La conocimos cantando el mítico Cómo te atreves de Morat en el otoño de 2017 y ahora es toda una estrella de la industria musical patria. Ana Guerra, que hace ya casi ocho años se aventuró a participar del flamante regreso de Operación Triunfo a Radiotelevisión Española se ha consagrado como una de las artistas más reconocidas por su país. Y no solo por su música, sino también por su aparición en otros espacios televisivos.
Porque después de pasar por Baila como puedas en La 1, así como de estar en boca de todos los cronistas rosas por su reciente boda con el actor y músico Víctor Elías, la canaria está inmersa en otro ilusionante proyecto: Tu cara me suena. Viernes tras viernes, la cantante se cuela en las casas de la audiencia mientras se pone en la piel de otros intérpretes. Ya es como alguien conocido para esos telespectadores que tanto cariño le profesan, ¿pero qué hay de las partes menos conocidas sobre su vida privada?
Apoyo en la sombra
Su madre prefirió mantenerse en un discreto segundo plano
En ningún caso destaca Ana por ser un perfil que aboga por el misterio. Siempre clara, nunca renuncia a actualizar sobre sus situaciones personales, y no hay más que ver en el modo tan natural que ha tratado su relación con el que fuera protagonista de Los Serrano de cara a la galería. Sea como fuere, hay asuntos que ha tratado con menos frecuencia. Véase la dureza de lo vivido junto a su madre.
Y es que cuando la artífice de Ni la hora concursaba en OT siempre hizo muchas referencias a su padre Antonio, que incluso fue a visitarla a la academia llegado el momento de las visitas familiares antes de la gran final. No obstante, de su progenitora hablaba más bien poco. Referencias escuetas que sembraron muchas dudas, resueltas en Con una sonrisa, el libro que Guerra publicó en 2019.

La portada de 'Con una sonrisa', el libro de Ana.
En él, la artista se abría por fin sobre su vínculo con Fátima, su madre, desconocida de cara a la galería, pero quien realmente siempre estuvo allí apoyándola, aunque prefiriendo mantenerse al margen del circuito mediático. Lo anterior, además de expresar por primera vez el calvario que había vivido tiempo atrás por un problema de salud en la mujer que le dio la vida se vio envuelta.
Un momento difícil
Fátima sufrió un derrame cerebral cuando Ana era adolescente
Ana solo tenía quince años cuando todo ocurrió, y así lo narró en su obra autobiográfica. “Mi madre sufrió un derrame cerebral y pasó tres meses en el hospital”, relataba sobre tan angustioso episodio, en el que admite que “nos dio algún que otro susto”. Afortunadamente, “al final se recuperó”, pero es de recibo poner sobre la mesa que no le fue nada fácil lidiar con un escenario tan complicado en plena adolescencia.
La conciliación fue difícil, y aunque se iba “por las mañanas al colegio”, durante todo el tiempo que Fátima estuvo ingresada en el centro médico aprovechaba las tardes antes de ir al conservatorio –donde cursó estudios de flauta travesera por las noches– para estar junto a ella. Y cuando no podía estar, “me pasaba el día pendiente del teléfono y pensando en mi madre”. Un bache que la marcó para siempre, y que reitera esa resiliencia suya que siempre ha llevado por bandera de forma más o menos voluntaria.