“El acto de violencia empresarial más importante de la historia”: Plassey, la batalla que selló el destino de la India y la dejó a merced de un monopolio británico

Imperialismo

Los imperios no suelen cimentarse sobre historias edificantes. Y la del que Gran Bretaña construyó en la India, la joya de la Corona durante doscientos años, no fue una excepción

La batalla de Plassey, librada el 23 de junio de 1757, en una obra de Severino Baraldi

La batalla de Plassey, librada el 23 de junio de 1757, en una obra de Severino Baraldi

Aci / Bridgeman

El Imperio mogol era un estado musulmán fundado por Mohammed Babur, descendiente de Tamerlán (de ahí el término mogol, una deformación de “mongol”), tras invadir la India desde Afganistán en el siglo XVI. En su momento de mayor apogeo, los mogoles reinaban desde Kabul hasta la actual Bangladesh. Cuando su imperio fue destruido, producía una cuarta parte de las manufacturas mundiales. Delhi, la capital, era una ciudad cosmopolita y brillante.

A partir de la década de 1730, la combinación de los ataques de los marathas (un reino hindú del centro de la India), las revueltas y la corrupción destruyó los cimientos del poder mogol. La invasión persa de 1739 y el espantoso saqueo de Delhi dejaron en evidencia la debilidad militar del imperio.

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Su final se precipitó por la intervención de las potencias europeas. Los enclaves comerciales franceses, británicos, holandeses o portugueses exportaban telas, especias y otros productos y hacían afluir a India la plata americana. Las empresas comerciales europeas reclutaron ejércitos de mercenarios locales, los cipayos (del persa sipah, “soldado”) para expandir su influencia.

La Compagnie des Indes Orientales francesa tenía un duro rival en su equivalente británico, la East India Company (EIC), con factorías comerciales en Madrás, Bombay y Calcuta. En 1750, Calcuta contaba con 200.000 habitantes, y por ella pasaban más de la mitad de las exportaciones británicas desde Asia. También era un refugio seguro para los comerciantes indios contra las incursiones maratha y contra la rapacidad fiscal de los estados.

Robert Clive

En 1756 estalló la guerra de los Siete Años. Una coalición angloprusiana se enfrentó a Francia, Austria y Rusia. Con todas las potencias europeas en liza, la guerra se libró a escala planetaria. En la India, la provincia oriental de Bengala, la más rica del imperio en términos comerciales e independiente del poder de Delhi, se convirtió en teatro de la contienda. El nawab (virrey) Siraj ud-Daula, un joven príncipe tan ambicioso y cruel como estúpido, subió al trono en abril de 1756. En previsión de la inminente guerra con Francia, la EIC comenzó a reforzar las defensas de Calcuta. Cuando Siraj ud-Daula les ordenó que detuvieran las obras de fortificación, los británicos se negaron.

Siraj ud-Daula reunió un ejército y atacó Calcuta. Abandonados por sus mercenarios, los británicos no tuvieron más remedio que rendirse. Varias docenas de prisioneros acabaron encerrados en una celda de apenas cuatro metros de ancho (el “Agujero negro”), donde la mayor parte murieron por calor y asfixia en una sola noche.

El

El “agujero negro” de Calcuta

Dominio público

La EIC rechazó la oferta de renegociación de los derechos comerciales que le hizo el nawab y organizó una operación de castigo. El teniente coronel Robert Clive, un veterano de las guerras contra los franceses, fue puesto al mando de la expedición. Clive había regresado a Gran Bretaña con una considerable fortuna y no tenía la menor intención de volver a la India, pero sus aspiraciones de entrar en el Parlamento se truncaron cuando salieron a la luz los dudosos tejemanejes electorales en su circunscripción.

Tras esperar a que finalizara la temporada de los monzones, y apoyado por los cañones de la flota, Clive recuperó Calcuta en enero de 1757. Seguidamente, los británicos saquearon la factoría mogol de Hugli para obligar a Siraj ud-Daula a aceptar el combate o negociar. Este mordió el anzuelo. Acampó junto a las defensas de Calcuta con un ejército de 25.000 hombres y 50 elefantes. En la madrugada del 4 de febrero, Clive lanzó un ataque nocturno, pero la operación terminó en un desastre cuando sus fuerzas se perdieron en la niebla y fueron a parar al centro mismo del campamento enemigo. Clive solo se salvó de ser aniquilado por la disciplina de su pequeño ejército y la confusión de sus rivales.

Retrato de Robert Clive

Retrato de Robert Clive

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Siraj ud-Daula estaba preocupado por las amenazas de revuelta en la frontera con Afganistán, por lo que consintió en negociar con la EIC y permitir que reconstruyera las murallas de Calcuta. Pero Clive ya había decidido destruir el poder del nawab y de sus aliados franceses. Primero se apoderó del enclave francés de Chandernagor. Cuando el peligro de un ataque afgano se disipó, Siraj ud-Daula declaró de nuevo la guerra a los británicos.

Para ese momento, el nawab tenía a mucha gente poderosa en contra. La interrupción del comercio con los europeos inclinó a los influyentes banqueros hindúes de la familia Seth a financiar la recluta de cipayos para Clive. Uno de sus principales generales, el árabe Mir Jafar, estaba harto de las humillaciones a las que le sometía el príncipe. Clive negoció un acuerdo secreto con Mir Jafar a cambio de un pago sustancioso para que le ayudara a derrocar al nawab.

A uno de los principales consejeros de Siraj ud-Daula se le prometió una cantidad exorbitante de dinero a cambio de no descubrir la conspiración, pero jamás se le pagó. En 1773, Clive justificó esta maniobra en la comisión de investigación del Parlamento: “Cuando la existencia misma de la Compañía estaba en juego […] era una cuestión de verdadera política y de justicia engañar a un villano tan grande”.

La batalla

La rapidez con la que Clive movió a sus fuerzas descolocó al enemigo. A mediados de junio se apoderó de la fortaleza de Katwa, frente a la isla de Cossimbazar, donde se encontraba el ejército del nawab. La traición de Mir Jafar fue descubierta, pero el nawab no solo siguió confiando en él, sino que le dio el mando del flanco izquierdo de su ejército.

En la mañana del 22 de junio, Clive cruzó el río Bhagirathi y se atrincheró en el villorrio de Plassey. Al amanecer del 23 de junio, los 50.000 hombres del nawab avanzaron hacia Clive y sus 3.100 hombres (750 soldados regulares británicos y el resto cipayos). Las siguientes tres horas de la batalla fueron un intercambio de fuego artillero. Solo las piezas del nawab a cargo de artilleros franceses causaron algunas bajas a Clive.

La artillería del nawab sobre una plataforma móvil

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Durante la tarde se desató una lluvia torrencial. Los británicos protegieron sus municiones y pólvora con lonas, pero el ejército contrario no tomó ninguna precaución. Suponiendo que los cañones británicos estaban inutilizados por la lluvia, Mir Madan, otro de sus generales, cargó con su caballería. El fuego de mosquetes de Clive desbarató la carga y Mir Madan recibió una herida mortal.

La noticia de que Mir Madan había sido herido quebró la confianza de Siraj ud-Daula, que hasta aquel momento había permanecido en su tienda, rodeado de aduladores que le prometían una victoria segura. Rogó a Mir Jafar que tomara el mando del ejército. Este informó rápidamente a Clive de que podía avanzar. Sus tropas capturaron los cañones de los franceses y continuaron arrollando a las fuerzas que se les resistían.

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La división de Mir Jafar permaneció inmóvil sin participar en la batalla. Siraj ud-Daula había abandonado ya el campamento con su guardia. Cuando anocheció, Clive detuvo la persecución de los derrotados. A cambio de 27 muertos y 50 heridos, había causado 500 bajas al enemigo.

Siraj ud-Daula fue asesinado pocos días después cuando intentaba escapar. El propio Clive confirmó a Mir Jafar como nuevo nawab de Bengala, aunque pronto se libraron también de él. Los franceses perdieron sus factorías en la región, pero la lucha continuó hasta que en 1763 ambas potencias firmaron el Tratado de París.

Clive se encuentra con Mir Jafar después de la batalla de Plassey

Clive se encuentra con Mir Jafar después de la batalla de Plassey

Dominio público

En 1765, el joven emperador mogol Shah Alam cedió a la EIC los derechos para recaudar los impuestos mogoles en las partes más ricas de su imperio. Fue “el acto de violencia empresarial más importante de la historia del mundo”, escribe el historiador escocés Staff Writer en el volumen La anarquía. La Compañía de las Indias Orientales y el expolio de la India (Desperta Ferro, 2021). Clive volvió a Gran Bretaña con una fortuna de 30,5 millones de libras actuales y obtuvo un escaño en el Parlamento.

En los siguientes cien años, la EIC amasaría un inmenso poder, llegando a suponer a comienzos del siglo XIX la mitad del comercio mundial británico; un poder que se mantenía de manera férrea gracias a un ejército privado de 200.000 hombres. Su única intención a la hora de administrar las tierras conquistadas era contentar a sus accionistas, entre los que se contaba una cuarta parte de los miembros del Parlamento. Una de las primeras palabras del indostaní que pasó a formar parte de la lengua inglesa en el siglo XVIII no fue otra que loot, botín.

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