Los seres humanos somos poliédricos, pero, cuando nos aproximamos a la figura de Heinrich Himmler, comporta un esfuerzo titánico separar su aspecto malévolo del resto de su personalidad. No les ocurría lo mismo a sus contemporáneos.
Cuando lo comparaban con otros líderes nazis como Heinrich Müller, jefe de la Gestapo, o Theodor Eicke, comandante del campo de Dachau y de la 3.ª División Panzer SS-Totenkopf, no solo parecía amable y educado, sino hasta simpático. Con sus eternos quevedos, el SS-Reichsführer solía transmitir tranquilidad y sosiego cuando se hallaba en sociedad.
Pronto fue conocido como “el apacible Himmler”, que devino “el fiel Heinrich” cuando Hitler se refería a él. Pero nada de eso era cierto. En su interior, un ansia inextinguible de poder lo consumía, y estaba dispuesto a cualquier cosa para conseguirlo. Tal como dijo Traudl Junge, secretaria del Führer, “no tenía el aura de ser un asesino de masas. Pero probablemente sea justo eso lo que hace que los asesinos de masas tengan tanto éxito”.
La reencarnación del Pajarero
Para el metódico y ordenancista Himmler, las SS fueron una herramienta excepcional. Poco a poco, fue dando forma a una organización tentacular que trascendió lo policial para convertirse en un verdadero Estado dentro del Estado.
Muy influido por el ocultismo, las teorías raciales de Walther Darré y las mal interpretadas lecturas heroicas de su juventud, al astuto y paciente Himmler no le bastaba con acumular poder político y económico, sino que necesitaba penetrar en el sentimiento religioso de los alemanes, sustituyendo el cristianismo por una nueva religión basada en un extraño germanismo con toques místicos y ocultistas.
El jefe de las SS, Heinrich Himmler, visitando el campo de concentración nazi de Stutthof, en Polonia
Sus SS fueron el instrumento para lograrlo, puesto que ejercieron no ya como una fuerza militar y policial, sino, en sus propias palabras, como “una verdadera orden de hombres nórdicos formada por soldados nacionalsocialistas”.
Su modelo era el jesuítico, pero también el de los antiguos caballeros teutónicos. Él mismo se veía como su gran maestre, cuando no como la reencarnación del rey sajón Heinrich I el Pajarero (876-936), vencedor de magiares y eslavos, algo en lo que, al parecer, creía firmemente.
Panteón y centro místico
De ahí las exigencias físicas e ideológicas que imponía a los miembros de sus Schutzstaffel. No solo hizo del color negro su bandera, encargando unos impresionantes uniformes a un magnífico sastre, Hugo Boss, sino que exigió a sus hombres un comportamiento civil ejemplar, para lo que se editaron los correspondientes manuales.
Por ejemplo, Die Gestaltung der Feste im Jahres und Lebenslauf in der SS Familie (la celebración de las festividades especiales en la vida de la familia SS), que enseñaba, entre otras cosas, qué comer en las fiestas señaladas, qué regalar o qué canciones cantar. Todo lo cual había de servir para dar sentido a la organización y cohesionar a sus miembros.
Dos aspectos faltaban aún para vertebrar su proyecto: una pátina de veracidad contrastada, para avalar todo ese extraño entramado de ideas, y un centro místico, una iglesia física en la que se reunirían los miembros más representativos de la organización. El primero tomó forma el 1 de julio de 1935 con la creación de la Ahnenerbe (herencia ancestral), un instituto científico de investigación encargado de sentar las bases para el arianismo y el germanismo preconizados por Himmler y los suyos.
El segundo, por su parte, vino dado por la elección del castillo de Wewelsburg como pieza clave de un conjunto de construcciones que conformaron el centro neurálgico de la orden, donde los dirigentes de las SS llevarían a cabo sus capítulos secretos y tomarían sus decisiones. Fue también el lugar donde se planeó que reposaran los restos de sus máximos dirigentes, es decir, que haría las veces de panteón y centro místico del Tercer Reich. El Vaticano de una pseudorreligión que, esperaba Himmler, se convertiría un día en la oficial del Estado.
SS-Haus Wewelsburg
Por aquel entonces, el castillo de Wewelsburg era una construcción renacentista palacial reedificada entre 1603 y 1609 sobre unos restos más antiguos. Según algunas teorías, uno de sus muros databa de los tiempos de Heinrich I, lo que habría movido a Himmler a elegirlo. Según otros, la designación vino por sugerencia del ocultista Karl Maria Wiligut al propio SS-Reichsführer, en el sentido de que cerca de allí tendría lugar la gran batalla en que las hordas orientales iban a ser definitivamente vencidas.
Sea como fuere, el lugar presentaba dos peculiaridades que lo hacían atractivo: se trataba de una construcción triangular –una figura geométrica perfecta y simbólica– y se hallaba cerca del bosque de Teutoburgo, en el que los guerreros germanos al mando del jefe querusco Arminio habían vencido a las tres legiones de Publio Quintilio Varo en el año 9 d. C.
El castillo de Wewelsburg desde el valle del río Alme
Perteneciente a la localidad homónima del distrito de Büren, cerca de Paderborn (Westfalia), la construcción era de propiedad comunal. Sin embargo, a Himmler no le costó ningún esfuerzo alquilarla por la “módica” cifra de un Reichsmark (RM) anual durante cien años, según el contrato firmado el 27 de julio de 1934, con la oposición del párroco local, quien temía que aquellos paganos contaminaran a sus feligreses.
La idea inicial era convertir el lugar en un centro de aprendizaje para los mandos de las SS. Con tal fin, Manfred von Knoblsdorf, responsable de la formación ideológica de la organización, fue designado su primer director (años después, fue relevado por Siegfried Taubert).
Esclavos muertos y anillos fundidos
Pero Himmler pronto cambió de opinión, y se dispuso a efectuar los cambios necesarios para transformar el castillo en el centro espiritual de la orden. Para ello, contrató al arquitecto Hermann Bartels con la idea de tornarlo más medieval, borrando toda huella renacentista y añadiendo un observatorio astronómico, así como un museo dedicado tanto a la prehistoria como al folklore y las tradiciones germanas.
No contento con ello, Himmler quiso transformar la localidad en un gran complejo, para lo que previó el desplazamiento de sus habitantes a un nuevo pueblo, la construcción de una serie de casas, jardines y cuarteles, una pequeña presa con una central hidroeléctrica en el río Alme, un aeródromo y un ramal a la autopista. Ante el coste de la operación, millones de marcos, se creó una sociedad para recaudar fondos y encauzar las obras.
Plan de ampliación y reurbanización de Wewelsburg de 1944, que no se materializó
Si bien los trabajos comenzaron con obreros locales y del Servicio de Trabajo del Reich (Reichsarbeitsdienst, RAD), muy pronto los medios se revelaron insuficientes, por lo que se creó el subcampo de concentración de Niederhagen, dependiente del de Sachsenhausen, que surtía de la necesaria mano de obra esclava. De los 3.900 internos que pasaron por allí, murieron 1.285. Celoso de su proyecto, Himmler ordenó cerrar el complejo al público el 6 de noviembre de 1935.
Dentro del castillo, dos fueron los recintos con un significado más especial. El primero, la denominada sala de los Líderes Supremos, o de los Generales (Obergruppenführersaal), destinada a reuniones anuales de los jefes de las SS, que deberían purificarse antes de asistir a las mismas.
Sala de los Líderes Supremos, o de los Generales, de castillo de Wewelsburg, con el ‘Schwarze Sonne’ sol negro, en el suelo de mármol
Sostenida por macizas columnas, en su suelo de mármol aparecía una especie de sol (Schwarze Sonne, sol negro) compuesto por doce rayos formados por la runa Sigel (Sig) invertida, que atravesaban tres círculos. Diseñado por Wiligut, se trataba de una imagen del sol mágico (Santur), dador de poder en la mítica Thule. Pero, en realidad, solo una reunión plenaria tuvo lugar entre los días 12 y 15 de junio de 1941, para comentar los aspectos ideológicos y raciales de la pronta invasión de la URSS (Operación Barbarroja), tras lo cual dejó casi de usarse.
Por su parte, la cripta era una sala circular con una cúpula parecida a la de un tholos micénico, en la que figuraba una esvástica en relieve. El centro debía estar iluminado permanentemente por una llama alimentada por una tubería de gas, y terminaba en doce pedestales equidistantes contiguos a las paredes; sobre ellos, había unos nichos dispuestos para contener las urnas funerarias de los héroes. En un arcón se almacenaban los anillos (Totenkopfring) de los SS muertos. La influencia del mito artúrico y de la Tabla Redonda resultaba patente.
La cripta del castillo de Wewelsburg, hoy museo, en Büren-Wewelsburg, Alemania
Sin embargo, los avatares de la guerra dieron al traste con el proyecto. A mediados de 1943 las obras se detuvieron, y muchos de los SS que allí habitaban recibieron otros destinos.
El 30 de abril de 1945, por orden expresa de Himmler, el castillo fue incendiado por un comando dirigido por el SS-Hauptsturmführer Heinz Macher, que destruyó la mayor parte de lo allí depositado y fundió los anillos de los SS, aunque la población local mantuvo siempre que se los llevaron los soldados norteamericanos. Hoy el castillo de Wewelsburg es un museo.


