A comienzos de la década de 1960, un puñado de españolas solteras y católicas viajaron hasta Australia, apoyadas por la iglesia y el régimen franquista, en busca de un futuro mejor. Al enterarse los españoles, italianos y griegos que ya vivían en Oceanía de la llegada del “avión de las novias” (como tituló la prensa australiana el acontecimiento), casi un centenar de hombres se encaramaron a las vallas metálicas del campo de aviación de Melbourne para piropear y lanzar flores a las recién llegadas.
El 10 de marzo de 1960, después de un vuelo que duró tres días y en el que se escucharon cuchicheos y avemariapurísimas, comenzaron a descender por las escalerillas un total de 92 mujeres, 22 de las cuales eran españolas y el resto griegas. Allí estaban Leontina, Mari Paz, Restituta, Ramona, Mercedes, Angela, Rafaela, Teresa, Basilisa, Marcelina, Alicia y Luzdivina, entre otras.
A las españolas les sorprendió el jaleo que provocó su llegada y la presencia de tantos pretendientes esperanzados. Algunas ya tenían novios, hermanos o primos en Australia que habían ido a la recogida la caña de azúcar, pero la mayoría llegó con lo puesto.
El viaje en avión costaba en aquella época unas 40.000 pesetas, pero las seleccionadas solo debían aportar 2.400. La otra parte la pagaban el régimen y el gobierno australiano. En caso de no disponer de tal cantidad, a las emigrantes se les facilitaba un pequeño préstamo que podrían devolver mensualmente una vez instaladas, a razón de 17 libras mensuales.
El porqué de “las martas”
Uno de los primeros en informar de esta “caravana de mujeres” en formato aéreo fue Ignacio García, quien, tras aterrizar en 1983 en Australia para trabajar como profesor de los hijos de los españoles, terminaría viviendo allí. Su libro (Operación Canguro: The Spanish Migration Scheme, 1958-1963), según ha reconocido, surgió tras escuchar algunas historias por boca de sus alumnos.
El relevo lo tomó, entre otras, Natalia Ortiz, quien contactó con algunas de las españolas que migraron a Australia hace más de sesenta años. Ortiz publicó en 2023 el libro más completo hasta la fecha, El Plan Marta (1960-63) (Dykinson), y recogió decenas de testimonios. Finalmente, en octubre de 2024 Celia Santos publicó un libro de ficción basado en hechos reales: El país del atardecer dorado (Penguin).

Un grupo de españolas antes de partir a Australia. Madrid, 1961
Según desvela Ortiz desde Australia, aunque muchas no lo supieran, estas emigrantes españolas acabarían pasando a la posteridad como “las martas”, un sobrenombre con connotaciones religiosas. “Cuando Jesús estuvo predicando en Galilea se hospedó en casa de Marta. Ella se dedicó a arreglar la casa y a preparar la cena, mientras que María se sentó a los pies de Jesús para escuchar sus enseñanzas”, puede leerse en el libro escrito por Ortiz. Es decir, por un lado estaban las mujeres “intelectuales” y, por el otro, las que por tener una educación elemental se debían de conformar con servir.
Hasta el año 1963, 18 vuelos procedentes de la península aterrizaron en suelo australiano, dejando, como poco (pues se desconoce la cantidad exacta), a 832 españolas de entre 21 años (la mayoría de edad entonces) y 35 (la edad máxima en la que se pensaba que era posible tener hijos).
A partir del tercer vuelo a Australia, realizado en 1960, las españolas seleccionadas viajaban a la residencia de las Madres Reparadoras de Madrid para recibir un curso preparatorio. Allí recibían una Biblia, un libro de frases en inglés y un Manual de la Servidora Doméstica que detallaba cómo utilizar algunos electrodomésticos y las diferencias horarias, entre otras cosas.

Solicitud de migración de la española Cándida Díaz. Junio, 1960
También se les sugería llevar unas mil pesetas para tener algo de dinero hasta recibir el primer pago, una cantidad impensable para muchas de ellas.
Una gran jaula dorada
Nada más aterrizar en Australia, las “martas” eran conducidas a la catedral, donde se les colocaba una chapa de color en la solapa, en función de cuál fuera su destino, sigue desvelando Ortiz. Una vez llegaban, finalmente, a Brisbane, Sydney o Melbourne, un cura iba de nuevo a recogerlas y las conducía hasta la iglesia, donde aguardaban las mujeres australianas. Como reconocieron muchas españolas años después, verse formando en semicírculo, bajo la mirada escrutadora de las australianas, retrotrajo a muchas españolas a la imagen de las ferias de ganado de su pueblo.

Un grupo de “martas” en una fiesta en Sydney, 1961
Los primeros días en Australia fueron tremendos. Además de no saber ni jota de inglés, las españolas se encontraron viviendo en lugares que carecían de iluminación nocturna y donde a partir de las seis de la tarde era prácticamente imposible encontrar una cafetería o cine donde caerse muerta. Casi la única distracción consistía en asistir los domingos al sermón en español que daban algunos sacristanes y compartir las penas con otras muchachas. A este síndrome se le denominó “el mal de Australia”.
Muy pronto, las españolas se apercibieron de que el contrato de dos años que les habían prometido no tenía ninguna validez legal y que regresar no iba a resultar fácil. O lo que es lo mismo: que se habían metido dentro de una jaula dorada del tamaño de un continente. Quisieran o no, tendrían que pasar un tiempo rodeadas de canguros, así que muchas, al verse cuidando un montón de hijos ajenos desde primera hora del día hasta bastante después de anochecer, usaron las casas donde servían de puente hasta encontrar un trabajo menos duro y mejor remunerado en fábricas, restaurantes, colegios, hospitales o sastrerías. Muchas lo consiguieron, explica Ortiz.
Con o sin amor
Ahora bien, esta investigadora quiere salir al paso de algunas informaciones y dejar claro que nadie obligó a las españolas a viajar a Australia y mucho menos a casarse.

Grupo de “martas” en España en noviembre de 1962
Por su parte, Celia Santos reconoce haber escrito El país del atardecer dorado, su novela sobre el Plan Marta, para recuperar las peripecias de estas mujeres olvidadas. “Mi intención con este libro ha sido evitar que se blanquee la historia de las mujeres que emigraron a Australia o darle un tratamiento romántico”, afirma en la sede de su editorial, en la Travessera de Gràcia de Barcelona. Su libro comienza en 1961, cuando un avión despega de Madrid con 114 mujeres a bordo en busca de un futuro mejor.
¿Cuántas mujeres se casaron? Muchas, aunque no solamente con españoles, sino también con italianos (con quienes compartían las clases de inglés), húngaros, yugoslavos…

Boda de Agustina Cillero y su novio en Australia, 1960. Él era un español que había emigrado dos años antes
Algunas lo hicieron enamoradas y otras no tanto, pero lo cierto es que lograron paliar la soledad y formar una familia. El libro de Ortiz incluye muchas historias de vida de las martas que viajaron hasta el fin del mundo. Todas ellas son apasionantes y están llenas de anécdotas. Un posible resumen es que la mayoría de las chicas no pudieron regresar a España hasta muchísimos años después. Pero para entonces ya estaban enamoradas de Australia…