Andrés Iniesta sigue acostumbrándose a su vida lejos de los terrenos de juego. Este miércoles 16 de abril, el exfutbolista lanza sus memorias bajo el nombre La mente también juega, donde aborda la depresión que sufrió mientras se convertía en uno de los mejores jugadores del planeta.
Todo empezó un año antes de que se convirtiese en el autor del gol que hizo que España ganase su primer -y único hasta la fecha- Mundial de fútbol masculino. Era mayo de 2009 y el Barcelona e Iniesta levantaban la Champions League ante el Manchester United.
“De repente empiezas a encontrarte mal. No sabes el motivo, pero te sientes mal. Un día y otro también. No mejoras. Te hacen un montón de pruebas médicas y nada indica que exista algún problema, y tú no estás bien. No paras de darle vueltas en la cabeza a esa situación que resulta absolutamente desconocida para ti. Ese desconocimiento se agrava aún más con la ansiedad”, cuenta en sus memorias.

GRAFCAT9111. BARCELONA, 08/10/2024.- El futbolista Andrés Iniesta durante la rueda de prensa que ofrece este martes en Barcelona en la que explica sus planes de futuro. EFE/Alejandro García
Ahí fue cuando Iniesta comenzó a enfrentarse por primera vez a la ansiedad y la depresión. “Yo era solo Andrés, no podía ser Iniesta, por mucho que me lo pidieran”. “Llegó un instante en que me sentí vacío. No tenía nada dentro”, explica.
“Cuando estaba fuera de mi casa, era como si estuviera mintiendo a los demás. Ellos no sabían nada. Ni debían saberlo. Por eso, evitaba ciertas situaciones en las que me encontraba incómodo”.
Su mujer y el fútbol, claves
“Anna me devolvió la ilusión. Fue maravilloso haberme cruzado con ella en el camino”
En dicho proceso, el propia exfutbolista cuenta que buscaba aislarse. “Me metía en la ducha y lloraba. Lloraba sin que me viese nadie”, algo que se incrementó con el fallecimiento de su amigo Dani Jarque porque “a partir de ahí todo se precipitó... Todo se volvió muy oscuro”.
No obstante, el fútbol y su mujer fueron cruciales para que Iniesta pudiese mirar hacia adelante. “Nunca, ni un solo día, y fueron muchos meses, me dije: 'No, no quiero ir a entrenar. Me quedo en casa y punto'”, cuenta.
“Anna me resucitó. Pero lo hizo desde el momento en que la conocí. Fue un flechazo. Me enamoré de ella completamente. Estaba viviendo entonces un período que no era nada agradable, pero Anna me devolvió la ilusión. Fue maravilloso haberme cruzado con ella en el camino”, explica con sinceridad el albaceteño.