Jinetes del Apocalipsis: ¿cómo surgió el mito de la invencibilidad mongola?

Edad Media

Sus tácticas innovadoras y las incertidumbres sobre sus orígenes convirtieron a estos guerreros de la estepa en un símbolo del terror en Europa

Georgianos contra mongoles, en una obra de Haitón de Córico.

Georgianos contra mongoles, en una obra de Haitón de Córico

Dominio público

“Asolaron los países de Oriente con lamentable destrucción, propagando el fuego y las matanzas allá donde fueron”. Así describió el monje benedictino Mateo Paris el avance de los mongoles desde las estepas centroasiáticas. Escribió estas palabras en 1240, cuando este pueblo se disponía a atacar el corazón de Europa después de conquistar buena parte de Asia.

Dinastías chinas, sultanatos centroasiáticos, principados rusos… todos fueron víctimas de la máquina de guerra mongola. Ni la poderosa caballería feudal europea pudo plantarles cara, como se vio cuando llegaron a Europa central.

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Georgianos contra mongoles, en una obra de Haitón de Córico.

Antes de avanzar sobre Polonia y Hungría, los mongoles ya habían forjado su fama al haber conquistado buena parte de Asia. Lograron crear el imperio terrestre contiguo más grande que ha existido hasta la fecha. Esta gesta fue posible gracias a que contaron con uno de los sistemas militares más exitosos de la historia. De aquí que adquirieran la reputación de ser prácticamente invencibles, de la misma forma que en su momento fueron percibidas las falanges de Alejandro Magno o las legiones romanas.

No hay que imaginar a los mongoles combatiendo como una horda desorganizada que basaba su éxito simplemente en ataques masivos. Estos jinetes actuaban con tácticas muy elaboradas y en sus ejércitos se aplicaba una estricta disciplina que obligaba a los guerreros a tener una preparación óptima.

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Arquero mongol

Otras Fuentes

Si podían escoger el terreno para pelear, normalmente lanzaban a sus arqueros a caballo para que desgastasen al enemigo a distancia para, una vez desorganizado, rematarlo con una carga de los jinetes más pesados. Si era el enemigo quien elegía el campo de batalla, entonces la vanguardia mongola fingía una retirada para atraer a los oponentes a una emboscada montada por el grueso del ejército.

Además, los mongoles sabían adaptarse a las nuevas situaciones. Una muestra fue su capacidad para incorporar tropas de los pueblos sometidos con el fin de superar sus debilidades. Por ejemplo, al proceder de la estepa, no estaban acostumbrados a realizar asedios, así que recurrieron a ingenieros chinos y coreanos para superar las fortificaciones enemigas.

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Pero, más allá de las puras tácticas sobre el terreno, los guerreros de Gengis Kan destacaron por otros motivos. Al contrario que muchos de los ejércitos de sus rivales, donde la cadena de mando reflejaba la estratificación social de cada reino o imperio, el contingente mongol se regía por una estricta meritocracia. Los comandantes debían demostrar capacidad de liderazgo y valor en la batalla.

“Fake news” y terror desde la estepa

Lo militar solo explica una parte del éxito mongol. El espionaje, la difusión de rumores y el empleo del terror como arma de guerra fueron los otros ingredientes.

Gengis Kan y sus sucesores no confiaban solamente en la fuerza bruta de sus tropas. Sus conquistas también se basaron en un hábil uso de la información. Sus milicias muchas veces eran precedidas por mercaderes y espías que informaban sobre las capacidades de sus posibles rivales. Los ejércitos mongoles también confiaban en un buen número de exploradores que se avanzaban hasta cien kilómetros al grueso de las fuerzas para conocer detalles del enemigo o evitar que les tendieran una emboscada.

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Gengis Kan entra en Pekín

Terceros

La confusión y el terror eran otros elementos clave que alimentaron la invencibilidad mongola. Sus agentes no solo enviaban información a los kanes, también se encargaban de difundir toda clase de noticias: desde exagerar la cantidad de efectivos de un ejército que se aproximaba hasta propagar historias sobre el destino que esperaba a los que se resistieran.

Esta confusión también era fomentada por la alta movilidad de los ejércitos mongoles. Sus huestes podían marchar unos 120 kilómetros al día, algo inaudito en la época. Ello les ayudaba a sorprender a sus enemigos, que no contaban con avances tan rápidos, como se vio en la campaña de Polonia en 1240.

La crueldad de los mongoles ha sido motivo de debate. Es cierto que sus prácticas no eran ni más ni menos sanguinarios que las que utilizaron otros tantos reinos e imperios de la época para intimidar a sus oponentes. Pero los mongoles comprendieron muy rápido que llevar el terror al corazón de los rivales podía ser tan efectivo como una gran victoria militar.

Además, conviene señalar que los mongoles no solían aplicar la crueldad de manera gratuita sobre un enemigo vencido (por ejemplo, solían respetar a las ciudades que se rendían sin combatir). En cambio, no tenían piedad ante uno que se había mostrado traicionero. El caso paradigmático se vivió contra Corasmia. Este estado (que ocupaba parte de la actual Irán) ejecutó a unos embajadores que había enviado Gengis Kan, una afrenta que el gran conquistador no perdonaría, como demostró con la despiadada campaña de conquista que ordenó.

El ejército de Gog y Magog

La conquista de Corasmia provocó un gran flujo de refugiados y sus historias acabaron por llegar a Europa. A medida que estos relatos recorrían más distancia se iban distorsionando, ya que los cronistas del Viejo Continente no tenían conocimiento de las campañas mongolas en Asia, por lo que fueron construyendo una imagen muy particular de este pueblo.

En las primeras noticias que circularon por Europa occidental sobre los mongoles, nadie los llamaba así. La denominación habitual era “tártaros”, surgida aparentemente a raíz de una carta de la reina Rusudan de Georgia al papa Honorio III donde le hablaba de los misteriosos guerreros que merodeaban las fronteras de sus dominios.

Batalla entre guerreros mongoles y chinos.

Batalla entre guerreros mongoles y chinos

Dominio público

El concepto de “tártaros” estaba cargado de connotaciones legendarias, ya que hacía referencia a los habitantes del lugar más profundo del inframundo de la mitología griega. Los cronistas europeos aún dieron una vuelta más a este origen infernal de los mongoles al considerarlos las huestes de Gog y Magog, dos reinos que, según el Apocalipsis, arrasarían la Cristiandad por sus pecados. Estos orígenes demoníacos iban acompañados de todo tipo de relatos fantasiosos sobre los mongoles: se hablaba de que tenían cabezas de perro o que montaban animales nunca vistos.

La imagen de los mongoles fue evolucionando a medida que se conocían más detalles. Cuando se supo que amenazaban a los estados musulmanes de Oriente Medio, pasaron a ser el ejército del Preste Juan, un reino cristiano que los relatos medievales situaban en la India o Asia Central y que un día acudiría en ayuda de sus hermanos de religión.

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A este equívoco contribuyó el hecho de que unas pocas tribus mongolas procesaban el nestorianismo, una variante del cristianismo que se había extendido por Asia desde el siglo V. Otras fuentes europeas, particularmente alemanas, los consideraron una de las tribus perdidas del antiguo Israel.

Merece una mención particular la relación de Venecia con los mongoles. La República Serenísima entró en contacto con ellos en 1221 a través de los puestos comerciales de la ciudad Estado en el mar de Azov. Firmaron un acuerdo secreto por el cual los italianos proporcionarían información a las fuerzas de Subotai, uno de los caudillos que dirigían el avance mongol hacia Europa. A cambio, los venecianos podrían comerciar con los productos procedentes de los dominios de los kanes. Además, los jinetes de las estepas atacaron los puestos genoveses, rivales de la República Serenísima en Crimea.

Soldados mongoles.

Soldados mongoles

Dominio público

En las campañas de los mongoles contra Polonia y Hungría, los europeos descubrieron que eran unos formidables rivales, pero de este mundo. Su avance los llevó a las puertas de Viena, aunque la repentina muerte del gran kan Ogodei obligó al ejército a regresar a Mongolia, ya que alguno de sus generales debía tomar parte en el proceso sucesorio.

Aunque los “jinetes del Diablo” volvieron a las estepas, el mito perduró y Europa temió un nuevo ataque durante mucho tiempo. Sin embargo, los mongoles tenían otros planes. Prefirieron centrar sus esfuerzos conquistadores en otros puntos de Oriente, ya que el botín de las ciudades del Viejo Continente les había parecido escaso.

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Los ataques mongoles al califato abasida en 1258 avivaron las historias sobre su crueldad a raíz de la destrucción de Bagdad, una de las principales ciudades de su tiempo. Pero también abrieron las puertas al fin de la leyenda de guerreros imbatibles. Dos años después se enfrentaron a los mamelucos egipcios en la batalla de Ain Jalut o de las Fuentes de Goliat, al sur del lago Tiberíades, en la Palestina de la época. En ese choque los mongoles probaron su propia medicina.

Los mamelucos se habían entrenado específicamente para replicar las tácticas mongolas, como el uso de arqueros a caballo. Además, Baibars, general egipcio y futuro sultán, fingió que desplegaba un ejército más pequeño para atraer a los invasores de las estepas hacia una trampa en la que esperaba el grueso de las fuerzas egipcias.

Fue la primera derrota de un ejército mongol que resquebrajó el mito de su invencibilidad. Con el fracaso en las invasiones de Japón quedó claro que, pese a seguir siendo unos guerreros extraordinarios, podían ser derrotados en el campo de batalla.

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