“Nuestras clientas van a envejecer mejor que sus amigas”, así es la clínica impulsada por una ingeniera que ha elevado el estándar del sector
Pétalos
Un espacio que combina tecnología, rigor y dos décadas de experiencia para ofrecer resultados naturales y sostenibles
Amparo Claramunt, fundadora de Pétalos
La historia de la clínica Pétalos no nace de una moda, ni de un impulso improvisado, ni de una tendencia pasajera. Surge del criterio, de la inconformidad y del rigor de una ingeniera que descubrió que su verdadera vocación estaba en la estética. Lo demás fue un proceso natural, sostenido durante dos décadas por el mismo motor: profesionalizar un sector que, cuando ella llegó, estaba lleno de lagunas formativas, prácticas cuestionables y demasiado “vendehumos”.
La filosofía es clara: primero la ética y luego la estética”
Ese cambio llevó a Amparo Claramunt a fundar Pétalos hace veinte años en Puzol (Valencia), una clínica que desde entonces ha crecido de forma constante sin perder su esencia. “La filosofía del centro es clara: primero la ética y luego la estética”, afirma Claramunt, muy consciente de que la confianza solo se sostiene cuando existe conocimiento y resultados reales detrás de cada tratamiento.
Desde el inicio, Pétalos combinó faciales básicos, tratamientos avanzados, aparatología, láser, corporales, relax y medicina estética. Con los años, este abanico se ha sofisticado y tecnificado, pero el espíritu sigue siendo el mismo: ofrecer resultados sin alterar la esencia de las personas. Amparo Claramunt insiste en ello porque ha vivido muchos ciclos en el sector, modas que entran y salen, impactos en redes y procedimientos que prometen imposibles. Su experiencia le ha permitido reconocer qué permanece y qué es efímero. “Las modas pasajeras son las que cambian estructuras, las que transforman la fisionomía. Lo nuestro es justo lo contrario: mejorar sin alterar. El perfil de nuestros pacientes es el que quiere envejecer mejor, no el que quiere parecer otra persona”, explica.
El perfil de nuestros pacientes es el que quiere envejecer mejor, no el que quiere parecer otra persona”
Ese enfoque ha dado forma a un centro que no solo acumula dos décadas de trayectoria, sino también cifras que hablan por sí solas: unas 700.000 sesiones realizadas y entre 5.500 y 6.000 clientes y pacientes en activo. Un volumen alto que no ha alterado la esencia personalista de Pétalos. Los resultados y la precisión técnica han generado algo que pocas clínicas pueden decir: alrededor del 10% de sus pacientes pertenecen al sector sanitario. Una señal evidente de credibilidad y de altos estándares.
Este nivel de confianza se construyó desde la formación. Aunque Amparo estudió ingeniería, su aterrizaje en la estética vino acompañado de especializaciones, congresos, ponencias y una obsesión por contrastar cada avance con datos reales. Creó sus propias bases de datos, analizó acción-reacción de cada procedimiento y solo aplicó aquello que podía demostrar. Esa metodología rigurosa explica por qué hoy Pétalos se ha convertido en un referente silencioso: discreto, local y a la vez profundamente respetado. “Si no necesitas un tratamiento, te lo voy a decir. Y eso no es habitual”, afirma Amparo Claramunt, subrayando una línea ética que ha guiado cada decisión del centro.
Los cambios vividos en veinte años han sido muchos, desde la irrupción de nuevas tecnologías hasta el impacto de las redes sociales en la percepción del rostro y el cuerpo. Pero la clínica se ha mantenido siempre al margen de las tendencias que distorsionan la identidad del paciente. Los labios rusos, los volúmenes desproporcionados o las cejas extremas son ejemplos de técnicas que Pétalos ha rechazado. Lo que sí ha abrazado es el campo de la regeneración con protocolos skin recode basados en nanotecnología, exosomas y activos de última generación, un campo en auge que busca frenar el envejecimiento celular y devolver calidad a la piel sin modificar la expresión. “La estética que mejora la esencia es la que permanece”, explica.
Es curioso cuando el cliente te dice que ve su mejora estética como un nuevo comienzo. Recuperar una versión que el espejo ya no refleja tiene un impacto emocional enorme”
Esa misma sensibilidad la ha llevado a conducir a un equipo multidisciplinar altamente cualificado en diferentes áreas, capaces de tratar problemáticas diversas faciales y corporales, ofreciendo resultados que no solo se ven sino que se sienten. Mejorar la calidad de vida de pacientes sensibles como los que sufren cambios radicales de vida, enfermedades o no se sienten identificadas con su imagen se ha convertido en una de las experiencias más gratificantes del equipo. “Hay necesidades visibles, pero muchas son invisibles. Y cuando puedes identificar ambas, el impacto emocional es enorme”, afirma la fundadora.
El futuro del sector, según Claramunt, irá precisamente en esa dirección: más prevención, menos transformación y una profesionalización obligatoria. Cada vez hay más conocimiento disponible y el cliente llega más informado. Esto obliga a los centros a elevar su nivel, profundizar en las formaciones y sostener cada tratamiento con evidencia científica real. Una dirección en la que Pétalos lleva años trabajando.
En paralelo al trabajo en cabina, la fundadora prepara una línea de microcursos especializados que unan tecnología y belleza, un proyecto que no requiere multiplicar sedes —algo que ya descartó en el pasado—, sino compartir conocimiento desde su propio espacio sin perder la cercanía que caracteriza al centro. “Me han propuesto varias veces abrir otro centro, pero tras una primera prueba me di cuenta de que Pétalos no se replica. La relación es demasiado personal”, reconoce.
“Nuestros clientes y pacientes van a envejecer mejor que sus amigas”, asegura Amparo Claramunt. No es una promesa estética. Es una declaración de principios basada en evidencia, experiencia y ética. Y quizá esa honestidad explica por qué, veinte años después, Pétalos sigue creciendo sin perder su esencia.
Lecciones de Vanguardia
Amparo Claramunt, fundadora de Pétalos
“El emprendimiento real no se sostiene solo con ilusión; necesita rigor, aprendizaje continuo y la convicción de que ofrecer bienestar implica una enorme responsabilidad. Cuando entiendes eso, el negocio crece… y también lo haces tú como profesional y persona”.