“Aquí los pequeños contagian vida y los mayores regalan calma”: El Niu, el espacio de crianza intergeneracional que une a niños y mayores en Barcelona
Dia Actiu
Dia Actiu incorpora El Niu, un espacio de crianza de 1 a 3 años que comparte actividades, patio y vida cotidiana con su centro de día, convirtiéndose en una apuesta intergeneracional pionera en Barcelona
El equipo de Dia Actiu diseña actividades que fomentan la interacción entre generaciones
Hay proyectos que nacen de una oportunidad de negocio y otros que nacen de una convicción. Dia Actiu pertenece al segundo grupo: aquí el envejecimiento se vive desde el respeto, entendiendo que cada persona mayor trae consigo una historia, unas rutinas y una forma de estar en el mundo que no se pueden uniformizar. Sobre esa base se ha levantado el centro de día y, con la misma filosofía, el equipo decidió dar un paso más: incorporar la infancia al proyecto.
Con el tiempo comprendieron que la convivencia entre generaciones no debía limitarse a momentos puntuales ni a actividades pensadas para días concretos, sino que podía formar parte del día a día. De esa intuición nació El Niu, el espacio de crianza de 1 a 3 años que funciona a pocos metros del centro de día y que convierte la intergeneracionalidad en una relación cotidiana y significativa. “Siempre vimos claro que las dos generaciones se podían enriquecer mutuamente”, señala Laura Vericat, directora. “El reto era crear un espacio donde esa relación fuera cotidiana y auténtica”.
El equipo no buscaba únicamente ampliar servicios, sino crear un lugar donde mayores y pequeños compartieran vida real. La consolidación del centro de día permitió abrir un espacio pensado para la primera infancia que mantuviera el mismo espíritu de respeto, luz y amplitud que caracteriza las instalaciones de los mayores. Así nació El Niu, un entorno de crianza que huye del modelo tradicional de guardería y apuesta por una atención individualizada, con libertad de movimiento, ratio reducida y una relación constante con el centro de día.
El Niu funciona en horario escolar, de nueve de la mañana a cinco de la tarde, y acoge a niños de uno a tres años, justo antes de su entrada en educación infantil. La ratio es intencionadamente reducida: un máximo de quince niños con dos educadoras y un acompañamiento cercano que prioriza el bienestar por encima del aforo. “La normativa nos permitiría tener hasta 25 niños, pero nuestra filosofía es otra”, explica Vericat. “Preferimos tener menos y que estén bien, que se sientan seguros, que tengan espacio para moverse y materiales siempre a su alcance”.
Pero el verdadero diferencial no está solo en la metodología, sino en la convivencia diaria con los mayores. Cada jornada, los niños de El Niu se desplazan hasta la terraza de Dia Actiu para compartir el rato de patio. Se saludan al entrar, se reconocen, se buscan. Muchas de las sesiones de musicoterapia y psicomotricidad se diseñan para que ambas generaciones participen juntas. “Las actividades están pensadas para que mayores y pequeños interactúen, no para que unos miren y otros hagan”, explica la directora. “En una castañada reciente fueron los usuarios quienes explicaron el cuento a los niños, y la emoción se notaba en las dos direcciones”.
Los niños se contagian de la calma y las vivencias de los mayores y ellos reciben carcajadas, energía y un motivo extra para levantarse por la mañana
El calendario festivo se ha convertido en un pretexto perfecto para reforzar esos vínculos. La castañada, la decoración del árbol de Navidad o las salidas a la granja se organizan ya como experiencias compartidas. Los mayores recuperan canciones, relatos y tradiciones que los conectan con su propia infancia, mientras que los pequeños descubren una forma de acompañamiento distinta, más lenta y más humana. “Los niños se contagian de la calma, la paciencia y las vivencias de los mayores; ellos, en cambio, reciben carcajadas, energía y un motivo extra para levantarse por la mañana”, resume Vericat.
El equipo empieza a observar efectos muy concretos en el bienestar de los usuarios del centro de día. Cuentan, por ejemplo, el caso de una persona con un inicio de Alzheimer que a menudo duda sobre el camino de vuelta a casa y necesita que le indiquen si debe girar a derecha o izquierda. “Es curioso”, explican desde el centro, “porque los días en que no vienen los niños, esa desorientación aparece; en cambio, cuando sabe que habrá peques, lo primero que pregunta es si van a venir. Es como si tuviera anclado el recuerdo a esa expectativa”.
Más allá de la anécdota, este tipo de estímulos coincide con lo que señalan diversos estudios sobre programas intergeneracionales: mejora del estado de ánimo, reduce la sensación de soledad, más participación en actividades y una mayor sensación de propósito compartido.
Para las familias, El Niu ofrece una manera distinta de entender la crianza en la ciudad. No se trata solo de encontrar plaza para sus hijos, sino de integrarlos en una comunidad donde los abuelos y bisabuelos de otros niños están presentes, aunque no sean los propios. En una sociedad donde muchas personas mayores terminan viviendo en residencias alejadas del día a día familiar, el proyecto reivindica la figura del mayor como pieza imprescindible del ecosistema de cuidados.
Nos parece muy triste que haya que recordar que a la gente mayor se la tiene que respetar
“Nos parece muy triste que haya que recordar que a la gente mayor se la tiene que respetar”, lamenta Vericat. “En El Niu y en Dia Actiu demostramos que, cuando conviven con los pequeños, ese respeto deja de ser discurso y se convierte en relación viva”.
Con todo, el futuro del proyecto pasa por seguir creciendo en número de niños sin renunciar a la calidad. Hoy el grupo es reducido, pero ya permite intuir el potencial de la propuesta. La misma lógica que guía el centro de día —espacio, luz natural y confort por encima de la ocupación máxima— se aplica también al espacio de crianza. Si en algún momento necesitan ampliar, el plan no será apretar más al grupo, sino abrir otro local.
Con El Niu, Dia Actiu completa un proyecto que va más allá de la asistencia. Propone un modelo de barrio donde la infancia y la vejez no se esconden, sino que conviven. Donde los niños no “apartan” a los mayores, sino que los buscan en un cuento, un juego o un paseo. Y donde cada vínculo que nace entre un pequeño y una persona mayor se convierte, de forma silenciosa, en una inversión colectiva hacia una sociedad más humana para todos.
Lecciones de Vanguardia
“Los vínculos reales no nacen de actividades puntuales, sino de compartir rutina, espacios y momentos cotidianos”