A pesar de que muchos lo tengan presente en el imaginario colectivo por su trabajo en el cine de los setenta o su voz en las tablas, lo cierto es que José Sacristán es una de esas figuras cuyo relato alberga mucho más que una profesión pública. El actor, que este jueves visita a Pablo Motos en El Hormiguero con motivo de El hijo de la cómica, la obra con la que girará por España a partir de octubre, ha sido también testigo y protagonista de una historia personal marcada por heridas que aún supuran.
Y es que detrás del rostro del protagonista de Un hombre llamado Flor de Otoño o Solos en la madrugada hay un pasado de penurias, cárceles, exilios familiares e infancia compartida en habitaciones con derecho a cocina. Entre todo ese bagaje de dificultades, hay dos episodios que el propio intérprete ha definido como las verdaderas “collejas” de la vida. Así lo reconoció en diciembre de 2021 en La matemática del espejo, en una conversación íntima con Carlos del Amor donde abordó, sin dramatismos, los golpes emocionales más difíciles de encajar.
“Estas dos collejas sí han sido jodidas”
La muerte de su madre y su hermana, los dos golpes que Sacristán no logra olvidar
En ese programa, el actor habló sin rodeos: “La muerte de la Nati, mi madre, y la muerte de la Teresa, mi hermana. Estas dos collejas sí han sido jodidas”. Su madre falleció con 77 años, víctima de un cáncer, y dejó en él una huella indeleble. “Cuando se le dio tierra a mi madre, me tuvieron que trincar porque me tiré al hoyo”, recordó. Aquel día, Sacristán no podía asumir que la mujer que había sido su refugio, su confidente y su primer aplauso ya no estuviera.
“La cómplice de mi sueño fue mi madre”, se confesaba también. Aquella que lo escuchaba cantar fandanguillos y que, según sus palabras, “si podía colaborar en el sueño, colaboraba”. La pérdida de esa figura fue un corte en seco, una de esas ausencias que no se llenan con premios ni con papeles. Aquel dolor volvió a repetirse años después con su hermana Teresa, fallecida también de cáncer a los 46.
Una infancia con cicatrices
Sacristán creció entre cárcel, precariedad y una llegada a Madrid que “fue el terror”
Aunque las pérdidas más desgarradoras llegaron en la madurez, su infancia tampoco fue fácil. Como recordó en una entrevista con El País Semanal en 2021, su padre fue encarcelado por motivos políticos y la familia tuvo que abandonar su Chinchón natal. “Fue el terror”, dijo sobre su llegada a Madrid siendo un niño. Cinco personas en una habitación compartida, el ruido de los tranvías, los braseros en latas de conservas y el miedo constante marcaron sus primeros años.
José Sacristán, en 'La matemática del espejo' con Carlos del Amor en 2021.
En el devenir de la pesadilla, visitó varias veces a su padre en prisión. Primero en un campo de concentración en Toledo, luego en Ocaña. Cuando este salió, fueron desterrados y realojados en la capital. “Era un hombre grande, del que decían que era el que mejor araba”, rememoraba en su charla con el citado medio, refiriéndose a Venancio, su padre.
“Se han ido manejando”
Las pérdidas personales pesan más que cualquier tropiezo profesional
A lo largo de los años, el intérprete demuestra haber sido capaz de hacer balance con lucidez. “Ha habido tropiezos dolorosos y desencuentros, pero bueno, se han ido manejando”, dijo en el espacio televisivo antes citado. No así la muerte de las dos mujeres que marcaron su vida. La de Teresa, que murió joven y, como él mismo explicó, “de pena”, le dejó una sensación de injusticia que aún hoy no termina de asumir.
De su madre conserva la imagen. La voz, las canciones y los gestos. De su hermana, la bondad. Sacristán reconoce que ni el éxito ni la madurez emocional alivian ese tipo de golpes. Y aunque la vida lo ha llevado a convertirse en hijo predilecto de su pueblo –ironías del destino, fue reconocido por el hijo de quien denunció a su padre–, aquellos días de duelo siguen presentes en la memoria.
