La biografía formal de Montserrat Villar Martín la describe como astrofísica, doctora en Ciencias Físicas, colaboradora del Observatorio Europeo Austral y el Instituto de Astrofísica de París, profesora en Sheffield y Hertfordshire y ahora perteneciente al Centro de Astrobiología del CSIC. Pero ese escueto retrato omite su faceta de divulgadora, comprometida con numerosos proyectos culturales que aúnan ciencia y humanidades. El libro que ahora presenta, Mirar los cielos (Paidós), es un excelente ejemplo de su actividad en ese otro campo.
A través de más de doscientas páginas de texto e imágenes, la doctora Villar nos presenta docenas de obras de arte –la mayor parte desconocidas por el gran público– de temática relacionada con la visión cosmológica de muchas culturas. Desfilan ante nosotros horóscopos judíos e islámicos, litografías de mapas estelares en los que el autor intentó sustituir las constelaciones clásicas por otras “cristianizadas”, frescos medievales, cometas funestos y un sinfín de curiosidades asociadas con la visión del cosmos en las distintas épocas.
¿Qué inspiración o motivación personal le llevó a emprender el proyecto de escribir Mirar los cielos?
Mi principal motivación ha sido mostrar a través del arte que el conocimiento actual sobre el cosmos es herencia de un crisol de maneras de pensar rico y complejo que se ha ido moldeando durante milenios en base a supersticiones, objetivos prácticos (como medir el tiempo), creencias religiosas, intereses económicos y políticos; en base también a la filosofía y, por supuesto, la ciencia, que en la actualidad aporta las interpretaciones más objetivas y exitosas. He querido mostrar al mismo tiempo cómo el arte ha contribuido a transmitir, conservar y transformar el conocimiento sobre el universo, desde esas múltiples facetas con que lo hemos apreciado.
¿A qué tipo de público siente que va dirigido el libro: personas “de ciencias”, “de letras”, ¿o buscó deliberadamente cruzar esas fronteras?
Va dirigido a un público curioso con inquietud por aprender y que quiera cruzar esas fronteras. Quien lea Mirar los cielos solo puede disfrutarlo si se olvida del encorsetamiento inherente a su clasificación como una obra “de ciencias” o “de letras”. Es un libro que habla de filosofía, de religión, de ciencia, se mitología… porque todo ello es necesario para rastrear y comprender las múltiples inquietudes que nos ha impulsado a mirar al cosmos. Es esencial también para apreciar la manera en que el arte ha dejado constancia de todo ello.
En el libro se menciona el tapiz de Bayeux, en el que se ve representado el paso del cometa Halley
¿Cómo eligió las obras de arte, los personajes históricos y los mitos que aparecen en el libro entre la enorme variedad existente? ¿Hay algún motivo por el que haya excluido referencias populares, como la Noche estrellada de Van Gogh o la cúpula zodiacal del templo de Dendera?
Ha sido todo un reto, desde luego. Abarcar la diversidad de interpretaciones sobre el universo y las manifestaciones artísticas en ellas inspiradas en culturas de todo el mundo y de todas las épocas era un proyecto inabordable. Decidí acotarlo dando prioridad a tradiciones culturales que han marcado de manera más profunda las raíces del conocimiento astrofísico (como la griega), si bien he procurado no dejar completamente de lado otras culturas como la china, la de Mesoamérica...
He seleccionado además obras que visualizaran lo explicado en el texto principal de manera clara. En ocasiones he adaptado el relato para dar cabida a obras que a mí me inspiraran por su belleza, o anécdotas relacionadas, la técnica que se usó para realizarlas, la motivación de quién las realizó...
Grabado del siglo XIX del zodíaco de Dendera
Algunas obras muy populares han quedado fuera, porque me he decantado por otras menos conocidas, más directamente relacionadas con las ideas que quiero transmitir o, simplemente, por ese interés personal. Es también una manera de dar conocer obras muy interesantes que no están en el radar del público.
El resultado es un relato fragmentado, también muy personal, de la historia de nuestras percepciones sobre el universo y su visualización en el arte, del que inevitablemente han quedado fuera numerosas culturas y sus protagonistas.
Durante la redacción, ¿hubo descubrimientos, datos o anécdotas que le sorprendieran especialmente?
Muchos de los que describo o narro han llegado a emocionarme por motivos diversos: la fascinación, la belleza, la admiración, también la sorpresa. Como el reloj de agua construido en el siglo XII en China que funcionaba con un sofisticado ingenio mecánico que seguía el movimiento de los cielos y accionaba autómatas que tocaban gongs, campanas y tambores para marcar algunas horas.
O como las representaciones de constelaciones realizadas en el siglo X en Persia que se hicieron cubriendo un globo celeste con un papel muy fino sobre el que se trazaron con cuidado los contornos y las posiciones de las estrellas.
También los broches de solapa o alfileres para el sombrero que los joyeros ingleses diseñaron inspirándose en el avistamiento del cometa Halley en 1835, los viajes espaciales y encuentros con extraterrestres imaginados en el siglo II... En fin, la lista es interminable.
Constelación de Capricornio, copia del siglo XV de una ilustración del 'Libro de las estrellas fijas', escrito por el astrónomo persa Al Sufi en 964
¿Ha cambiado su propia percepción del cosmos después de investigar y escribir esta obra?
Mi percepción y mi manera de pensar se han ampliado y enriquecido enormemente. Esto es algo maravilloso que ocurre siempre que salimos de nuestra especialización (en mi caso, el estudio de los efectos de los agujeros negros supermasivos en las galaxias) para adentrarnos en otras áreas del conocimiento.
Pienso que esto requiere mucha humildad y un punto de valentía. Aunque llevo muchos años divulgando sobre arte y astronomía, sigue sin ser fácil combatir esa sensación de estarme tambaleando en un terreno movedizo que no controlo del todo porque no lo domino como mi propia área de investigación.
Pondré un ejemplo. Un capítulo de Mirar los cielos especialmente difícil de escribir ha sido “Oráculo celeste”, dedicado a la astrología. Es un tema en el que nunca había puesto interés por el rechazo (básicamente, por considerarlo una estafa) que esta práctica me produce en el contexto de la sociedad actual.
Tuve que empezar por estudiarlo prácticamente desde cero, lo que me ha llevado a descubrir y entender que la astrología, si bien hoy descartada por ser una práctica fallida, tuvo sentido en muchas sociedades del pasado, en las que llegó a considerarse una forma más de conocer el universo. Tengo que decir que admitir mi ignorancia basada en mis prejuicios ha tenido un poder de liberación del pensamiento muy poderoso.
Iluminación de 'Las muy ricas horas del duque de Berry' que muestra la supuesta relación entre las partes del cuerpo y los signos del zodíaco
¿Qué aportación cree que puede hacer este libro en un mundo cada vez más científico, visual y digital?
He escrito Mirar los cielos con una mezcla muy rica de emociones como las que mencionaba más arriba. La propia vivencia de la belleza ha sido muy intensa a lo largo de todo el proceso. Si logro transmitir algo de esas emociones y, sobre todo despertar la curiosidad de quien lo lea para querer saber más, me daré por satisfecha.
Si solo pudiera dejar una idea clave en la mente de los lectores del volumen, ¿cuál sería?
Aunque la investigación científica es la estrategia más eficaz en nuestra búsqueda incansable de respuestas objetivas a los misterios del cosmos, este seguirá teniendo tantas facetas como maneras de pensarlo, y el arte siempre estará presente para dejar constancia de ello.


