El espíritu humano se manifiesta en una exhibición magnífica de devoción y costumbres. En la histórica Estambul, la intensa espiritualidad de los Derviches Giróvagos nos cautiva, con sus vueltas, que son espirales de meditación inmaculadas, constituyendo una oda eterna al místico Rumi, cuya perspicacia continúa resonando desde el siglo XIII. Este baile sirve como conexión entre lo divino y lo terrenal.
Navegando el océano, la fe se aviva bajo los firmamentos de España, allí donde la Virgen de los Rondeles es venerada en una procesión resplandeciente, una herencia de aceite y mimbre que rememora las bases arraigadas de la colectividad. Esta lumbre se dirige al Nuevo Mundo, donde la Virgen de Guadalupe, Soberana y Protectora, congrega a multitudes en un torrente de fe inquebrantable, desde la Basílica azteca hasta los ánimos de California, evidenciando una conexión de afecto que trasciende cualquier lejanía.
A medida que lo sagrado se revela en prácticas tan variadas como un Santa Claus submarino y las ceremonias solemnes de los chamanes, el mundo sigue su movimiento constante: la gracia gélida de los deportistas de esquí y el latido enérgico de los asuntos mundiales se entrelazan con las melodías seductoras de los ídolos del pop. Todo esto se une para formar un tapiz grandioso que honra la abundancia infinita de la vida.

































