Esta Semana santa tardía ha propiciado una insólita mezcla de religiosidad y playa, de bañistas y penitentes; en definitiva, de vacaciones laicas y de espiritualidad arraigada, una dualidad que recorre toda la actualidad.
La Madrugá de Sevilla ha vuelto a ser la gran protagonista. La noche grande en que la Macarena, la Esperanza de Triana y el Cristo del Gran Poder salen a escena por las calles de Sevilla ha contado con una protagonista de excepción, la Reina Sofía, que regresaba a la capital hispalense tras décadas de ausencia para vivir a pie de calle esta jornada de exaltación que galvanizó como nunca a toda la ciudad.
Una imagen poco habitual, pero obligado por la cercanía de la tragedia de la DANA, ha sido la de las procesiones en la comarca de L'Horta Sud de Valencia, en localidades como Picanya, que no han querido renunciar a sus tradiciones, a pesar de la provisionalidad provocada por la inacabada reconstrucción.
En otras latitudes, la pausa de buen tiempo en un año meteorológicamente enloquecido ha sacado a las calles a la población, con escenas sorprendentes, como un piano en un puente sobre el Sena.
Y, en el ámbito deportivo, el Rey de la Semana Santa está siendo el tenista Carlos Alcaraz, que en el Trofeo Conde de Godó inflige un calvario continuo día tras día a todos aquellos rivales que se le van poniendo por delante, en lo que podría ser la apoteósica resurrección del murciano tras unos meses de sequía de títulos.