María Vinyals, la marquesa roja que denunció la situación de la mujer en España

En femenino

Escritora, activista, sufragista y marquesa, la gallega María Vinyals puso su exquisita educación al servicio de una causa inapelable: la lucha contra la desigualdad de género

María Vinyals, marquesa de Ayerbe, por Manuel Alviach, en ‘Instantáneas. Revista Semanal de Artes y Letras’, febrero de 1899.

María Vinyals, marquesa de Ayerbe, por Manuel Alviach, en ‘Instantáneas. Revista Semanal de Artes y Letras’, febrero de 1899

Dominio público

En el verano de 2016, la Diputación de Pontevedra emprendió un ambicioso proyecto: la Escola da Igualdade María Vinyals, una institución para promover la igualdad entre hombres y mujeres y la lucha contra la violencia de género. Se rendía así homenaje a una de las más importantes pioneras del feminismo en Galicia, María Vinyals, cuyo nombre permanecía opacado por el brillo de antecesoras como Concepción Arenal (1820-1893), Emilia Pardo Bazán (1851-1921) o la escritora Filomena Dato (1856-1926). Un olvido absolutamente injusto.

Y es que María Vinyals fue uno de los nombres señeros del feminismo ya no solo en Galicia, sino en toda España, si bien determinadas circunstancias de su biografía hicieron que su labor se diluyera con el tiempo.

La heredera del castillo de Sotomayor

María Vinyals y Ferrés nació el 14 de agosto de 1875 en el castillo de Sotomayor (Pontevedra), propiedad de sus tíos Antonio Aguilar Correa y Zenobia Vinyals Bargès, marqueses de la Vega Armijo, que residían allí durante los meses de verano.

Tras la prematura muerte de su padre en 1882, María y su madre quedaron bajo la protección de sus tíos. Fueron ellos quienes se encargaron de proporcionarle una esmerada educación, que, además de conocimientos humanísticos, incluía el aprendizaje de cinco idiomas, algo insólito en una mujer de su tiempo y condición social.

El castillo de Sotomayor.

El castillo de Sotomayor

HombreDHojalata / CC BY-SA 3.0

Pero, sobre todo, fue su asistencia a las tertulias que los marqueses de la Vega Armijo organizaban en su residencia madrileña, y en las que participaban las mentes más preclaras de la época, lo que acabó por configurar su pensamiento y despertó en ella una fuerte vocación literaria.

No obstante, pese al interés que sus tutores mostraron en la preparación cultural de María, y aun sabiendo que su decisión podría cortar de raíz lo que prometía ser una brillante carrera literaria, los marqueses no dudaron en concertar su matrimonio en 1896 con Juan Nepomuceno Jordán de Urríes, marqués de Ayerbe (1851-1908), veinte años mayor que ella.

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No fue un matrimonio feliz, si bien su marido favoreció sus inquietudes, al ponerla en contacto con una de las mujeres más adelantadas de su época, Pardo Bazán, con quien María entabló una gran amistad. La autora de Los pazos de Ulloa la animó a inscribirse en el Ateneo de Madrid y la instó a publicar El castillo del Marqués de Mos (1904), otro título ostentado por su tío, en el que describe la historia y estructura del castillo de Sotomayor que la había visto nacer y que heredó a la muerte de este.

No solo eso. En 1906, María intervino en la fundación de la Escuela de Madres de Familia, una institución que impartía los principios básicos de lectura y escritura, así como materias propias de la vida doméstica y el cuidado de los hijos a aquellas jóvenes que, por carencias económicas o familiares, no podían acceder a otro tipo de educación.

De Vinyals a Lluria

Poco a poco fue naciendo en María su preocupación por la situación de la mujer y, en concreto, por aquellas pertenecientes a los estratos populares. La canalizó con ayuda de un médico y sociólogo cubano, Enrique Lluria Despau (1863-1925), con quien contrajo matrimonio en 1909, tras enviudar del marqués de Ayerbe.

Como se ha dicho, el primer matrimonio de María no había sido afortunado, y así lo reflejó en una novela autobiográfica, Rebelión, donde condena el sometimiento de la mujer a los intereses económicos o sociales de las familias. Una triste experiencia de la que se recuperó al lado de Lluria, en quien encontró el apoyo necesario para desarrollar su pensamiento feminista.

Fotografía de María Vinyals.

Fotografía de María Vinyals

Dominio público

Además, con él emprendió nuevos proyectos de carácter social, como la instalación en el castillo de Sotomayor de un sanatorio para cubrir las necesidades sanitarias de la región, y participó activamente en la Liga Popular de Instrucción Pública, de la que llegó a ser presidenta.

Por entonces, María ya se declaraba abiertamente feminista y socialista. Activa colaboradora del Partido Socialista Obrero Español –en el que militaba su esposo–, su actividad en la Agrupación Socialista Femenina de Madrid, en la que firmaba frecuentemente como María Lluria, era incesante.

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Los títulos de sus conferencias en la Casa del Pueblo de Madrid o en el Recreo de Artesanos de Pontevedra son suficientemente descriptivos para revelar sus líneas de pensamiento: “Feminismo y galantería”, “El futuro de las mujeres”, “La mujer, compañera del hombre”.

Compaginaba su actividad como conferenciante con la publicación de artículos en medios de prensa tan consagrados como El Imparcial o Blanco y Negro. Su objetivo no era otro que legitimar el acceso de la mujer a la enseñanza y al mundo intelectual. Pretendía así disponer de la herramienta con la que regenerar una sociedad que, mientras no admitiera la igualdad entre hombres y mujeres, consideraba caduca y abocada al caos.

Vinyals en una foto de grupo.

Vinyals (dcha.) En una foto de grupo

Terceros

Finalmente, en 1917, solicitó su ingreso en el Partido Socialista, un paso que le valió el sobrenombre de la “marquesa roja”. La decisión despertó las suspicacias de los sectores más conservadores, lo que dio lugar al registro del castillo de Sotomayor, ante la sospechas de que se estuvieran llevando a cabo actividades subversivas, cuando la demanda de mejoras sociales por parte de las clases trabajadoras era muy intensa.

Los años cubanos

La hostilidad del medio en el que hasta entonces se había desenvuelto el matrimonio Lluria-Vinyals y una serie de problemas económicos que conllevaron la pérdida del castillo de Sotomayor acabaron por determinar su partida a Cuba en 1919.

Una vez cruzado el Atlántico, María continuó con su carrera periodística mediante la colaboración en diversas publicaciones locales e internacionales, al tiempo que Lluria ejercía de nuevo la medicina en La Habana, actividad que había abandonado en España para consagrarse de pleno a sus tareas políticas.

Ambos simultaneaban sus trabajos respectivos con la promoción de la filial cubana de Clarté, una agrupación de intelectuales fundada en Francia por el pensador Henri Barbusse con la intención de denunciar los desastres económicos, morales y políticos que había provocado la Primera Guerra Mundial.

Poco después, en 1925, Enrique Lluria falleció en Cienfuegos, donde residían tras cerrar la consulta en La Habana. Eran tiempos de penuria en tierras caribeñas, y, al enviudar, María y el hijo habido de su segundo matrimonio se encontraron en una situación muy precaria. Tanto que tuvo que recurrir a la generosidad de sus amigos españoles para poder regresar a Europa.

Ejemplar de uno de los libros escritos por Vinyals.

Ejemplar de uno de los libros escritos por Vinyals

Montserrat Boix / CC BY-SA 4.0

Desde ese momento, se pierde su pista. Todo parece indicar que, tras una breve estancia en Madrid, se instaló en París, donde habría fallecido en 1941 durante la ocupación de la capital francesa por las tropas alemanas. Dejó tras sí el recuerdo de una escritora feminista, comprometida con su tiempo y, como tal, firme defensora del sufragio femenino.

Sus convicciones la llevaron a escribir en 1908 que “la situación de las mujeres en la sociedad española es anormal, es arcaica. A fin de cuentas, la existencia de la mujer, es con escasas diferencias, la misma que hace dos siglos”. No se equivocaba.

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