Xavier Serrat, actor, dramaturgo e incansable luchador en defensa de la lengua catalana, echó ayer el telón. Aunque fue la televisión el medio que le dio la fama, su pasión eran las tablas del teatro. Era feliz cerca del público. Se ha ido pero deja un grato recuerdo en sus próximos y en quienes aplaudieron su trabajo: “Mi padre será recordado como un cachondo y una persona implicadísima en el mundo de la cultura. Tenía muy buen humor y era muy de la jarana. Era un tío de jarana”, cuenta a este diario su hija Eulàlia Serrat, regidora d’Educació i Igualtat en el ayuntamiento de Tiana (Barcelona).

Lo que más feliz le hacía era el teatro.
“Amaba su profesión. Era la pasión de su vida. Siempre tenía proyectos en la cabeza, le encantaba. Fue muy feliz siendo actor. El papel con el que le vi más ilusionado fue con la obra Pel davant i pel darrera: participó en su quinta temporada, que se representó en Sant Cugat y luego en el teatre Borràs de Barcelona hará siete años. Mi padre hizo mucha tele y algo de cine también pero lo que más le gustaba el teatro: el escenario, el contacto con el público y la compañía de teatro. Cada compañía con la que trabajaba pasaba a convertirse en su familia”. Su familia y los compañeros de oficio que así se sentían le darán el último adiós mañana martes a las 11 h en el Tanatori de Sant Cugat.

Serrat, en una foto reciente.
Biografía breve de Xavier Serrat
Actor y luchador
Xavier Serrat era actor, director y significado defensor de la lengua catalana desde finales de los años 60. En aquella época oscura en la que expresarte en la lengua materna ante una autoridad era poco menos que impensable, tuvo el arrojo con su compañera Marta Mata de llevar cine en catalán a algunas, no muchas, escuelas valientes como él: El que fa l’home de casa sempre està bé y Les xinel·les del rei son dos ejemplos. Presentó festivales de cançó catalana en Mallorca, creó el concurso Promoció de noves veus con la editora discográfica Concèntric y la sala la Cova del Drac, por el que pasarían Ramon Muntaner y Marina Rosell, entre otros.
De la canción saltó al teatro, a mediados de los 70, y repitió la fórmula de acercar la cultura en catalán a las escuelas. Estudió en Roma con Vittorio Gassman y se hizo dramaturgo, además de actor y divulgador. Fue la serie La granja, precursora de los seriales en catalán, la que le dio la fama. Luego vendrían Ventdelplà, El cor de la ciutat y Estació d’enllaç para saltar enseguida a la televisión estatal. Que participase en El comisario, Policías, Antivicio, Pepe Carvalho, Motivos personales, Desaparecida y El caso Wanninkhof no es casual. “Le encantaba el género policíaco. Veía junto a mi madre muchos thrillers y series de ese estilo. Desde las del detective Poirot a las más recientes”.

La serie 'La granja' (TV3) le dio la fama.
Como siempre que alguien se va de repente, los suyos buscan sin querer líneas viudas, huérfanas y mensajes en botellas que nunca fueron arrojadas al mar. Lo que quedó en el tintero, en la garganta, en el ‘mañana se lo cuento’. Eulàlia, sin embargo, nos da la respuesta que contesta a todas las preguntas: “¿Si me quedó algo por decirle? Por supuesto. Todo lo que me ocurra en la vida a partir de ahora es lo que me quedará por contarle. De hoy hasta que me muera”.