Cosme I, el gran Médici eclipsado

El quinto centenario de Leonardo Da Vinci ha coincidido con el del gobernante que diseñó la Florencia actual

'Cosme I de Medici con armadura', por Bronzino, c. 1545. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

'Cosme I de Medici con armadura', por Bronzino, c. 1545. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

Sergio Anelli / Electa / Mondadori Portfolio via Getty Images

El mismo año que moría Leonardo Da Vinci, en 1519, nacía en Florencia uno de los personajes más relevantes de la historia de la ciudad, Cosme I. Ambos han sido recordados este año con motivo de sus respectivos quintos centenarios, aunque no existe ningún resquicio de duda: la conmemoración en honor al genial artista florentino ha eclipsado a la del Médici, incluso entre los descendientes de los que fueron sus súbditos.

“Florencia debe mucho a Cosme I; si no todo, casi todo; mientras que muy poco a Leonardo”, explica con resignación el historiador Maurizio Arfaioli, especialista en el primer gran duque de Florencia y comisario de la exposición Cento lanzi per il Principe que le ha dedicado la Galería de los Uffizi. La memoria es débil, mientras que la fama del pintor no dejó de crecer desde el robo de la Gioconda del Louvre a finales del siglo XIX. La última gran contribución a su popularidad cabe buscarla en las exitosas novelas de Dan Brown.

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El primer gran duque de la Toscana parece haber caído en un olvido que va mucho más allá. “La memoria del Renacimiento está desapareciendo lentamente”, constata Arfaioli. Y con él, los grandes personajes que lo forjaron, especialmente los que no dejaron para la posteridad una firma asociada a una obra de arte que haya podido vencer el paso del tiempo y de las modas, como las que Leonardo ejecutó sobre todo lejos de Florencia, donde se formó como artista en el taller de Verrochio.

Cosme no es Leonardo ni Michelangelo. En cambio, parte de su legado puede apreciarse en el aspecto de la Florencia de hoy en día. Algunos ejemplos: él mandó construir la Galería de los Uffizi, el famoso Corridoio Vasariano, finalizó las obras del palacio Pitti, inició las del Bóboli, transformó el palacio Vecchio dándole el aspecto actual, lo mismo con la plaza de la Signoria con su estatua a Neptuno... “La ciudad que hemos heredado ha sido creada y reconstruida por Cosme y sus descendientes”, insiste el historiador.

Otros ejemplos: creó la primera academia de diseño ‘estatal’ para formar a futuros artistas, con un anciano Michelangelo como académico de honor, y lideró la recuperación del pasado etrusco. La política cultural de Cos- me I resulta la punta del iceberg de la inmensa herencia de un hombre que revolucionó Florencia y que ni tan siquiera estaba destinado a gobernar. Sin duda, los caminos del Señor son inescrutables y el de los Médici, todavía más.

Cosimino, como le llamaban de pequeño, llegó al poder de carambola tras la muerte de Alejandro de Médici, primer duque de Florencia, a manos de Lorenzino, un pariente que pretendía ocupar su lugar. Sin embargo, el plan le salió mal y se vio obligado a huir rápidamente de la ciudad para salvar el pellejo, dejando la rama principal de la familia sin ningún heredero claro.

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Cosme I dejó de ser un ‘primus inter pares’ y ejerció un gobierno totalitario

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Galería de los Uffizi

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Ante tal situación, los patricios de Florencia, quienes realmente gobernaban la ciudad, se apresuraron a buscar un sucesor. Cosme, que tenía 17 años y procedía de la rama secundaria de los Médici, se convirtió en el escogido. “Él mismo fue el primer sorprendido ”, revela Arfaioli. Las familias poderosas vieron en él a un joven criado en la campiña fácilmente manipulable. Pero se equivocaron, y de qué manera. Con Cosme I, los Médici dejaron de ser los primi inter pares (primeros entre iguales) para convertirse, hasta el final de la dinastía, en la encarnación del poder sin prerrogativas.

Dicho de otro modo, Cosme acabó definitivamente con la república florentina, toda una revolución política a la que no le faltaron detractores. Y consumó este vuelco institucional sin renegar de la república, al contrario. “Se apropió de su memoria y transformó sus administraciones para vertebrar una Florencia en torno a su figura”, detalla Arfaioli. Ejerció un control total sobre todo lo que se movía: el ejército, las leyes, las finanzas..., hasta la cultura, donde ejerció un papel vital a sus órdenes el artista Giorgio Vasari.

Cosme I también quiso demostrar este dominio a través de un buen matrimonio político. Y logró esposarse con Leonor de Toledo, hija del virrey de Nápoles. Además, mantuvieron una feliz relación conyugal, algo poco habitual en este tipo de enlaces.

Con el paso del tiempo, el hábil Cosme se convirtió en el primer gobernante italiano en poseer el tratamiento de alteza. “No logró, como pretendía, que el emperador le nombrase rey de la Toscana”, relata Arfaioli, pero el Papa le consoló concediéndole el título de gran duque de la región que él mismo unificó muy a pesar de los pisanos y sieneses. Y no sólo eso, también se encargó de crear un sello identitario utilizando para ello el pasado etrusco.

En definitiva, el gran duque Cosme I transformó la arruinada Florencia en la capital próspera de un estado regional, asentando unas bases de gobierno eficaces que no agradaron a todo el mundo, ni dentro ni fuera de sus dominios. El paso del tiempo tampoco le ayudó y se sigue considerando un personaje controvertido. “Perdura el debate en torno a su figura, ¿fue el hombre que salvó Florencia o quien la destruyó?”, plantea Arfaioli.

Quinientos años después de su nacimiento, su ciudad no le ha abandonado del todo y durante este año que finaliza se han organizado exposiciones y conferencias en diferentes lugares, desde la Galería de los Uffizi con la citada muestra Cento lanzi per il Principe dedicada a su guardia personal, pasando por el palacio Pitti, que colgó toda una serie de tapices de época realizados en su honor en la espléndida Sala Bianca, o la Biblioteca Medicea Laurenziana, que enseñó sus libros de cabecera.

Boda de estado

El duque logró esposarse con Leonor de Toledo, un enlace que reforzó su poder

Su recuerdo, no obstante, queda muy lejos de los honores recibidos por Leonardo Da Vinci no sólo en Italia, sino por todo el mundo. “Fue un hombre de pulso duro y siempre ha habido una cierta indiferencia popular sobre su figura”, considera Valentina Zucchi, historiadora de Mus.e, la entidad que impulsa los museos cívicos florentinos, quien también pone en valor su herencia. “Creó el estado de la Toscana y su peso político, territorial, estratégico y cultural es enorme”, prosigue.

“Se debe reivindicar a Cosme”, espeta enérgicamente Arfaioli. “¿Cuántos turistas que vienen a Florencia han oído hablar de él?”, se pregunta. Y es que incluso su magnífica estatua ecuestre en la plaza de la Signoria, obra de Giambologna, puede pasar desapercibida ante la majestuosidad de la fuente de Neptuno o la copia del David de Michelangelo. Seguro que en el 2074, cuando se celebre el quinto centenario de su muerte, habrá otra oportunidad de rescatarlo del olvido y reinterpretarlo. De momento, la celebración de su nacimiento casi no ha logrado traspasar las fronteras de su tan ansiado gran ducado.

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