Sofía Cristo, 42 años: “Como estuve un mes en ‘Supervivientes’ sin drogarme, al volver pensé que no tenía un problema; lo iba controlando hasta que se me fue de las manos”

Confesión valiente

Tras su participación en el 'reality' de Telecinco en 2007, la DJ creyó erróneamente haber vencido su adicción; años más tarde reconoce cómo ese autoengaño fue una trampa peligrosa que casi termina con su vida

Sofia Cristo during presentation Perroton event in Madrid on Tuesday, 9 April 2024.

Sofia Cristo, en una imagen de archivo.

Gtres

“Tengo un problema”, señaló con contundencia Sofía Cristo en una entrevista para el extinto Sálvame Deluxe de Telecinco allá por 2013. Por primera vez, la hija de Bárbara Rey y Ángel Cristo había tomado la decisión de abrirse por completo ante la audiencia, que la conocía desde bien pequeña y la había visto ser parte de algunos de los formatos más exitosos de la pequeña pantalla en nuestro país. Aquella noche, visiblemente emocionada, confesó que era adicta a las drogas y que ingresaría de inmediato en un centro de rehabilitación. El plató enmudeció. Sus lágrimas, y las de muchos, marcaron el principio de una etapa dura pero liberadora.

Esa fue su primera gran verdad. Desde entonces, la DJ ha contado su historia en numerosas ocasiones, con una honestidad inusual y un propósito claro: ayudar a otros. Su último testimonio, difundido en redes por el Instituto NOA Adicciones –donde ella se trató– en conversación con el terapeuta Pedro Tomás, añade una pieza crucial al puzzle de su adicción: su paso por Supervivientes en 2007. “Como estuve allí un mes sin drogarme, pensé que no tenía un problema con las drogas. Yo me fui pensando que sí, pero volví diciendo: ‘no, no lo tengo’. Pues venga, me merezco empezar otra vez a drogarme un poquito”. Así, sin adornos, relata cómo el autoengaño la devolvió al abismo.

“La droga te engaña”

Cómo su participación en ‘Supervivientes 2007’ reforzó el autoengaño

Fue la cuarta expulsada de aquella edición, eliminada con un 51% de los votos frente a Rebecca Loos. Tras semanas sin consumir, regresó a España convencida de que su voluntad bastaba. “Lo iba controlando, poco a poco, hasta que ya se me fue totalmente de las manos”, reconocía. En realidad, la adicción nunca había desaparecido, solo se había escondido, esperando a que bajara la guardia. “La enfermedad te dice ‘venga, te voy a dejar que pienses que controlas, para que cuando lo cojas, lo cojas con más ganas y te sienta incluso bien’. Para joderte la vida”.

No se trata solo de drogas. Es el proceso mental, el relato interno que se construye para seguir cayendo. “La droga te engaña. De una droga se pasa a otra, y dicen que eso es un mito, pero no lo es. Una empieza primero con el tabaco, luego el alcohol, después la cocaína o los porros”, explicó durante la charla con Tomás. Una cadena que empieza casi sin darte cuenta y se fortalece con cada excusa. “Mientras más creas que controlas, es cuando más te tiene atrapado la enfermedad”, refería él al escuchar su relato.

“He sido un peligro para la salud pública”

El proceso de redención y la palabra como herramienta de sanación

Hoy, Sofía lleva doce años limpia. “No he tenido ninguna recaída. Pero eso no significa que no pueda pasarme cualquier día”, aseguraba con realismo el pasado junio en conversación con el periodista Martín Bianchi para El País. Además, reconoce que sigue trabajando en un entorno complejo –las cabinas, los festivales y la noche– pero ha aprendido a convivir con ello desde la conciencia: “La droga es una pandemia invisible que está demasiado normalizada. No se habla de ella. Está en todas partes. Incluso aquí, en este restaurante, hay copas de vino en todas las mesas”.

Así, su relato no rehúye las sombras. “Me arrepiento enormemente de haberle ofrecido droga a infinidad de personas. He sido un peligro para la salud pública”. Ahora da charlas de prevención, colabora con centros privados como el propio Instituto NOA –“dan becas, priorizan la salud, no el dinero”– y denuncia la lentitud de la sanidad pública: “Cuando quise tratarme, en la Seguridad Social me daban cita para dentro de seis meses”. Por eso decidió alzar la voz: “Me di cuenta de que, con la palabra, hablando de esto, podía ayudar a mucha gente”.

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