Los Siete Simeones, una tragedia familiar en la URSS de la ‘perestroika’

Guerra fría

La última actuación de Los Siete Simeones, una conocida banda de música familiar en la Unión Soviética, fue el secuestro fallido de un avión con el fin de abandonar el país

Los Siete Simeones (o Semiónov), banda musical de hermanos pertenecientes a la familia Ovechkin

Los Siete Simeones (o Semiónov), banda musical de hermanos pertenecientes a la familia Ovechkin

Terceros

La purpurina del programa musical Shire Krug parece que lo impregna todo, el brillo de los decorados contrasta con el final de los años ochenta del siglo XX, cuando la URSS se encaminaba ya al tramo final de la pendiente que había de llevarla a la implosión pocos años después. Los conductores, vestidos a la moda de la época, presentan uno por uno a los siete hermanos Ovechkin, que forman el conjunto musical Los Siete Semiónov (o Simeones).

Uno a uno van accediendo al escenario, por orden de edad. El mayor, Vasili, de poco más de veinte años, es el primero en subir; es el encargado de la batería. Le siguen sus hermanos Dmitri, trompetista, Oleg, saxofonista, y Aleksandr, contrabajo. Por último, los pequeños Ígor, fortepiano, y Mijaíl, que, vestido de blanco, a diferencia de sus hermanos, de riguroso negro, carga como puede con un banjo casi más grande que él.

Antes de dar inicio a la actuación, se produce una breve pausa; la presentadora mira a cámara. Con tono emocionado, se dirige a la madre de esta banda de jazz familiar: “Feliz madre, reciba usted una reverencia, apreciada Ninel Serguéivna. Usted ha criado y educado a unos chicos maravillosos”. Los aplausos del público acompañan a la cámara, que sigue ya de cerca la actuación de Los Siete Simeones. Se les ve concentrados, moviéndose por el gran escenario a todo color con el pequeño Mijaíl y su banjo en el centro. Era el año 1985, y la banda, bajo la férrea dirección de su madre, había tocado techo.

El don de tocar

Lejos quedaba ya su humilde granja de la región de Irkutsk, en Siberia, el trabajo duro, muy duro, de aquellos años en el mundo rural soviético, con una familia de once hermanos y un padre alcohólico que había fallecido hacía poco. Nada hacía presagiar que, solo tres años después, este conjunto de éxito se vería implicado en el secuestro de un avión civil TU-154 que realizaba el vuelo Irkutsk-Kurgán-Leningrado, con el objetivo de fugarse para establecerse en algún país occidental. Sin embargo, el plan, pormenorizadamente preparado, acabó en estrepitoso fracaso.

¿Cómo pudo aquella familia soviética modélica, aquel grupo de jazz infantil al que muchos llamaban los Jackson Five de la URSS, terminar protagonizando el arriesgado secuestro de un avión comercial que dio lugar a un baño de sangre? Para entender a Los Siete Simeones hay que entender a la artífice de todo, Ninel. La familia, en realidad, se apellidaba Ovechkin, pero decidieron bautizar el grupo como Los Siete Simeones en referencia a un cuento tradicional ruso en el que siete hermanos tienen, cada uno de ellos, un don, un superpoder especial.

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El de los Ovechkin era tocar, y, además, hacerlo bien. Su grupo había nacido al calor de la determinación de una madre que había logrado sacar adelante a sus hijos prácticamente sola, en una inhóspita región siberiana donde los inviernos son implacables y los centros de poder y sus comodidades estaban muy lejos.

Fuerza de voluntad

Ninel Ovechkina nació en 1942, cuando el país se veía asolado por la Segunda Guerra Mundial –o, como es llamada en Rusia, la Gran Guerra Patriótica–. En Siberia, lejos del frente, aquel conflicto se notó sobre todo por la carestía de alimentos y la miseria. Su madre murió cuando ella era pequeña y su padre se encontraba en el frente, del que no volvió.

La pequeña Ninel acabó en un orfanato, primero, y, después, a cargo de unos familiares. A los dieciocho años se casó con Dmitri Ovechkin, chófer de profesión y padre de los doce hijos que tendrían en común, de los que sobrevivirían once.

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El nombre de Ninel no es casual; se considera típicamente soviético. Si leemos Ninel al revés nos da otro con una fuerte significación: Lenin. En aquellos años era relativamente frecuente poner nombres a los hijos que remarcaran la adhesión al régimen, como Oktyabrina –en honor al mes de la revolución–, o Vilen –acrónimo de Vladímir Ilich Lenin–.

Ninel y su familia recibieron una pequeña granja con algo de tierra para sostenerse y también para hacer su contribución a la economía planificada. Los hijos nunca consideraron que pasaran penurias o hambre, y Ninel parece que combinaba una dura disciplina con cariño y consideración hacia su extensa prole. Por parte del padre de la familia, Dmitri, no tuvieron tanta suerte.

Los Ovechkin en 1985. De izqda. a dcha., Olga, Tatiana, Oleg, Ninel Serguéievna cogiendo por los hombros a Uliana y Serguéi, Aleksandr, Mijaíl, Dmitri y Vasili. No aparecen Lyudmila ni Ígor, que toma la foto

Los Ovechkin en 1985. De izqda. A dcha., Olga, Tatiana, Oleg, Ninel Serguéievna cogiendo por los hombros a Uliana y Serguéi, Aleksandr, Mijaíl, Dmitri y Vasili. No aparecen Lyudmila ni Ígor, que toma la foto

Terceros

Sus problemas recurrentes con el alcohol y sus actitudes violentas terminaron trágicamente: en 1982 murió por los golpes de sus dos hijos mayores, Dmitri y Vasili, que en aquel momento eran adolescentes. La investigación, no obstante, determinó que habían actuado en legítima defensa y cerró el caso.

Ese momento violento en la historia familiar parecía presagiar el final que muchos de sus miembros acabarían teniendo. Los primeros Ovechkin músicos fueron, precisamente, los hermanos mayores, que se inscribieron en la escuela de música de su pueblo, a los que siguieron los menores. Tardaron poco en entender el potencial que tenían juntos y la posibilidad de montar su propia banda.

En 1985 representaron a la región de Irkutsk en un festival juvenil, y aquella actuación los catapultó a la fama nacional, hasta el punto de que grabaron algunos documentales donde se mostraba cómo vivía aquella humilde familia. También llegaron las prebendas: recibieron algunas propiedades en la ciudad de Irkutsk, concretamente, dos pisos de tres habitaciones en la capital regional. Parecía que la vida, al fin, les sonreía.

Punto de inflexión

En 1987, los Ovechkin se fueron de gira a Japón. En un momento en el que los grupos de música familiares estaban de moda, las actuaciones por el país asiático les fueron bien. Quizá fuera en ese viaje cuando nació la idea de abandonar la URSS y marcharse a un país occidental. A su vuelta, empezaron a hacer acopio de armas, concretamente, escopetas, granadas y artefactos explosivos caseros.

En febrero de 1988, parece que todos estaban resueltos a llevar adelante el proyecto. Ese mismo mes, en un vuelo a Moscú, analizaron cómo introducir las armas a bordo y cómo llevar a cabo la toma de un aparato similar, algo que harían realidad unos meses después. Para entonces, la hija mayor, Lyudmila, se había casado y ya no formaría parte del plan.

La catedral de San Basilio y la plaza Roja de Moscú a finales de los años ochenta

La catedral de San Basilio y la plaza Roja de Moscú a finales de los años ochenta

Derek Hudson/Getty Images

Pese a lo descabellado de la idea, en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, el secuestro de un avión era un hecho relativamente común, ya fuera por motivos políticos o por huir de la URSS. En 1970, un padre y su hijo adolescente secuestraron un avión soviético y lo desviaron a Turquía. Tras pasar unos años en la cárcel, acabaron en EE. UU.

El 8 de marzo de 1988, los diez hermanos y su madre consiguieron pasar a bordo del avión. En la funda de un gran contrabajo, escondieron dos escopetas recortadas y varios artefactos explosivos. Tras la primera escala en Kurgán, la aeronave retomó el vuelo hacia Leningrado, su destino final. Fue en ese momento cuando se produjo el secuestro. Informaron al piloto de que debía seguir ruta hasta Londres si no quería que detonaran los explosivos.

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La tripulación logró engañar a los terroristas afirmando que el avión necesitaba realizar una parada para repostar y que lo haría en Finlandia. En realidad, aterrizó en un aeródromo militar cerca de la ciudad rusa de Viborg, al norte del actual San Petersburgo y muy cerca de la frontera finesa, donde un grupo de asalto esperaba el avión para abordarlo.

El asalto

Poco después de que el aparato tomara tierra, los Ovechkin descubrieron el engaño. Dmitri mató en aquel momento a la azafata Tamara Zharkaya y se produjo un caótico abordaje que dio lugar a un tiroteo y al posterior incendio del avión. Tres pasajeros murieron por inhalación de humo y diecinueve resultaron heridos al saltar del TU-154 como pudieron para escapar de las llamas y los disparos.

La versión oficial recoge que, en aquel momento, Vasili, el hermano mayor, le pidió a su hermana Olga que sacara del avión a los más pequeños: Tatiana, Mijaíl, Uliana y Serguéi, que entonces tenía nueve años. Según la misma versión, en el avión quedaron Vasili, que mató a su madre y se suicidó, y Dmitri, Oleg y Alksandr, que también se suicidaron. Ígor no se quitó la vida y fue detenido.

Tupolev Tu-154B similar al implicado en el secuestro de los Ovechkin

Tupolev Tu-154B similar al implicado en el secuestro de los Ovechkin

Eduard Marmet / CC BY-SA 3.0

Este atentado terrorista se produjo en plena perestroika, el período de apertura implementado por Mijaíl Gorbachov en la última etapa de la URSS. La perestroika, reconstrucción en ruso, conllevó cambios en la anquilosada prensa soviética, que vivió unos años de cierta libertad.

De este modo, el caso de Los Siete Simeones no quedó en el secreto, como sucedió con muchas desgracias anteriores. El impacto que produjo este episodio hizo que todavía hoy sea una historia conocida y que en 1999 el cineasta ruso Denis Evstigneev dirigiera la película Mama, que hace una revisión de la historia de los Ovechkin como una gran metáfora del final de la Unión Soviética.

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