Las Claves
- La Comisión Europea propone reducir al noventa por ciento la exigencia de emisiones para proteger a la industria automovilística frente a China.
- Esta medida permitiría prolong
Hace un par de años, la Unión Europea estableció que, desde 2035, únicamente se autorizaría la comercialización de vehículos libres de emisiones de CO2, lo cual significaba de hecho el fin de los motores de combustión. Dicha resolución ha desencadenado una profunda inestabilidad en el sector automovilístico, que no ha conseguido fabricar automóviles eléctricos que compitan con los fabricantes chinos, quienes lideran actualmente en innovación y operan con gastos mucho más bajos. Ante este panorama, la Comisión Europea ha respondido, al menos de manera preliminar. El Ejecutivo comunitario ha planteado reducir al 90% la exigencia de recorte de emisiones de CO2 para los coches producidos en el próximo decenio, lo que eludirá la aplicación de sanciones económicas severas a las empresas y, asimismo, posibilitará prolongar la vigencia de los modelos híbridos enchufables o de aquellos que empleen carburantes renovables.
Inicialmente no se percibe como una disposición de gran alcance, aunque al menos aparenta ofrecer una oportunidad para flexibilizar la táctica de la UE, la cual estaba llevando a la industria automotriz hacia un punto crítico. Actualmente resta un extenso proceso administrativo, durante el cual todavía es posible incorporar avances para confeccionar una normativa que valore realmente la neutralidad técnica, lo que implica impulsar la evolución de diversas soluciones tecnológicas, más allá del coche eléctrico.
La UE tendría que otorgar prioridad a los motores que empleen un 100% de carburantes renovables.
De esta forma, un avance relevante consistiría en que la UE validara el propulsor térmico como “cero emisiones netas” siempre que funcione con carburantes 100% renovables. Tal disposición facilitaría que el sector continuara produciendo automóviles de combustión desde 2035, algo que podría ser determinante para asegurar su viabilidad. Asimismo, al disponer de una normativa que blindara el porvenir de este sistema, las empresas se sentirían motivadas a financiar la creación de mecánicas más eficaces, un ámbito donde Europa ostenta el liderazgo global.
La capacidad de concretar estas modificaciones reside en el Parlamento y el Consejo Europeo. A lo largo de los meses venideros, dispondrán de la ocasión de catalogar al motor de combustión como una de las herramientas aptas para aminorar la huella de carbono, además de validar la función que los combustibles renovables cumplen al recortar las emisiones de CO2 a través de su integración con el diésel y la gasolina. Este tipo de carburantes precisa de un fomento superior por parte de la UE, que parece obviar que su elaboración constituye una vía para potenciar el sector industrial y optimizar la fiabilidad del abastecimiento energético.
Es responsabilidad de la política definir las reglas; de los ingenieros, crear; y de los compradores, decidir. Ojalá la UE se incline por esta dirección y descarte su acostumbrada intromisión. Se encuentran en peligro múltiples inversiones y vacantes laborales en el área industrial, no únicamente en el motor. Y, fundamentalmente, está en juego la autonomía para optar por la técnica que, al aminorar el CO2, sea más barata o útil para las demandas de cada persona.