja tipos para añadir más leña al fuego.
Predicciones
El 2025 ha supuesto un abandono del multilateralismo y una fractura, quizás irreparable, de la coalición occidental
La tercera previsión auguraba una eclosión de la IA. Este pronóstico tenía escaso mérito y, efectivamente, se ha cumplido. Hemos visto una plétora de modelos entrando en el mercado, con una enorme rivalidad. Pero lo interesante es que conforme avanzaba el año, el ciclo inversor ha tomado rasgos más exagerados. Se están invirtiendo miles de millones de dólares en chips, centros de datos y plantas energéticas y, al mismo tiempo, son cada vez más las voces que cuestionan su futura rentabilidad. Se contrapone el modelo americano –de puro aumento de la escala– con la eficiencia y practicidad de los modelos chinos (DeepSeek); se advierte sobre la rápida depreciación de las inversiones en IA e incluso se argumenta que el actual modelo de negocio ya ha entrado en rendimientos decrecientes, de modo que las tecnológicas deben volver al laboratorio e investigar nuevos caminos para llegar a la anhelada inteligencia sobrehumana. Así lo advertía recientemente Ilya Sutskever, uno de los pioneros del sector.
Los economistas, se dice, somos razonablemente competentes prediciendo el pasado. Quiero creer que es así. En todo caso, en un próximo artículo hablaré del 2026. Siempre es un sano ejercicio.