Legado del charneguismo

Ensayo El escritor gaditano Javier López Menacho profundiza en la cuestión charnega, dignificando la palabra y homenajeando a su gente

Durante el siglo XX las migraciones internas dentro del Estado fueron un episodio fundacional de la España contemporánea. Los desplazamientos de ciudadanos de las clases subalternas desde las regiones pobres (sobre todo de Andalucía) a las zonas industrializadas (sobre todo en Catalunya) modificaron integralmente el país: cambiaba la demografía o el urbanismo, la economía o la politización de masas y simultáneamente lo hacían culturas y tradiciones nacionales o regionales porque con el cruce o la tensión entre ellas se contrastaban, se solapaban o se cerraban. Todo este complejo proceso, nacido por la pobreza y que se produjo sin apenas planificación institucional, hizo mutar identidades a la vez que consolidó prejuicios o estereotipos. Seguramente el más arraigado, usado de entrada con afán estigmatizador e integrado en “la cadena del menosprecio” (le robo la expresión a Gonzalo Torné), fue el de charnego. Lo que eran, lo que pervive y su resignificación cultural es el tema de un ensayo ameno, original e inteligente, gemelo a La España vacía por el tono y por la posición desde la que el autor piensa su tema.

“Charnego puede ser mucho más que un vocablo ofensivo. Puede referirse a un origen, a una cultura, a una idiosincrasia, incluso a una manera de estar en el mundo. Ser charnego ya no es solo lo que quieran las clases dominantes”. Desde esta perspectiva abierta Javier López Menacho (Jerez de la Frontera, 1982) plantea la cuestión. La aborda después de haber vivido una larga temporada en Catalunya –llegó a Barcelona en 2009 para hacer un máster sobre literatura en la Pompeu Fabra–. No se marchó de casa para huir de la pobreza.

De los rumberos o escritores que analiza el autor, es de Pérez Andújar de quien exprime más zumo

Lo que más ha determinado su identidad civil no es la inmigración sino saberse parte de una generación que, con el mundo surgido de la crisis económica, asume que su horizonte vital será la incertidumbre. Y es desde la conciencia de la precariedad que reconstruye el vínculo con el pasado charnego: “Un legado histórico en forma de ladrillo y asfalto, junto con un manual de supervivencia”. Lo hace pensando tópicos (magníficas páginas sobre el mito perverso del “charnego agradecido”) o poniéndose el mono de reportero, visitando espacios donde perviven rastros de aquella epopeya y hablando con los viejos del local que hacen pervivir la época con un cierto aire decadente: va a bares de barrios populares, conversa con taxistas o retrata a Justo Molinero. Y también relee el filtraje cultural de esa identidad: de los rumberos o escritores que analiza es de Pérez Andújar de quien exprime más zumo.

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La protagonista de un capítulo memorable de

Javier López Menacho

Yo, charnego. Memoria personal de la emigración a Cataluña

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