La Orden del Dragón, una ‘OTAN’ medieval para salvar al rey de Hungría

Todos para uno

En el siglo XV, el rey Segismundo se inventa una organización supranacional, aunque, siendo estrictos, no era un sistema de defensa mutua, sino un medio para proteger su territorio a cambio de privilegios

Segismundo de Luxemburgo como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Retrato modificado a partir del original de Alberto Durero, 1509-1516

Segismundo de Luxemburgo como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Retrato modificado a partir del original de Alberto Durero, 1509-1516

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En los albores del siglo XV, un hombre sufre el asedio de múltiples enemigos. Su nombre, Segismundo de Luxemburgo. Su pretensión, mantenerse en el trono de Hungría pese a la titánica oposición, tanto interna como externa, a la que se enfrenta. En este contexto, con todas las apuestas en contra de la supervivencia del monarca, surge la idea.

No es especialmente novedosa, pero Segismundo, tras numerosas derrotas y escasas victorias, decide dar forma a un organismo que, a su juicio, contribuirá a mantenerlo en el poder: la Orden del Dragón. Una agrupación de caballeros a la que el rey de Hungría planea incorporar a muchos de los aristócratas que le rodean, entre los que se encuentran personajes tan populares como el temible padre del Drácula histórico. El objetivo es que esta orden se convierta en una especie de organismo supranacional que sostenga los intereses políticos de Segismundo y defienda sus fronteras de enemigos tan peligrosos como los turcos.

Destino regio

Para entender la Orden del Dragón, primero debemos conocer a Segismundo. Nacido en 1368 del matrimonio entre el emperador Carlos IV e Isabel de Pomerania, es elegido desde tierna edad para casarse con María, hija del rey húngaro Luis I. Aquel matrimonio tenía el objetivo de estrechar los lazos entre los progenitores de la infantil pareja, pero pudo truncarse al morir el padre de Segismundo cuando este contaba 10 años.

Sin embargo, Luis I trasladó a su futuro yerno a la corte, ocupándose de darle una sólida educación que, aparte de incluir lecciones cortesanas y caballerescas, iba a permitir al muchacho manejarse en siete lenguas diferentes. Además, en 1382, Segismundo y María fueron designados herederos de Luis I, una decisión que, cuando pocos meses después muere el rey húngaro, pocos tendrían en cuenta.

Rey Segismundo de Hungría, fundador de la Orden del Dragón.

El rey Segismundo de Hungría, fundador de la Orden del Dragón

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De hecho, la viuda del propio Luis, Isabel de Bosnia, asumió el control del país, nombrando reina en exclusiva a su hija María con tan solo 11 años. La decisión no la compartían determinados nobles, que, deseosos de tener a un varón al frente de la nación, apoyaron a Carlos III de Nápoles como pretendiente al trono. Segismundo, que no renunciaba a sus derechos, se convirtió en el tercero en discordia. El conflicto concluyó en 1387, tras el asesinato de Carlos e Isabel, con Segismundo y María casándose y ejecutando así los planes de Luis I para Hungría.

Aquella pugna por el poder, que duró cinco años, fue el prólogo a la complicada vida de Segismundo. En el interior de sus fronteras se vio cuestionado por diversos grupos de nobles, como la casa de Horvathy. En el panorama internacional, el enemigo turco avanzaba imparable tras convertir Serbia en un estado vasallo en 1389 y poner en marcha una oleada de incursiones en territorio húngaro, a las que Segismundo respondió liderando una desastrosa cruzada contra el imperio otomano en 1396.

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En una batalla librada en Nicópolis, al norte de Bulgaria, las fuerzas internacionales movilizadas por Segismundo sufrieron una terrible derrota. El monarca húngaro escapó de milagro solo para caer de la sartén turca a las llamas de una alianza de nobles húngaros, alzados en armas bajo la bandera de Ladislao I de Nápoles, hijo del asesinado Carlos III y, por tanto, aspirante a la corona de Hungría. Segismundo, con sus ejércitos diezmados tras Nicópolis, apenas pudo presentar oposición, viéndose forzado a un exilio de cinco años tras el cual regresó para ser encarcelado durante la enésima revuelta de sus barones.

Miniatura turca de la batalla de Nicópolis

Miniatura turca de la batalla de Nicópolis

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Es en este ambiente de derrota constante en el que se fragua la gran idea de Segismundo. Esa orden de caballería compuesta exclusivamente por gentes adictas a su persona, entregadas en cuerpo y alma a defender sus políticas a cambio de privilegios. El nombre de esta agrupación sería Orden del Dragón.

Los dragones

Antes de poner en marcha la nueva orden de caballería, Segismundo logra huir de prisión y obliga a Ladislao a escapar de Hungría tras lograr acuerdos con algunos de sus opositores. En aquel momento de tranquilidad, el todavía cuestionado rey funda la orden en 1408 junto a su nueva esposa, Bárbara de Celje, y 21 barones.

Los estatutos de la orden recogen como principal objetivo combatir al “enemigo pérfido”, denominación que engloba a los paganos, los cismáticos y, en especial, los turcos. Aquel que entre en la orden debe jurar fidelidad eterna a los reyes de Hungría, defender sus derechos frente a cualquier oposición y servir con “fraternidad” contra todos los enemigos del reino.

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Pero ¿qué recibían a cambio de esta entrega incondicional los miembros de la orden? Básicamente, trato de favor y tráfico de influencias, pues los reyes húngaros prometen cubrir de honores y trabajos a quienes pasen a formar parte de las huestes del dragón, además de que Segismundo se compromete a mediar personalmente en las disputas que estos pudieran tener entre ellos o con otras personas.

Como vemos, esta orden, aparentemente caballeresca, en realidad lo es poco. Es más, contrariamente a otras semejantes, la del Dragón carece de santo que la patrocine, una capilla o incluso una sede. Aspectos estos que hicieron al historiador D’Arcy Boulton lanzar una reflexión en su completísimo estudio sobre las órdenes de caballería medievales, The Knights of the Crown (1987), en el que define a la del Dragón como la primera organización de su tipo concebida exclusivamente en “términos políticos”.

Miembros de lujo

El plan de Segismundo resultó un éxito y supuso un punto de inflexión en la biografía del monarca, que, durante lo que le restaba de vida, se convirtió también en rey de Bohemia y en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, títulos que conservó hasta su muerte en 1437.

Durante aquellos años, la fama de la orden que había creado se extendió por la sociedad, y el símbolo del dragón abrazando una cruz se dejaba ver en las enseñas de sus miembros, incluidas algunas de casas aristocráticas menores, sumamente beneficiadas tras su afiliación, como la de Rozgony o la de Báthory, famosa por la popular asesina en serie Erzsébet Báthory.

El símbolo de la Orden del Dragón, según una reconstrucción

Reconstrucción de la medalla de la Orden del Dragón. Museo del Castillo de Trakai

Zilvinasmaigys / CC BY-SA 4.0

Pero la Orden del Dragón también incluyó a personajes extranjeros, bien para estrechar las alianzas de Segismundo, bien como recompensa diplomática. Entre los más destacados figuraron el duque Ernesto de Austria; el rey de Dinamarca y Suecia, Cristóbal de Baviera; Vitautas Vitod, gran príncipe de Lituania; o Vlad II, príncipe de Valaquia, conocido posteriormente como Dracul, “el dragón”, por su pertenencia a la orden de Segismundo (su hijo, Vlad el Empalador, fue el Drácula histórico y heredó la membresía de su padre).

Además, hubo componentes de la orden que habitaban en países relativamente lejanos, como Enrique V de Inglaterra, recordado por su victoria en la batalla de Agincourt, el rey Alfonso V de Aragón o el intelectual castellano Diego de Valera, así como numerosos miembros de las élites italianas, lo que demuestra hasta qué punto la agrupación de Segismundo acabó convirtiéndose en un organismo muy prestigioso.

Sin embargo, Segismundo se interesó especialmente por atraer a la orden a sus vecinos. Como el duque Hrvoje de Bosnia, que resultó ser el más problemático de sus aliados, llegando incluso a asociarse con los turcos. O como el serbio Stefan Lazarevich, que, pese a ser ortodoxo, fue acogido con los brazos abiertos por el rey de Hungría.

OTAN relativa

Con la información que tenemos, puede dar la sensación de que la Orden del Dragón fue una especie de precursora de la OTAN. Una alianza de elementos internacionales unida para combatir a turcos y herejes. Pero la realidad es que la relevancia militar de la organización de Segismundo fue relativa.

Y es que la Orden del Dragón no llegó a mover grandes ejércitos propios, sino que más bien sus miembros se pusieron a las órdenes de Segismundo o bien formaron alianzas con él. Sobre todo cuando había que hacer frente a los otomanos o intervenir en conflictos como las guerras husitas. El rey de Hungría se implicó activamente en este choque con el objetivo de aniquilar el movimiento religioso fundado por Jan Hus, considerado precursor de la reforma protestante y condenado a la hoguera.

El rey Segismundo, fundador de la orden del Dragón

El rey Segismundo, fundador de la orden del Dragón

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Pero aquella OTAN medieval relativa apenas sobrevivió a la muerte de Segismundo. Con el correr de los años, y al ir perdiendo relevancia en el panorama internacional el reino de Hungría, la importancia de la orden se fue desvaneciendo. Tendría que llegar el siglo XX para que, tímidamente, un grupo de intelectuales recuperase su nombre para fundar la Hermandad del Dragón Croata en Zagreb.

El grupo acabaría siendo condenado por el comunismo tras la Segunda Guerra Mundial y no resucitaría hasta 1990, pocos años antes de que en Serbia se siguiera su ejemplo para fundar la Soberana Orden Militar del Dragón, otra clara referencia a la organización creada por Segismundo, pero ya sin sus implicaciones primigenias. Sin embargo, en Hungría, cuna de la orden original, los intentos por resucitarla siempre han fracasado. Quizá porque el motivo por el que fue creada, la supervivencia de Segismundo, hace siglos que yace enterrado.

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