EE. UU. y su larga (e interesada) defensa de la libertad de navegación

Derecho del mar

La carta de la libre circulación por mares y océanos esgrimida por Donald Trump ha marcado en realidad la agenda internacional de Washington desde siempre. Echemos un vistazo al pasado

La USS United States, la primera de las seis fragatas originales de la US Navy, derrota HMS Macedonian durante la guerra anglo-estadounidense de 1812

La USS United States, la primera de las seis fragatas originales de la US Navy, derrota al HMS Macedonian durante la guerra anglo-estadounidense de 1812

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“Ninguna fuerza terrorista impedirá que los buques comerciales y militares estadounidenses circulen libremente por las vías navegables del mundo”, estas palabras formaron parte del comunicado de Donald Trump el pasado 15 de marzo anunciando una nueva intervención militar con que poner fin a los ataques de los hutíes contra buques en aguas cercanas a Yemen.

Pese a que el presidente estadounidense se está caracterizando por sus actuaciones disruptivas respecto a sus antecesores en la Casa Blanca, invocar la defensa de la libertad de navegación es un principio que ha regido la política exterior de EE. UU. desde su nacimiento y que le ha servido para reforzar su influencia en todo el planeta en los últimos tres siglos.

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EE. UU. comenzó a defender la libertad de navegación en cuanto se convirtió en una nación. Tras la independencia lograda de Londres en 1783, las arcas del nuevo país habían quedado exhaustas. Su principal activo para la recuperación era una potente flota comercial (las Trece Colonias habían sido un importante polo mercantil en el imperio británico). Así que, muy pronto, EE. UU. vio claro que necesitaba unos mares tranquilos o, por lo menos, no hostiles.

Como parte de la recuperación, se había recortado fuertemente el gasto militar, particularmente en buques de guerra, y la marina continental prácticamente había quedado reducida a la nada. Así que Washington optó por la vía diplomática para defender a sus mercantes y se mantuvo neutral en las guerras entre grandes potencias europeas.

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Pero esta neutralidad fue papel mojado para muchos actores internacionales. A finales del siglo XVIII, los piratas berberiscos comenzaron a apresar mercantes estadounidenses y pedían rescates por ellos y sus tripulaciones. Eran unas presas sencillas, al contrario que los buques europeos, ya que no tenían una armada que las protegiera.

En un primer momento, EE. UU. optó por pagar los rescates, pero esta claudicación al chantaje berberisco generó un fuerte debate en el país. Tras muchas discusiones políticas, en 1794 George Washington firmó la creación de una armada. Así nació la US Navy. Con todo, las dificultades económicas hicieron que se tardara unos años en contar con una fuerza de combate adecuada.

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No fue hasta 1801 cuando EE. UU. tuvo capacidad para intervenir contra los piratas berberiscos en la que sería su primera guerra en territorio extranjero. El enfrentamiento duró cuatro años, y los estadounidenses tuvieron que emplearse a fondo para lograr la victoria. En 1815 libraron un segundo conflicto contra estos estados norteafricanos que apenas duró 48 horas.

Casi en paralelo a las luchas en el norte de África, EE. UU. vio como las potencias europeas no respetaban su neutralidad en los conflictos surgidos de la Revolución Francesa.

El USS Philadelphia (1799) en llamas durante la segunda batalla naval del puerto de Trípoli durante la primera guerra berberisca en 1804

El USS Philadelphia (1799) en llamas durante la segunda batalla naval del puerto de Trípoli durante la primera guerra berberisca en 1804

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En la época, en tiempos de guerra, era costumbre interceptar buques mercantes de países neutrales y registrarlos en busca de mercancías de cualquier tipo procedentes de un país enemigo. Así que, en el marco de las guerras entre Gran Bretaña y la Francia revolucionaria, los navíos comerciales de EE. UU. eran acosados periódicamente por las armadas de los dos bandos.

Esta actitud acabaría provocando conflictos entre EE. UU. y ambos países europeos. En un primer momento, se produjo la “Cuasi-guerra” (1798-1800) con la Primera República Francesa. Washington había dejado de pagar su deuda con la monarquía borbónica cuando Luis XVI fue depuesto y ejecutado.

El gobierno republicano ordenó a sus corsarios capturar más mercantes estadounidenses para que EE. UU. volviera a pagar y generó una escalada que desembocó en una guerra de baja intensidad, donde básicamente se produjeron escaramuzas navales, como abordajes aislados entre navíos.

Protección mercantil en los siete mares

La paz con Francia llegaría en 1800 tras el ascenso al poder del Consulado, pero siguieron las tensiones con Gran Bretaña. La Royal Navy, además de apresar mercantes estadounidenses que transportaban mercancías francesas, también capturaba a sus marinos y los enrolaba a la fuerza en sus barcos.

Estos motivos fueron parte de las causas que llevaron a EE. UU. a declarar la guerra a su antigua metrópoli en 1812. Teniendo en cuenta el panorama actual, es interesante señalar que entonces también había una parte de las élites estadounidenses que vieron en este conflicto una oportunidad de anexionarse Canadá (que sería uno de los principales frentes de batalla).

Fuerzas estadounidenses repelen un asalto británico en Nueva Orleans

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La guerra duró hasta 1814 y acabó en tablas, pero EE. UU. no renunció a proteger la libertad de navegación para sus mercantes. En las siguientes décadas del siglo XIX, y al igual que la campaña actual contra los hutíes, la armada estadounidense centró buena parte de su atención en luchar contra actores no estatales que amenazaban las rutas marítimas por entonces.

La célebre doctrina Monroe, que advertía a las potencias europeas de no intervenir en América, también tenía muy en cuenta que no hubiera injerencias extranjeras en las rutas marítimas del continente.

James Monroe, 5.º presidente de los Estados Unidos, quien articuló la doctrina que lleva su apellido

James Monroe, 5.º presidente de los Estados Unidos, quien articuló la doctrina que lleva su apellido

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Pero Monroe no solo pensaba en las potencias extranjeras. Este presidente ordenó en 1822 una campaña contra los piratas y corsarios que habían vuelto a actuar en el Caribe. Aunque no tenían la fuerza exhibida en el siglo XVII o a principios del XVIII, este repunte se debía a las guerras entre España y sus colonias americanas que reclamaban la independencia.

La US Navy se implicó en una campaña que sirvió para afianzar los primeros intereses en el Caribe y que no estaría exenta de incidentes navales con España, como la incursión en Fajardo (Puerto Rico) el 14 de noviembre de 1824.

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Muy pronto, EE. UU. también fijaría su atención en Asia. Los comerciante estadounidenses comenzaron a lucrarse con el comercio de especias en las islas del Pacífico y del Índico. Esta riqueza no pasó desapercibida para los piratas de la región, y la US Navy tuvo que enviar barcos a la zona para proteger a sus conciudadanos. Incluso los marines lanzaron incursiones anfibias en Sumatra contra bases de estos filibusteros.

La libertad de navegación y de comercio también fue esgrimida por EE. UU. para establecer relaciones con los grandes estados asiáticos. Japón (1853), China (1858) y Corea (1871) vieron exhibiciones del poder militar estadounidense en un mayor o menor grado, con el fin de obtener posiciones favorables para que sus comerciantes pudieran importar y exportar.

Operaciones de libertad de navegación

La protección de las rutas comerciales cobró especial relevancia tras la guerra de Secesión (1861-1865), con EE. UU. lanzado a ser una potencia mundial, e impulsó el fuerte crecimiento de la armada estadounidense a finales del siglo XIX. Esta marina demostraría su potencia en la guerra del 98 contra España y se convirtió en una de las principales del planeta en los albores de la Primera Guerra Mundial.

Precisamente, EE. UU. esgrimió otra vez la defensa de la libertad de navegación para justificar su entrada en la Gran Guerra. Los ataques de los sumergibles alemanes a sus buques –con el hundimiento del Lusitania como referente– fueron uno de los casus belli argüidos desde Washington para entrar en el conflicto contra las potencias centrales.

El Lusitania zarpa en el que sería su último viaje antes de ser torpedeado por los alemanes en 1915

El Lusitania zarpa en el que sería su último viaje antes de ser torpedeado por los alemanes en 1915

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Además, una vez concluida la conflagración, el presidente Woodrow Wilson incluyó la libertad de navegación en el segundo de sus famosos Catorce Puntos, un primer intento de EE. UU. de influir a gran escala en el orden mundial internacional, que debían regir el mundo post-1918.

Franklin D. Roosevelt también se refirió a la defensa de esta libertad en los mares cuando justificó que los buques de la armada estadounidense comenzaran a informar de avistamientos de submarinos alemanes y a escoltar convoyes británicos cerca de las costas de EE. UU. en los meses previos a Pearl Harbor.

Con el inicio de la guerra fría y con EE. UU. ya consolidada como superpotencia mundial, la defensa de este derecho adquirió una nueva dimensión con el establecimiento de las Operaciones de Libertad de Navegación (o FONOPs, por las siglas de Freedom of Navigation Operations).

El origen de las FONOP se remonta a 1979, durante la presidencia de Jimmy Carter, y son ejercicios militares de la US Navy en zonas marítimas sobre las que algún país ejerce una reclamación de soberanía que Washington considera excesiva.

Jimmy Carter, confraterniza con  Mohammad Reza Pahlavi durante una cena en 1978

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El caso más célebre transcurrió en 1981, cuando la Libia del coronel Muamar al Gadafi reclamaba la soberanía sobre todas las aguas del golfo de Sirte. EE. UU. desplegó dos portaaviones. Aeronaves de combate del régimen de Trípoli hostigaron los ejercicios de la US Navy y se produjeron varios combates entre cazas de los dos bandos.

También en los ochenta, EE. UU. realizó ejercicios FONOP en aguas del mar Negro, lo que resultó en una serie de incidentes con aviones y barcos de guerra de la armada soviética.

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Otro punto destacado de tensión en los ochenta era el golfo Pérsico, donde Washington también alegó la defensa del libre tránsito de buques petroleros para desplegar a su armada en el estrecho de Ormuz y escoltar a estos navíos para protegerlos de los ataques iraníes. En este contexto se produjo uno de los enfrentamientos militares más graves hasta la fecha entre Washington y el régimen de los ayatolás: la operación Mantis Religiosa.

Hoy en día, Washington sigue realizando estas FONOPs, aunque el foco se ha trasladado al mar de China meridional. Ahora, estas operaciones navales desafían las reclamaciones de la República Popular en la región y periódicamente se producen encuentros entre buques y aeronaves militares de ambos países, generando momentos de tensión.

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