La palabra “lujo” siempre ha prometido distinción. En hotelería y diseño de alta gama, esto se ha traducido en materiales nobles, ubicaciones privilegiadas y experiencias personalizadas. Sin embargo, al globalizarse el concepto, su capacidad de sorprender se ha debilitado. La exclusividad ha dado paso a la estandarización: interiores y servicios repetidos generan un “lujo en serie”, donde alojarse en Dubái o Punta Cana ofrece lo mismo con otro paisaje. Esta homogeneización responde al deseo de satisfacer al cliente global, habituado a ciertos códigos visuales. Pero en el proceso, se pierde una dimensión clave: la autenticidad. Hoy, el viajero exigente busca algo más que confort; busca identidad, conexión con el entorno, experiencias memorables. La verdadera exclusividad está en ofrecer lo irrepetible, lo genuino. Tal vez sea hora de redefinir el lujo: no como algo replicable, sino como una expresión emocional, local, única.
Fernanda Muñoz, socia de Eme Concepts
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