Los jueces de Milán tendrán que aclarar algo inédito: el límite entre marketing y estafa. Y deberán explicárselo, por ejemplo, a Paola, una mujer de 70 años de Campania que reclama 500 euros. Hace tres años gastó nueve en un pandoro, el dulce navideño típico italiano, con el logotipo de Chiara Ferragni, cuyo beneficio supuestamente debía destinarse a un hospital pediátrico de Turín.
Ayer comenzó la fase preliminar del proceso para aclarar lo que realmente ocurrió. La historia resultó más compleja: el dinero fue a parar a la influencer, que a cambio habría destinado solo una mínima parte a los niños enfermos. El mecanismo generó más de dos millones de euros y se repitió al año siguiente con los huevos de chocolate de Pascua Dolci Preziosi.
Según la Fiscalía, la promoción y la donación no estaban vinculadas a las ventas individuales: los consumidores pagaban un precio mayor convencidos de que contribuían a una causa benéfica, pero el sobreprecio no iba a beneficencia y quedaba en manos de Ferragni y de sus sociedades. El escándalo tuvo además consecuencias éticas y de imagen, con el desplome de la facturación y el despido de tres de cada cuatro empleados de las empresas creadas en los años dorados de la emprendedora, que llegó a rozar los 30 millones de seguidores en Instagram.
La influencer promocionando el pandoro en su red social
La influencer intentó evitar el banquillo hasta el último momento, y sus abogados recibieron el mandato de buscar acuerdos con clientes y consumidores. Ayer no acudió al tribunal de Milán donde debía comenzar el juicio en el que está imputada por estafa agravada. La defensa insiste en que no hubo engaño, sino un “error de comunicación”, y que las campañas tenían un claro valor comercial y benéfico.
La influencer intenta reflotar su imagen tras el escándalo con el lanzamiento de una nueva línea de ropa
La primera vista fue aplazada al 4 de noviembre: ese día los jueces decidirán si admiten a las partes civiles, es decir, a quienes se consideran estafados. Para sorpresa, no solo las asociaciones reclaman daños: también una consumidora particular se ha personado en el tribunal.
La audiencia fue puramente técnica, como prevé la ley italiana: el juez, sin entrar en el fondo del asunto, se limitó a evaluar la constitución de las partes y las cuestiones de procedimiento planteadas por los abogados. Los letrados de Ferragni confían en que el proceso nunca llegue a celebrarse y que los acuerdos extrajudiciales sean suficientes para cerrar la vía penal.
Ferragni se arriesga a hasta cinco años de cárcel, aunque la mayoría de juristas considera improbable una condena tan severa. La empresaria y sus sociedades ya han pagado alrededor de 3,4 millones de euros en sanciones de la Autoridad Antimonopolio, acuerdos y donaciones. Incluso en caso de fallo adverso, no se espera que cumpla condena en prisión.
Chiara Ferragni con sus dos hijos Leone, que actualmente tiene 7 años, y Vittoria de 4
El mercado, sin embargo, ya dictó su condena: en marzo, para evitar la quiebra, Ferragni tuvo que inyectar 6,43 millones de euros para recomponer el patrimonio neto. Pero los ingresos de su firma Fenice se desplomaron de 12,55 millones en el 2023 a apenas 1,75 millones, con pérdidas de 3,37 millones. Una crisis económica que amenaza con convertirse también en judicial. Mientras tanto, en las redes sociales –su verdadero campo de batalla– Ferragni intenta una remontada. En lo sentimental, con su nueva relación con Giovanni Tronchetti Provera tras la dura ruptura con el rapero Fedez; y en lo comercial, con el lanzamiento de la línea de ropa Rivoluzione romantica, dedicada a los corazones rotos, incluso los de los jueces.

