“Cesé a MacArthur porque no respetaba la autoridad del presidente, no porque fuera un tonto, que lo era”: Truman sobre su general más polémico, entre el genio y la impostura
Mitos y verdades
¿Fue MacArthur un genio militar o, por el contrario, resultó ser una figura decorativa y sobredimensionada? Repasamos su actividad militar durante la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico y la guerra de Corea
El general Douglas MacArthur defiende su postura sobre la Guerra de Corea
El general Douglas MacArthur (1880-1964) fue uno de los soldados más controvertidos de la historia estadounidense. Sesenta años después de su muerte, sigue despertando la admiración (sin ir más lejos de Trump) o el desprecio más enconado. Unos afirman que nos encontramos ante un genio militar, y otros ante un impostor.
Desastre en las Filipinas
Procedente de una familia de tradición militar, la carrera del joven MacArthur estuvo plagada de récords académicos, inconsciencia ante el peligro en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y condecoraciones. En 1918, a sus treinta y ocho años, era el general más joven del Ejército.
Su cargo como jefe del Estado Mayor del Ejército (1932-1935) le permitió cultivar amistades entre los círculos anti-New Deal de Washington y los magnates de la prensa. Su papel como asesor del nuevo ejército filipino lo convirtió en uno de los hombres más importantes de la política estadounidense en Asia-Pacífico. Su amistad con el presidente Manuel Quezón le reportaría una prima extraordinaria de medio millón de dólares del erario, que se mantuvo en secreto. Maestro de las relaciones públicas, sermoneaba a todo el mundo con sus ideas sobre geopolítica y decía pestes de los británicos, lo que le granjeó el apoyo de los aislacionistas más recalcitrantes.
En 1941, mientras la tensión con Japón aumentaba, Roosevelt lo llamó del retiro para ponerlo al frente de la defensa de las Filipinas. MacArthur cometió dos errores capitales durante la campaña. Primero, incluso tras conocer el ataque a Pearl Harbor, tardó mucho en ordenar que sus bombarderos B-17 atacaran a la aviación japonesa, inmovilizada en Formosa por el mal tiempo. Simplemente, postergó la decisión. Quizá sucumbió a las presiones de Quezón para no implicar a Filipinas en la guerra, o pensó que Pearl Harbor era solo una provocación de los halcones de la marina japonesa. En todo caso, los japoneses no dejaron pasar la oportunidad y en cuanto el tiempo mejoró redujeron a cenizas la aviación de MacArthur.
En segundo lugar, retardó demasiado la orden de replegarse a la península de Batán, que cierra la bahía de Manila, tal como señalaban los planes “Orange” de preguerra. Los sorprendentes ataques japoneses en Malasia y las Indias Orientales anularon la posibilidad de enviar refuerzos a Filipinas, pero MacArthur empeoró las cosas insistiendo en detener el desembarco enemigo en las playas. El ejército filipino estaba mal entrenado y equipado y se derrumbó enseguida.
El general MacArthur
Entonces MacArthur volvió al plan “Orange”. La retirada hasta Batán fue una muestra de la habilidad de MacArthur en las situaciones desesperadas y de la valentía de un ejército condenado. El 25 de diciembre de 1941, MacArthur declaró Manila “ciudad abierta”, para evitar que los japoneses la bombardearan, y se refugió con sus tropas en Batán.
“¡Volveré!”
El retraso en ordenar el repliegue había impedido almacenar las vituallas necesarias para resistir en condiciones. La malaria, el hambre y el calor diezmaban a los “bastardos de Batán”. La situación de los 126.000 soldados y civiles amontonados allí era tan desesperada que los japoneses sacaron una de sus divisiones de las Filipinas para destinarla a las operaciones de las Indias Orientales, mientras la aviación se dedicaba a bombardear a placer la península.
MacArthur se instaló en el túnel de Malinta, bajo la fortaleza de la isla de Corregidor. Los soldados le apodaron “Dugout Doug” (“Douglas Refugio Subterráneo”) y compusieron una cancioncilla despectiva que cantaban con la música del Himno de batalla de la República.
En marzo, Roosevelt le ordenó salir de las Filipinas para evitar su captura. MacArthur, su familia y su fiel estado mayor (la “banda de Batán”) embarcaron en una lancha torpedera y escaparon a Australia. En su primer encuentro con la prensa, afirmó que volvería para reconquistar las Filipinas. Ese “¡Volveré!” se convirtió enseguida en una frase icónica. Desde Washington se le instó a que dijera “Volveremos”. Como siempre, MacArthur ignoró la petición y siguió a lo suyo.
Unas semanas después, el ejército estadounidense capituló en Filipinas. Pero MacArthur consiguió convertir una humillante derrota en una victoria propagandística. “En un periodo frágil de la psique estadounidense”, escribió Walter Borneman, el público necesitaba desesperadamente un héroe. Posiblemente, este fue uno de los grandes servicios que MacArthur rindió a su país: convertirse en un símbolo de la resistencia aliada, una especie de Churchill del Pacífico. Durante la guerra se escribirían nada menos que doce biografías sobre él, una de las cuales se titulaba MacArthur el magnífico.
Comandante Supremo del Pacífico
En aquel momento, Roosevelt luchaba contra la Marina para imponer su visión de Germany first. MacArthur, en cambio, se había convertido en el general favorito de los republicanos partidarios de concentrar los esfuerzos en Asia. Para mantenerlo contento se le otorgó la Medalla de Honor (su padre la había ganado durante la guerra de Secesión) y se creó un nuevo teatro de operaciones para él, el Southwest Pacific Command. Los enfrentamientos con el almirante Chester Nimitz, comandante del South Pacific Command, por los recursos y la estrategia se prolongaron durante toda la campaña.
MacArthur desarrolló una estrategia deliberadamente orientada hacia el retorno a las Filipinas. Y ese retorno pasaba por Nueva Guinea. MacArthur remontó la costa septentrional de la gran isla. Después alardearía de que su estrategia de aislar las guarniciones japonesas, simplemente sobrepasándolas y cortando sus líneas de abastecimiento, ahorraba bajas. Pero las pérdidas superiores de los japoneses no se debían al talento estratégico de MacArthur, sino a la superior potencia de fuego, superioridad aérea, cuidados médicos y logística de las tropas aliadas.
El general Douglas MacArthur, en la campaña de Filipinas, en 1944
A pesar de contar con los descifrados del código japonés por Ultra, los servicios de inteligencia de MacArthur cometieron algunos errores garrafales, aumentados por la tendencia de este a minusvalorar la capacidad de resistencia y el número de efectivos del enemigo. En Finschhafen (Nueva Guinea), por ejemplo, la 9.ª División Australiana comprobó que la guarnición japonesa era el doble de grande y tardó tres meses en tomar una posición que MacArthur había afirmado que le costaría una semana.
En otras ocasiones, anunciaba el final de los combates antes de que realmente hubieran acabado. No paraba de quejarse de su falta de medios: “Probablemente ningún comandante en la historia de Estados Unidos ha recibido tan poco apoyo”, escribió. En 1944 recibió tantos suministros que hubo que pedirle que descargara sus barcos más rápido.
En octubre de 1944, MacArthur inició la reconquista de las Filipinas. La campaña necesitaría nada menos que 52 operaciones anfibias, algunas gigantescas, para acabar con los japoneses. Sin embargo, es probable que la opción de Nimitz de dejar atrás Filipinas y atacar Formosa habría resultado igual de costosa. En abril de 1945, Roosevelt le nombró comandante en jefe en el Pacífico. El 2 de septiembre de 1945, MacArthur recibió la rendición japonesa a bordo del acorazado Missouri. Gobernaría Japón como un procónsul benevolente con la colaboración de sus antiguos enemigos.
“Lo mejor y lo peor que se oye sobre él es cierto”
Su última campaña tuvo lugar durante la guerra de Corea, donde mandó a las fuerzas de las Naciones Unidas hasta abril de 1951. En septiembre de 1950 lanzó un desembarco en Inchon para cortar la retirada de las fuerzas norcoreanas que habían invadido Corea del Sur. En cierto modo, fue su mejor plan. Ese otoño un ejército chino infligió una humillante derrota a las tropas de la ONU. MacArthur, que nuevamente había despreciado al enemigo, presionó para lanzar bombas atómicas sobre ciudades chinas y dejar “tras nosotros un cinturón de cobalto radioactivo”.
El general Douglas MacArthur (centro), comandante en jefe de las fuerzas de las Naciones Unidas, observa un bombardeo durante la guerra de Corea
Tras numerosos desplantes y proyectos cada vez más megalómanos, Truman lo cesó “porque no respetaba la autoridad del presidente, no porque fuera un tonto hijo de puta, a pesar de que lo era”. Ese verano comenzaron las conversaciones de paz para concluir el conflicto.
MacArthur, genio y figura. El general australiano Thomas Blamey, que sirvió a sus órdenes en Nueva Guinea, dijo que “lo mejor y lo peor que se oye sobre él es cierto”.