Aunque muchas empresas trabajan con períodos anuales de planificación, después de un tiempo de descanso —con las pilas cargadas— es un momento idóneo para replantear la estrategia o introducir cambios operativos. El descanso nos invita a la reflexión y a la creatividad. En momentos tan acelerados como los que vivimos, necesitamos poder aplicar una mirada más pausada a la planificación estratégica y a la reformulación de los objetivos.
Tras el verano, muchas personas hablan de septiembre como “el nuevo enero”. Y no es solo una sensación: la ciencia del comportamiento lo denomina fresh start effect. Cuando percibimos el inicio de un nuevo período (una semana, un mes, unas vacaciones…), nos resulta más fácil orientarnos a objetivos y aumentar la motivación.
Septiembre es un momento ideal para hacer balance, revisar qué ha funcionado, qué no, y redefinir objetivos
El descanso nos ofrece distancia y nos invita a la reflexión. Por eso, muchos profesionales consideran que “septiembre es el nuevo enero”: la combinación de una “hoja en blanco” y una energía renovada que nos ofrece una segunda oportunidad de encarrilar el año.
Es un momento ideal para hacer balance. Revisar qué ha funcionado, qué no, y redefinir objetivos ayuda a las empresas a alinearse con los cambios del mercado o del equipo. Cuando todo el mundo tiene claro qué se espera y por qué, la implicación y la eficiencia aumentan. Redefinir objetivos en septiembre es aprovechar el empuje que nos da una buena ola, enderezar el rumbo y avanzar con el equipo alineado.
“No se debe confundir entusiasmo con capacidad real”
Ahora bien, lo más habitual es confundir entusiasmo con capacidad real. Se fijan objetivos demasiado ambiciosos, sin suficientes recursos o sin criterios de priorización, creando castillos en el aire que provocan desmotivación. También es frecuente elaborar largas listas de tareas sin vincularlas a resultados. Otros errores habituales son plantear un enfoque únicamente topdown (sin escuchar a los equipos), no hacer seguimiento periódico de los objetivos o arrancar demasiado deprisa, sin dar espacio para compartir aprendizajes ni para aterrizar tras las vacaciones.
De la motivación al plan de acción
Convertir la ilusión de septiembre en un plan de acción sostenible pasa por traducir objetivos en acciones concretas y medibles. Metodologías como los OKR (Objetivos y Resultados Clave) son una herramienta efectiva porque ayudan a definir objetivos cualitativos y acompañarlos de pocos indicadores medibles. Aplicarlas crea alineamiento y compromiso dentro de los equipos. Si se combinan con el modelo SMART, que exige que los objetivos sean específicos, medibles, alcanzables, relevantes y temporizados, se consigue que los objetivos sean tangibles.
También es útil incorporar metodologías como el Creative Problem Solving o LEGO® Serious Play®, junto con herramientas de diagnóstico de la salud organizacional, para ayudar a los equipos a visionar el futuro y concretar propuestas. Lo más importante, sin embargo, es que los objetivos conecten con la visión de la organización y que las personas participen en su definición. Solo así se convierten en un compromiso compartido.
Un buen consejo es preguntarse: ¿Qué significa éxito para nosotros este año? Revisar los objetivos con el equipo o con colaboradores externos. Escoger los objetivos estratégicos que impacten directamente en la visión y concretar algún resultado clave medible.
Después, dividir estos resultados en acciones, asignar responsables y recursos, y preguntarse siempre: ¿cómo nos acerca esto a nuestra misión? Si no contribuye, mejor no incluirlo. Dividir para lograr es clave: las acciones más pequeñas permiten avanzar y celebrar éxitos que mantienen la motivación alta.
El clave incorporar espacios de recuperación para mantener la energía y la creatividad durante todo el año
Para que estas acciones sean sostenibles, es imprescindible programar reuniones breves y periódicas de seguimiento e incorporar espacios de recuperación para mantener la energía y la creatividad durante todo el año.
Las personas en el centro del regreso
La vuelta de vacaciones genera energía, pero también dispersión. Recuperar el ritmo es más fácil si antes de parar se ha dejado todo anotado y ordenado: tareas pendientes, prioridades y plazos. A nivel de equipo, una reunión inicial para hacer balance y marcar objetivos ayuda a aterrizar de manera cohesionada.
Septiembre es una buena excusa para hacer algo diferente. Actividades que rompan la rutina estimulan la creatividad: la neurociencia ha demostrado que la novedad activa el centro del cerebro encargado de la exploración y el aprendizaje. También es útil crear espacios regulares de cocreación entre departamentos para potenciar la inteligencia colectiva. Y no olvidemos celebrar los éxitos, pequeños o grandes: compartir, reconocer y disfrutar juntos fortalece vínculos y alimenta la creatividad.
Aparte de acciones concretas, lo que está claro es que dar autonomía y confianza a las personas es clave: cuando las personas perciben que su trabajo tiene significado, aumenta su implicación y rendimiento.
Innovación y cooperación para afrontar nuevos retos
Muchas empresas aprovechan septiembre para iniciar proyectos nuevos. Para que prosperen, no basta con buenas intenciones: es necesario sistematizar la innovación como proceso clave de la organización, asignar recursos y entender que el error forma parte del aprendizaje. El descanso de verano a menudo despierta la creatividad. Es el momento ideal para cuestionar modelos de negocio, explorar nuevas tecnologías o establecer colaboraciones estratégicas. La innovación es más necesaria que nunca y, en tiempos de inteligencia artificial, también debemos reivindicar la inteligencia colectiva.
Un nuevo comienzo en nuestras manos
En septiembre y en enero aflora más actividad innovadora. Para generar calidad necesitamos cantidad: de muchas propuestas, alguna puede resultar relevante o incluso disruptiva. Pero hace falta método. Una idea no vale nada si no se lleva a la acción. Por eso es fundamental dar espacio para que las ideas emerjan, analizarlas y hacerles seguimiento, sistematizando la innovación como proceso clave de la organización. El compromiso de la dirección, la asignación de recursos y una cultura que entienda el error como parte del aprendizaje son los factores que marcan la diferencia.
La innovación debe estar en el ADN de cualquier empresa, pero septiembre nos ofrece un impulso adicional
La innovación debe estar en el ADN de cualquier empresa, pero septiembre nos ofrece un impulso adicional. La creatividad a menudo emerge cuando descansamos, conocemos nuevos entornos, hacemos ejercicio y reducimos el estrés. Es el momento de tener el coraje de atrevernos a experimentar y a hacer cambios: cuestionar modelos de negocio, explorar nuevas tecnologías y establecer colaboraciones que nos permitan afrontar retos más ambiciosos. Y en tiempos en que parece que todo lo deba resolver la IA, no olvidemos la fuerza de la inteligencia colectiva. Este nuevo comienzo está en nuestras manos. ¿Aprovechamos el impulso?