La infancia suele ser el momento donde se forjan las certezas, pero para algunos, ese suelo esconde trampas invisibles que pueden llegar a alterar el rumbo previsto. En el caso de Sandra Barneda, una de las voces más reconocidas del periodismo español y la pequeña pantalla patria, el aprendizaje fue un camino pedregoso marcado por una dificultad que la sociedad a menudo no siempre sabe entender ni abordar. En entrevistas recientes y pasadas, la presentadora barcelonesa ha referido a este pasado lleno de desafíos que puso a prueba no solo su voluntad, sino también en cierto modo su identidad profesional.
La palabra “dislexia” resuena en sus confesiones como un eco que explica muchas de las barreras que tuvo que superar. “Los profesores me tachaban de rebelde. Yo quería encajar, memorizar, pero no podía”, recordó en una charla para el espacio Saber Vivir de Radiotelevisión Española, evocando el choque entre sus ganas y las limitaciones invisibles que le imponía esta dificultad. El caso es que, lejos de rendirse, la presentadora de La isla de las tentaciones prefirió convertir aquella lucha personal en un motor para demostrar su valía. Una desafío que, desafortunadamente, no estuvo exento de dolor ni de incomprensión.
“Cuando estoy nerviosa me encallo”
La batalla contra un diagnóstico que por poco frena su vocación
El relato que Sandra Barneda comparte no solo dibuja una batalla contra un trastorno, sino contra los prejuicios que a menudo acompañan a quienes padecen alguna dificultad oculta como la que ella tuvo que aceptar. “Llegaron a decirme que no valía para los estudios”, confesó en otra entrevista. Una frase que se convirtió en una especie de reto porque, a pesar de que el camino fue complejo, la periodista terminó por encontrar en sus libros y micrófonos un refugio y una forma de demostrar que aquella sentencia no era más que un espejismo erróneo.
A la vista está que aquellos días en los que la lectoescritura parecía un muro infranqueable están hoy superados. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, Sandra ha sabido transformar su experiencia en una herramienta de empatía y ejemplo. “Lo importante es no sentirte discriminado y saber que la dislexia no está reñida con la inteligencia o capacidad intelectual”, expuso en otra ocasión, dando voz a quienes enfrentan obstáculos similares.

Sandra Barneda, en su etapa como presentadora del debate de 'GH VIP 6'.
Pero la huella del trastorno no desaparece por completo. La presentadora admitió también en el pasado que “sigo arrastrando algunas cosas. Me quedó, por ejemplo, cierto tartamudeo que se me nota a veces. Cuando estoy nerviosa emocionalmente hablando me encallo en palabras o las modifico, cambio el orden y digo frases extrañas”. Esta confesión añade textura humana a una figura pública que, a menudo, parece invulnerable.
“Yo me sentí sola”
La vulnerabilidad compartida que reveló en su empatía con otro rostro conocido
La conexión entre su historia y la de otros que también luchan contra dificultades en el aprendizaje fue visible cuando, en el extinto programa Así es la vida de Telecinco, Sandra empatizó con Bosco Blach Martínez Bordiú, ganador de Supervivientes 2023 y también afectado por un trastorno que complicó su infancia. “Yo de pequeña también lo pasé mal. Te puedo entender. Son momentos de vulnerabilidad, yo creo que muy grandes, donde ni siquiera sabes de qué va la vida, pero te sientes sola. En mi caso, yo me sentí sola”, manifestó con sinceridad.
La presentadora no solo compartió una experiencia, sino que recordó el peso del aislamiento que acompaña a quienes enfrentan estas dificultades, sobre todo cuando los demás no comprenden el motivo de su lucha. Esa soledad es una sombra común, y Barneda la transforma en un mensaje para quienes, como ella, buscaron respuestas y fuerza en medio de la tormenta. A pesar de todo, la comunicadora ha levantado una carrera en la que la palabra escrita y hablada es su aliada, no su enemiga. Con obras como Reír al viento o Un océano para llegar a ti, por la que fue finalista del Premio Planeta en 2020, ha tejido su propia narrativa. Ese relato propio que desafía todos los límites que puedan asumirse por los diagnósticos.