Historias de éxito

“La relojería exige paciencia y precisión”: Molins Joiers, el taller barcelonés que mantiene vivo el oficio desde 1965

Joyería

El negocio familiar de Barcelona combina precisión artesanal, variedad de piezas y un trato cercano con el cliente

La joyería familiar está especializada en la relojería y la reparación de piezas desde hace seis décadas

La joyería familiar está especializada en la relojería y la reparación de piezas desde hace seis décadas

La historia de Molins Joiers empezó en 1965, cuando la familia Molins abrió un pequeño taller en la antigua calle Zumalacárregui, en el barrio de Sants de Barcelona. Desde entonces, seis décadas de oficio, aprendizaje y constancia han convertido aquel negocio de barrio en un referente de la relojería y la joyería de la ciudad. Hoy, el taller mantiene la misma filosofía que lo vio nacer: trabajar bien, paso a paso, y atender al cliente como si fuera de casa.

Durante los años setenta, el negocio familiar se amplió con dos joyerías en Sant Boi de Llobregat, un movimiento que marcó la infancia de Jordi Molins. Creció entre relojes abiertos, conversaciones de mostrador y el trabajo constante de sus padres. No fue una decisión impulsiva, sino que con el tiempo comprendió que aquel oficio le interesaba más que cualquier otra cosa y orientó su formación hacia la relojería.

Molins Joiers, tradición familiar y precisión relojera desde 1965
Molins Joiers, tradición familiar y precisión relojera desde 1965

Aunque los estudios tradicionales no le atraían especialmente, la relojería sí le enganchó desde el primer día. Tras completar su formación inicial, en 1992 obtuvo una beca para estudiar durante siete meses en Suiza, una experiencia que le permitió profundizar en la técnica y entender el oficio desde su vertiente más precisa. “Fue un aprendizaje muy intenso y muy valioso”, recuerda.

A su regreso de Suiza, realizó prácticas en la joyería Pallarés, en el barrio de Sants, donde consolidó lo aprendido antes de iniciar su propio proyecto. En mayo de 1996 abrió su primer taller en la calle Berlín, 101, en Les Corts de Barcelona y, a medida que el negocio crecía, decidió trasladarse a la ubicación actual, también en la calle Berlín, donde sigue trabajando.

Estar en Barcelona, aunque no en pleno centro, ha sido siempre una ventaja para ellos. Les permite atraer a una clientela variada y, al mismo tiempo, conservar a aquellas personas que llevan décadas confiando en ellos. Ese equilibrio entre tradición y proximidad ha sido clave para que Molins Joiers siga siendo un comercio de barrio y con alma artesanal, pero capaz de atraer a perfiles muy distintos.

Calidad, actualización y trato exquisito

La esencia del negocio, explica Jordi, se ha construido sobre tres pilares: calidad en el servicio, actualización constante y un trato exquisito al cliente. No se trata únicamente de vender una joya o un reloj, sino de garantizar que cada persona se va con la sensación de haber sido escuchada y atendida. El servicio de reparación es uno de los sellos más característicos de la casa, tanto en joyería como en relojería. Y, en cuanto a la venta, Jordi Molins apuesta por la variedad, ofreciendo piezas pensadas para todos los gustos y presupuestos. “Lo más importante es que el cliente se sienta bien atendido en todo momento”, destaca.

La confianza se genera trabajando bien, cuidando los pequeños detalles y haciendo que el cliente se sienta como en casa

En un sector donde la competencia es amplia, la diferenciación no siempre está en la pieza, sino en la forma de trabajarla. Así, asegura que la clave es velar por los intereses del cliente, entender qué busca y encontrar exactamente lo que necesita. Y, cuando el cliente tiene una idea muy concreta, siempre existe la opción de crear un diseño personalizado, un servicio que se ha convertido en uno de los rasgos más valorados del taller. Esa dedicación es lo que, según él, permite construir relaciones de confianza que duran generaciones. “La confianza se genera trabajando bien, cuidando los pequeños detalles y haciendo que el cliente se sienta como en casa”, explica.

Molins Joiers, en el número 79 de la calle Berlín de Barcelona
Molins Joiers, en el número 79 de la calle Berlín de Barcelona

En cuanto al futuro, Molins Joiers se ha adaptado con equilibrio a los nuevos hábitos de consumo. Cuentan con presencia en redes sociales para dar visibilidad a sus productos, pero sin renunciar a la esencia del comercio de proximidad. También han incorporado algunos modelos de smartwatches, aunque su apuesta sigue siendo la relojería tradicional, donde se sienten más alineados con su propia historia y conocimientos. El perfil de sus compradores, afirma, continúa siendo muy variado, algo que atribuye precisamente a esa combinación de tradición y actualización permanente.

Mirando hacia adelante, Molins imagina el negocio manteniendo la misma calidad y el mismo nivel de servicio que han caracterizado sus seis décadas de vida. “No creo que cambie mucho. Queremos seguir igual, cuidando todos los pequeños detalles”, acaba Molins.

Lecciones de Vanguardia

“Cualquier proyecto implica un riesgo, pero en la vida hay que arriesgar y con ilusión, esfuerzo y trabajo, los proyectos suelen salir adelante”.

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