Éric Abidal: “Si me llaman, voy”

Vuelta y Vuelta

Éric Abidal cuida del prójimo: suma horas en su fundación de ayuda a niños con cáncer

Éric Abidal, en un acto promocional reciente

Éric Abidal, en un acto promocional reciente 

Propìas

No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad

Gabriel García Márquez

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–Ya no voy nunca a Martinica. Mis abuelos murieron. No tengo lazos allí.

Éric Abidal sale de una banlieue en Lyon. Es el hijo de una enfermera y de un dietista que venían de las Antillas. Cuenta que montaba moquetas y suelos de parquet. Éric Abidal jugaba al fútbol en el rellano de su piso.

–Si no tienes nada que hacer en la calle, es mejor que te quedes en casa.

Eso le decía su madre.

Afuera estaba oscuro.

De manera que regateaba a sus rivales sobre una baldosa. En sus orígenes, parecía destinado a ser un delantero.

El fútbol lo elevó, esa historia se sabe. De lo contrario, ha contado en alguna ocasión, hubiera seguido con el parquet y el pladur, pintando fachadas y cubriendo grietas.

Fue un lateral decisivo en el Barça de la década pasada, pero tuvo que retirarse muy pronto. Lo hizo en el 2014.

Cáncer de hígado.

Eso también se sabe.

–Fue una experiencia muy dura.

–¿En lo físico?

–En lo físico y en lo psicológico. Afecta a tu estado de ánimo. A tu familia.

Para entonces, ya tenía tres niñas. La cuarta estaba en camino. El quinto viene en agosto. Un niño, al fin.

Sí, aquella familia tuvo que pasarlo francamente mal.

–¿Aún se trata usted del problema?

Abidal contesta con frases cortas. No se extiende. Se muestra reservado:

–Claro, eso es para siempre.

–¿Y le afecta en el día a día?

–Para nada.

Éric Abidal había tenido que bajarse del carro en diciembre del 2014. En aquella última época estaba jugando en el Olimpiacos. Había perdido ritmo de competición. Le costaba seguir los entrenamientos.

Se había acabado.

Tuvo un final relativamente traumático. Tan pronto como se comunicaba oficialmente su enfermedad, y la necesidad de un trasplante (su primo Gerard le cedió parte de su hígado), se le prometía un puesto en el organigrama del Barça. Se lo había dicho Sandro Rosell.

Lo que pasa es que Rosell echó a volar cuando se activó el caso Neymar. Y Abidal decidió penetrar en otro escenario.

“He jugado el partido de mi vida y he vencido a la enfermedad, pero ni siquiera el tumor es un juego en solitario, es de equipo. Sin la ayuda de la familia, de la gente común y de otros pacientes y amigos, no se gana”, contaba aquellos días.

Creó su fundación para la lucha contra el cáncer. Y en eso anda metido.

–La verdad es que no me pilló de nuevo. Antes de crear la fundación ya había estado involucrado en otras cosas.

–¿Qué había hecho?

–Ayudaba a quienes necesitaban comida. El problema es que no puedes ayudar a todo el mundo. El cáncer me permitió concentrar los esfuerzos. Algo es algo.

El cáncer le hizo cambiar la perspectiva. Hasta ese momento había ganado mucho dinero. En el 2013, rondaba los cinco millones de euros anuales. Vendió sus coches y se implicó con quienes lo estaban pasando mal.

Cuenta que a veces analiza partidos para beIN Sports. O promueve actividades como la que nos ha reunido en el vientre del Camp Nou: el acto promocional para una de las marcas que patrocinan al Barça. Abidal procura permanecer bajo la antena del ojo público.

Sin embargo, la mayor parte del día la pasa en el despacho de la Fundación Éric Abidal, en la avenida Josep Tarradellas. Contesta e-mails, organiza eventos para ayudar a los más pequeños.

Va a verles.

–¿Cuántas horas pasa allí?

–Eso no lo puedo calcular. No sé si estoy siete u ocho horas. Si a las ocho de la noche me llaman, entonces voy.

–¿Y quién va a llamarle?

–Los hospitales, tanto los públicos como los privados. Brindamos apoyo en la investigación. Esa es nuestra labor principal. Somos conscientes de que los niños necesitan medicación.

–Igual que usted.

–Intento aparecer en las fechas más especiales. Por ejemplo, en los días festivos. Les llevamos regalos. Converso con los padres.

–¿Cómo ha aprendido de todo esto? ¿A base de libros, escuchando a los médicos...?

–La experiencia, amigo.

Cuando Abidal no está en el despacho, ni en los hospitales, juega a fútbol sala.

–¿Y a fútbol grande?

–A eso no. Al fútbol sala juego cada lunes. Por cierto, hoy me toca (la entrevista se celebra en lunes).

–¿Y pelea por ganar?

–No peleo. Y a veces pierdo. Pero eso está bien para el adversario, porque así quiere repetir a la semana siguiente...

–¿Y hace algo más?

–Me basta con el ejercicio de los lunes.

–¿Y si se engorda?

–Es suficiente con lo que hago. Pero si me engordo, no pasa nada. Entonces me meto en el gimnasio y listos.

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