Nora Berend, catedrática de Historia Europea en la Universidad de Cambridge: “No creo que el Cid Campeador fuera un patriota castellano, ni siquiera que este concepto tuviera sentido en España en aquella época”

Entrevista

Berend, autora de ‘El Cid. Vida y leyenda de un mercenario medieval’ (Crítica), argumenta que Rodrigo Díaz fue un pragmático hombre de frontera tan brutal como la época que le tocó vivir

La historiadora británica Nora Berend

La historiadora británica Nora Berend

Crítica

El Cid Campeador es un referente en la historia de España, pese a ser un personaje en su mayor parte inventado. El verdadero Cid –un título honorífico derivado del árabe “sayyid”, que significa señor y, también, jefe– no se parecía en nada al cruzado que luchó por el cristianismo en la película que interpretó Charlton Heston en 1961.

En realidad, el Cid fue un astuto estratega que buscaba adquirir riqueza y poder por todos los medios posibles, lo que le animó a cambiar de bando varias veces. Rodrigo y sus hombres podían irrumpir en una ciudad cristiana o musulmana al caer la noche, matar a cualquiera que les saliera al paso, apoderarse de los objetos de valor, secuestrar a ciudadanos notables para pedir rescate y luego amenazar con regresar, a menos que recibiera un generoso tributo anual. La profesora Nora Berend desvela aquí más detalles sobre este guerrero legendario.

¿Cuál ha sido su motivación a la hora de interesarse por El Cid?

Hay una serie de personajes que son piedras angulares de las historias nacionales. Me cautivan especialmente los personajes medievales que pasaron a convertirse en leyendas tras morir, por haber sido politizados. Cuando se me ocurrió escribir sobre el Cid, estaba ultimando precisamente un libro sobre el primer rey cristiano de Hungría [se refiere a Esteban I de Hungría, también conocido como el Santo o el Grande]. También impartía un curso sobre este tema en la Universidad de Cambridge. Pero la vida de Rodrigo me pareció especialmente fascinante, por cómo creció su leyenda.

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Su libro comienza con Rodrigo cabalgando hacia Logroño, junto a un nutrido grupo de guerreros musulmanes, para arrasar y matar a los cristianos de la manera más impía. ¿Cómo alguien capaz de prodigarse con esos actos acabó siendo descrito, aún en vida, como un salvador cristiano enviado por Dios?

Pues porque las personas que lo describieron así no eran las que él había atacado... Eran eclesiásticos que se beneficiaban de sus donaciones y que querían trasmitir una buena imagen de él. Las historias podían reescribirse, omitiendo detalles incómodos o dando una explicación que justificara ciertos comportamientos.

‘Vivant Denon reemplazando los huesos del Cid y de Jimena en su tumba’, óleo de Alexandre-Évariste Fragonard, 1811, sobre un boceto a acuarela de Benjamin Zix

‘Vivant Denon reemplazando los huesos del Cid y de Jimena en su tumba’, óleo de Alexandre-Évariste Fragonard, 1811, sobre un boceto a acuarela de Benjamin Zix

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La mayoría de los historiadores consideran que la palabra que sintetiza mejor las características esenciales del Rodrigo histórico (y no del legendario) es “mercenario”. ¿Está de acuerdo?

Aunque utilizo esa palabra para titular mi libro, obviamente el Cid no fue un mercenario durante largos períodos de su vida, ni tampoco un mercenario moderno. Por eso algunos historiadores prefieren llamarle “señor de la guerra”. En realidad, no hay una sola palabra que sirva para describirle a la perfección y que sea válida para toda su vida: al servicio de los reyes de Castilla, de la taifa de Zaragoza y, luego, señor de Valencia por derecho propio. “Mercenario” es la única palabra que priva al Cid de ser glorificado, lo cual me parece importante. También remarca que sus actividades eran oportunistas.

¿Qué tenía Rodrigo Díaz que lo hacía irresistible, incluso para el presidente John F. Kennedy?

Su atractivo no emana de la figura histórica, sino de la legendaria. Es decir, deviene de alguien que lucha por una buena causa, que siempre sale victorioso por ser noble y justo, y no de alguien que peleaba por sus propios intereses y que en vida era capaz de quemar a otro ser humano para apropiarse de su tesoro. El Cid mítico es irresistible del mismo modo que lo es el Aragorn de Tolkien: ¿acaso no querríamos todos que alguien así solucionara las cosas?

El escritor Arturo Pérez Reverte ha sugerido que la época en la que vivió Rodrigo podría compararse con el lejano Oeste, en el sentido de existir una zona fronteriza despoblada alrededor del río Duero sometida a las incursiones de unos y otros. ¿Qué opina?

No soy en absoluto una especialista en la historia de EE. UU., pero hay algunas similitudes, en el sentido de que en el siglo XI había una completa anarquía, lo que permitía ganarse la vida saqueando y matando. La debilidad del poder central también guarda semejanzas. En cambio, la tecnología y las relaciones de poder entre los dos bandos enfrentados eran muy diferentes.

Uno de los supuestos cofres del Cid, exhibido en la catedral de Burgos

Uno de los supuestos cofres del Cid, exhibido en la catedral de Burgos

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Es paradójico que Franco idolatrara al Cid por ser el guerrero cristiano que derrotó a los musulmanes, pero que obviara que él mismo reclutó a ocho mil mahometanos para vencer a la República… ¿Por qué el Cid es un emblema de la ultraderecha?

Creo que hay un Rodrigo histórico, pero también muchos Cides inventados. Por haber, incluso hay un Cid multicultural, también legendario, del que se destaca que supo convivir tanto con los musulmanes como con los cristianos. Pero es cierto que el legado franquista sirve de inspiración y modelo para la ultraderecha. En la práctica, fue fácil transformar a Rodrigo en el supuesto líder de una “cruzada” contra los musulmanes. Esto sirvió a posteriori para reivindicar una continuidad que legitimara a una nación española y cristiana. Franco justificó el reclutamiento de soldados musulmanes como una guerra religiosa común contra los ateos y los comunistas.

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Algunos monjes medievales, las mujeres de la familia del Cid, un dramaturgo y un historiador crearon la leyenda del Cid. ¿Cómo contribuyó cada uno de ellos?

Los monjes crearon un cuasisanto que sale victorioso incluso después de morir y cuyo cuerpo no se descompone. Jimena hizo que los restos de Rodrigo volvieran a ser enterrados en el monasterio de San Pedro de Cardeña, y después mantuvo estrechos lazos con el convento. Sus hijas probablemente transmitieron su historia mitificada a sus descendientes, algunos de los cuales llegaron a ser reyes. Corneille creó un héroe a lo Hamlet, dividido entre el honor y el amor, y le dio fama internacional.

Por su parte, Ramón Menéndez Pidal quería ofrecer un modelo, una figura que uniera a todos los españoles en un período de crisis, y por ello aceptó como histórica la imagen más positiva de Rodrigo extraída de la leyenda. La influencia de Menéndez Pidal moldeó la percepción de la opinión pública durante mucho tiempo, no solo en España, sino incluso a nivel internacional, a través de la película protagonizada por Charlton Heston, de la que Menéndez Pidal fue asesor histórico.

¿La taifa o ciudad-Estado de Valencia podría haberse convertido, de haber tenido Rodrigo un descendiente varón vivo, en un reino independiente como Portugal?

Estoy segura de que creó su propio principado, no como vasallo del rey Alfonso VI, sino como señor independiente. Este estatus de Rodrigo como soberano se puede apreciar en la terminología que se utiliza cuando recibe el trato de “princeps”, “nuestra excelencia” y “sublimidad” en el diploma de donación de 1098 al obispado de Valencia, cuando han de nombrar al Cid. Es más, el diploma insinúa que el obispado de Valencia era independiente de la jerarquía eclesiástica ibérica y que estaba adscrito directamente al papado; esto afianzaría aún más la autonomía del nuevo principado de Rodrigo.

En cambio, es imposible saber si le habría gustado convertirlo en reino y si, de haber dejado un heredero varón vivo, se habría convertido en un reino independiente como Portugal o Sicilia.

Representación del rey Alfonso VI en el ‘Tumbo A’ de la catedral de Santiago de Compostela, del siglo XII

Representación del rey Alfonso VI en el ‘Tumbo A’ de la catedral de Santiago de Compostela, del siglo XII

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¿Cuál es su postura en cuanto a si el Cid se mantuvo fiel al rey?

No creo que se mantuviera fiel a Alfonso VI. La forma en la que actuó contra las taifas, la manera de reclutar a su propio séquito militar, la terminología de la carta de donación al obispado de Valencia…, todo parece indicar que actuaba al dictado de sus propios intereses. En cambio, que quisiera fundar una nueva dinastía real resulta más incierto: en aquella época había muchos señores independientes que no necesariamente querían crear nuevos reinos.

¿Qué hizo Rodrigo Díaz con el muchísimo dinero que obtuvo tras atacar y ofrecer protección a cristianos y musulmanes?

El Cid tenía que mantener a quienes le seguían en sus operaciones militares. También hacía donaciones a la Iglesia. Y, por supuesto, debió de dar buenas dotes a sus hijas.

¿Cuántos guerreros tenía a su cargo el Cid en el momento de mayor esplendor?

No existen fuentes fiables sobre el número de guerreros que tenía, pero los ejércitos medievales eran bastante pequeños. Bernard Reilly, un historiador y medievalista estadounidense, calcula que Alfonso VI contaba con un ejército de aproximadamente dos mil quinientos hombres en la batalla de Sagrajas.

Rodrigo Díaz ha sido descrito como un “patriota español”, pese a que en el siglo XI no existiera todavía España como tal. ¿Cómo contribuyó el Cantar de Mio Cid a que Castilla tuviera un pasado glorioso?

No creo que el Cid fuera un patriota castellano, ni siquiera que este concepto tuviera algún sentido en aquella época. Históricamente, Castilla se erigió como reino mucho más tardíamente que León o Navarra. En un principio, era una zona fronteriza de León, y, más tarde, un socio menor en el momento en que Fernando se proclamó rey de León y Castilla.

Castilla no pasó a ser la potencia hegemónica de la península ibérica hasta su unión definitiva con León y hasta después de las exitosas conquistas territoriales del siglo XIII. Los reyes castellanos compensaron su falta de importancia en el pasado reivindicando la herencia visigoda y evocando la imagen de una península ibérica unida bajo su mandato.

Estatua ecuestre del Cid en Sevilla

Estatua ecuestre del Cid en Sevilla

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La reescritura del Cid también estuvo al servicio de la conquista del pasado de Castilla, como adujo el historiador David Porrinas González, al proporcionar un glorioso y siempre victorioso líder castellano en la guerra contra los musulmanes. Convertir al Cid en un patriota castellano también era parte de esa reformulación del pasado, no sin un elemento de rivalidad entre Castilla y los demás reinos ibéricos que podían también querer apropiarse de él, pues no hay que olvidar que Rodrigo fue el abuelo de García Ramírez el Restaurador (1134-1150) de Navarra.

¿Por qué el Cid no llegó a convertirse en san Rodrigo, como pretendía Felipe II? ¿El hecho de tener una cara oculta como la Luna pudo perjudicarle de cara a ser canonizado?

No fue rechazado por su pasado. Felipe II inició en 1554 el proceso para su canonización en la corte papal, pero, al encontrarse Italia sumida en revueltas políticas, su embajador en Roma, Diego Hurtado de Mendoza, tuvo que partir a toda prisa, y el proceso cayó en el olvido. La santificación podía comportar mucho tiempo y exigía perseverar, algo que no se hizo.

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