Aunque toda la historia de Barcelona es apasionante, el período que transcurre entre 1888, fecha de la Exposición Universal, y el fin de la Guerra Civil en 1939, resulta especialmente significativo. La ciudad condal vivió entonces momentos de ebullición política y cultural. Fue el tiempo del auge del Modernisme, del Noucentisme y las vanguardias artísticas. Andreu Navarra (Barcelona, 1981), un historiador que conoce la época mejor que la palma de su mano, como ha demostrado en estudios anteriores, traza en Bohemia y barricadas (Tusquets) un amplio fresco de la capital catalana en el que se mueve con soltura tanto por los ambientes burgueses como por los bajos fondos.
Burgueses y revolucionarios obreros aparecen en este retrato colectivo de una etapa de cambio, llena de miedos y esperanzas. Navarra, con sus conocimientos enciclopédicos sobre cualquier detalle, nos sumerge también en un viaje fascinante por periódicos, cabarets, ateneos y tertulias, en el que encontraremos a figuras tan gigantescas como los escritores Josep Pla o Eugeni D’Ors.
¿Podríamos decir que el anarquismo, en la Catalunya de principios del siglo XX, era también una especie de “hecho diferencial”?
Indudablemente. La CNT era un sindicato explícitamente revolucionario con casi medio millón de afiliados... Podemos suponer el enorme poder de presión que tuvo que concentrar, y podemos imaginar hasta qué punto moldeó la cultura y la sociedad de su época. Xavier Díez ha trabajado esta hipótesis, el anarquismo catalán como “hecho diferencial”, y también Josep Termes investigaba sobre estas ideas o hipótesis.
El anarquista Salvador Seguí citaba a Aristóteles. ¿Cómo era eso?
Era un hombre muy leído. Autodidacta. Le gustaba mucho leer filosofía. En las entrevistas suele citar a filósofos, conocía bien a Spinoza... No se entiende la época sin las bibliotecas de los ateneos obreros y las Casas del Pueblo, así como tampoco se entiende sin las colecciones económicas de pensamiento, como la de la editorial Sempere, que editaba cientos de volúmenes a precios muy económicos.
Sobre esto se fija mucho Bohemia y barricadas. Los sindicatos eran factores de culturización. Sin este ambiente no podemos comprender figuras como Joaquín Maurín, Andreu Nin, Ángel Pestaña o Seguí mismo, que por cierto era íntimo amigo de un auténtico sabio, Francesc Layret, con quien charlaba cada día en una mesa de café. Todo eso era posible en aquella Barcelona de contrastes.

Romanones recibiendo al anarcosindicalista Ángel Pestaña en 1922.
Su libro explica que algunos elementos de orden creían que un gran sindicato anarquista tenía sus ventajas. ¿En qué pensaban para sostener esta aparente paradoja?
No era una paradoja: a veces la dinámica de un sindicato sirve para que existan negociaciones e interlocutores claros, antes de que estallen motines y enfrentamientos violentos. Sin embargo, como ha estudiado brillantemente Soledad Bengoechea en su ultimo libro sobre la patronal catalana entre 1919 y 1923, esto acabó el año de la huelga de La Canadiense. La patronal viró hacia un pensamiento golpista y corporativista y no fue una buena época para los contemporizadores y dialogantes.
Prat de la Riba, según el historiador Rovira i Virgili, su secretario de prensa, pensaba que los ateos olían mal. ¿Cómo se relaciona el catalanismo con el conservadurismo religioso?
Como Rovira i Virgili sabía muy bien y plasmó en su pequeño libro sobre la Renaixença, el catalanismo político tenía dos ramas muy diferenciadas. Por un lado, la línea del obispo Torras i Bages y todo el posterior autonomismo regionalista, donde encontramos a Verdaguer, Guimerà, Prat o Cambó. Y luego la corriente republicana y federalista, claramente izquierdista y con tendencias socialistas, la línea de Pi i Margall, Almirall o el propio Rovira i Virgili, que llegó viva a la Segunda República a través del ministro Jaume Carner, o de los que lograron la autonomía: Macià, Companys o el escritor Lluís Capdevila. Este republicanismo catalanista tenía un sabor mucho más popular.
En la Semana Trágica, las manifestaciones de mujeres tuvieron una gran importancia. ¿Por qué?
Una de las mayores sorpresas que me han deparado estos años de investigaciones han sido los frecuentes motines femeninos, o movimientos fascinantes como las Damas Rojas del Partido Republicano Radical, que eran miles. Hay que volver una y otra vez sobre este tema y explorarlo más, y creo además que es la vía de estudio que se me acaba de abrir.
Las huelguistas de los años diez tenían líderes conocidas, Maria Dolors Marín ha abierto mucho camino en este sentido. De lo contrario, casos explosivos y maravillosamente audaces de los años treinta quedan sin explicación: estoy pensando fundamentalmente en Irene Polo, Anna Murià, Rosa Maria Arquimbau o Aurora Bertrana… Por no hablar de las milicianas armadas de la CNT, el POUM y el PSUC. No se llega a eso por casualidad y sin antecedentes. Hay mucho que indagar en la prensa de la época.
¿Por qué censuraron los artículos de prensa del poeta Joan Maragall tras la Semana Trágica?
La decisión de Prat tuvo más que ver con un público beato y deseoso de vengarse de los revolucionarios de 1909. Los lectores de La Veu de Catalunya se hubieran escandalizado de haber conocido más a fondo el pensamiento de Maragall, partidario de perdonar y amnistiar a los condenados a muerte. Hay que pensar en el trasfondo modernista de todos estos pensadores cristianos, que buscan incansablemente una fe cristiana incómoda y que desafiara las convenciones burguesas: Unamuno y Maragall lideraron claramente este movimiento ensayístico sobre la renovación del cristianismo.
Cuando tuvo lugar la huelga de La Canadiense, las fuerzas burguesas pensaron que había llegado la revolución soviética. ¿De qué manera influye el miedo en la historia?
Estoy reuniendo trabajos filosóficos sobre este tema: el miedo, el poder y la sociedad. Sobre mi mesa tengo trabajos de Walter Benjamin, Zygmunt Bauman y Peter Sloterdjk, entre otros. Además, el pánico que desató la instauración de la Tercera Internacional, o Komintern, es un fenómeno panoccidental bien conocido. Figuras como Edgar J. Hoover no se entienden sin ese terror visceral que acabó delimitando un cierto tipo de ideología reaccionaria o contrarrevolucionaria.

Cola ante una carbonería de la calle Balmes durante los días de la huelga de La Canadiense que dejó la ciudad sin luz
¿Quién era América Cazes? El público actual ha oído hablar de Isabel Llorach, pero no de ella.
Cazes mantenía en su casa una tertulia o cenáculo cultural muy importante, era una mujer extraordinariamente culta e independiente, que ejercía el mecenazgo, pintaba, interpretaba música al piano y también escribía. No era tan conocida como Isabel Llorach. Era una amistad romántica, parece que platónica, del filósofo Francesc Pujols, que la admiró mucho. Pujols admitió haberla amado durante años.
¿Por qué Federico García Lorca, al que tanto relacionamos con lo andaluz, tuvo tanto éxito en Catalunya?
Porque en la escena de Barcelona se le representó bien y con frecuencia, y Lorca contaba con Margarita Xirgu en la capital catalana. Lorca era encantador y, como es bien sabido, tenía muchos amigos catalanes. Los vanguardistas catalanes se enamoraron de Lorca. Como expliqué en otro libro anterior, y como contaron también Albert Balcells y Xavier Pericay, hay mucho que decir sobre los contactos y simpatías entre intelectuales de uno y otro lado del Ebro. Hay casos que han merecido libros enteros: Galdós y Oller y Verdaguer, Cambó y Alfonso XIII, D’Ors y Ortega, Marañón y Estelrich, Unamuno y Rusiñol y Maragall… El tema es inagotable.
Unamuno leía en catalán y, como usted acaba de apuntar, tenía buenos amigos catalanes, como Maragall. ¿Facilitan las relaciones personales el entendimiento entre el centro y la periferia?
Hasta que no llegamos a la presidencia de Alcalá-Zamora y Azaña, y aun así aquel idilio duró poco, la verdad es que la dialéctica es intensa y abundan las tensiones y las incomprensiones. No hubo manera de que la Lliga Regionalista y Cambó alcanzaran la aprobación de un Estatuto de Autonomía; durante los años de la Mancomunitat, a partir de 1914, abundaban los ataques en Madrid contra las instituciones “separatistas”.
Las suspicacias eran muy intensas y, en ese sentido, el diálogo de los intelectuales más despiertos pudo servir de modelo a una visión más dinámica de los territorios y las tradiciones culturales vecinas. Pijoan y Giner, Zulueta y Melquíades Álvarez… Hay parejas que intentan comprenderse e imaginar nuevas propuestas, nuevas comprensiones.
Macià, en su primer gabinete, creó una cartera de Defensa. ¿Qué pretendía con ello?
Hay algo que ha de tenerse en cuenta en Macià: era un militar, su profesión era oficial del Ejército, y su actividad principal durante buena parte de su vida, especialmente en los años veinte, fue la acción guerrillera. Estat Català era una entidad política revolucionaria, inspirada en el independentismo irlandés. Macià impulsó intentonas militares, incursiones y actividad armada. Naturalmente una idea inicial de la efímera República Catalana de 1931 era impulsar unas fuerzas armadas catalanas.

Macià, en el centro, con bastón
Decía Rusiñol que “quienes buscan la Verdad merecen el castigo de encontrarla”. ¿Qué piensa usted, como historiador, de ese aforismo?
Me considero una persona más bien escéptica, en la línea de Montaigne y Hume. De hecho, Bohemia y barricadas pienso que reivindica el ensayismo libre, legible, y el gozo de leer, pensar y reír de la mano de toda clase de personajes fascinantes: Gaziel, Diego Ruiz, Lluís Capdevila, Emili Junoy, Francisco Madrid, el terrorista “Trotsky”, que guardaba dinamita y metralletas en un nicho del cementerio de Montjuïc... En ese sentido, dentro de este escepticismo humanista, pienso que la verdad es un desenmascaramiento de tópicos y mitos.
Bohemia y barricadas no pretende ofrecer verdades sobre la Barcelona de 1888-1939, sino presentar realidades sorprendentes y entrelazadas, inadvertidas o no muy señaladas. Hechos semisecretos, medio clandestinos, un panorama de artistas, políticos, escritoras feministas, guerrilleros poéticos o periodísticos, editores y revolucionarios, cantantes transformistas, pioneros, científicos, pedagogos… Quiere presentar al lector un ambiente peculiar y diverso a la vez, un diagnóstico difuso, una invitación llena de detalles, vanguardias y hechos turbulentos que a mí, particularmente, me sorprendieron y me siguen obsesionando.