“Esto no es un Vermeer”: Van Meegeren, el falsificador de arte que casi se lleva su secreto a la tumba

Arte

Tras endosar numerosas falsificaciones a museos y coleccionistas de todo el mundo, el holandés Han van Meegeren casi se sale con la suya, pero la Segunda Guerra Mundial se interpuso en su camino

‘Mujer tocando un cistre’, obra del falsificador Han van Meegeren de entre 1930 y 1940 pintada para hacerla pasar por un original de Vermeer

‘Mujer tocando un cistre’, obra del falsificador Han van Meegeren de entre 1930 y 1940 pintada para hacerla pasar por un original de Vermeer

Heritage Art/Heritage Images via Getty Images

Hermann Göring lo admitió durante el juicio de Núremberg: “En una guerra, todo el mundo saquea un poco”. En su caso particular, “un poco” equivalía a más de cuatro mil obras de arte, según un inventario publicado por el Deutsches Historisches Museum. Casi todas, de autores de primera categoría: Cranach, Brueghel, Caravaggio, Durero, Rubens, Velázquez, Boucher, Renoir...

En 1943, este alijo fue a parar, junto a otros miles de tesoros robados por los nazis, a la mina de sal de Altaussee, un recóndito pueblecito de los Alpes austríacos. De allí los rescataron, dos años después, los Monuments Men, una unidad militar aliada compuesta por historiadores del arte y conservadores, entre otros expertos. Era hora de devolver las piezas a sus legítimos dueños y de identificar a los cómplices del expolio. El rastro de un Vermeer, Cristo con la adúltera, los condujo a Han van Meegeren, un artista holandés de éxito mediocre y estilo de vida opulento.

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No corrían buenos tiempos para los colaboracionistas. Van Meegeren se enfrentaba a cargos de traición, penados con la muerte, por vender patrimonio nacional al enemigo. El acusado, entre la espada y la pared, hizo una extraordinaria confesión: no había traicionado a su país, porque el Vermeer que entregó a los nazis era falso. Es más, lo había pintado él mismo. Ante la incredulidad del tribunal, pintó en directo, a la vista de letrados y periodistas, un convincente Jesús entre los doctores, al estilo del maestro barroco. En su defensa, arguyó que se consideraba un patriota, ya que Göring habría entregado más de un centenar de cuadros auténticos a cambio de su Vermeer falso.

Han van Meegeren painting Jesus Among the Doctors, 1945. Found in the collection of Bureau Bestrijding Vermogensvlucht, Amsterdam. (Photo by Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images)

Han van Meegeren pintando 'Jesús entre los doctores' en 1945

Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images

Salvado por la baquelita

Además, el informe pericial acudió en ayuda de Van Meegeren. Se descubrió que el falsificador había empleado baquelita, una resina inexistente hasta el siglo XX, para endurecer y avejentar la pintura. No podía tratarse, por tanto, de una antigüedad. Meegeren reconoció haber firmado y vendido también falsos óleos de Frans Hals y de Gerard ter Borch sin despertar sospechas. Lo hacía, según dijo, para vengarse de la crítica, que había despreciado su talento, tachándolo de mero imitador. En los círculos artísticos de vanguardia no había espacio para pinceles de estilo tradicional como el suyo.

El artista holandés Han van Meegeren en su juicio por falsificación en Ámsterdam, 1947

El artista holandés Han van Meegeren en su juicio por falsificación en Ámsterdam, 1947

Keystone/Getty Images

Recientes investigaciones apuntan, de todos modos, a que el orgullo herido no fue el móvil principal. Tenía clientes para sus obras originales, pero las falsas se pagaban mejor. Con ellas, Van Meegeren amasó una fortuna, que invirtió en mansiones y francachelas.

¿Cómo logró el holandés dar gato por liebre a museos, coleccionistas e historiadores del arte? Con talento, paciencia, profundos conocimientos y una pizca de picardía. Dedicó seis años a estudiar y reproducir los pigmentos que se empleaban en el Barroco. Adquirió, limpió y repintó lienzos del siglo XVII. Les aplicó cocciones y torsiones para producir las grietas características del paso del tiempo. Y, sobre todo, envió a los expertos los mensajes que estos deseaban oír.

Al respetadísimo erudito Abraham Bredius, que llevaba años defendiendo la tesis, no demostrada, de un viaje formativo de Vermeer a Italia, le coló La cena de Emaús, la obra temprana que Vermeer habría pintado de haber tenido ante sus ojos un cuadro de Caravaggio.

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Los aliados desembalan la obra 'Cristo y la adúltera' que el falsificador Han van Meegeren pintó, atribuyó a Vermeer y consiguió vender al jerarca nazi y coleccionista Hermann Goering

Terceros

Van Meegeren se libró de la horca, pero un infarto acabó con su vida antes de ingresar en prisión para cumplir su condena de un año. El funeral fue multitudinario. Su popularidad entre sus compatriotas superaba a la del príncipe Bernhard. Se organizaron exposiciones póstumas de sus falsificaciones, que hoy se cotizan casi tanto como si fueran auténticas. Rizando el rizo, el mercado negro se inundó de falsas falsificaciones de Meegeren, firmadas, entre otros, por su propio hijo Jacques. Aún hoy quedan obras dudosas en museos. En 2011, un programa de la BBC verificó que un supuesto estudio del Siglo de Oro era, en realidad, un Van Meegeren. 

Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 614 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a [email protected].

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